"¡La teoría nos la sabemos todos!", es uno de los comentarios más escuchados cuando una persona -normalmente delgada- le dice a otra, con sobrepeso u obesa, lo sencillo que sería quitarse de encima esos kilos de más. Pero ni es fácil adelgazar ni lo es estar al día de todo lo que la ciencia averigua sobre cómo lograrlo.
Uno de los consejos más repetidos -que entraría incluso en la categoría de consejo de abuela- es que una de las mejores estrategias para evitar engordar es ingerir la comida despacio.
En los últimos años se han presentado distintos estudios que evaluaban el efecto de este cambio de hábitos. En 2017, uno presentado en las sesiones científicas de la Asociación Estadounidense del Corazón demostró que las personas que comían más despacio no sólo engordaban menos, sino que también sufrían menos enfermedades.
En 2018, otro publicado en BMJ Open -aunque llevado a cabo, esta vez, sólo con personas diabéticas- estudió los efectos de reducir la velocidad en la ingesta sobre la salud. La conclusión: ésta podía ser una forma de prevenir la obesidad en los afectados por esta enfermedad metabólica.
Pero, ¿cómo conseguirlo?
Dando así por hecho que comer despacio podría ser beneficioso en todos los sentidos, la teoría dictaría que todos deberíamos hacerlo. Sin embargo, llevar a la práctica este consejo no es tan sencillo.
La sabiduría popular afirma que al menos se deben tardar 20 minutos para consumir un plato, aunque un estudio demostró que ese periodo tenía que alargarse a media hora.
Pero, de nuevo, la teoría es más fácil de asimilar que su puesta en práctica. Porque, ¿cómo conseguir cumplir esos plazos con un plato apetecible enfrente? El reto es aún más complicado para las personas ya acostumbradas a comer a cierta velocidad.
Aunque se han propuesto trucos como comer con la mano que menos se utiliza -que los diestros coman con la izquierda y los zurdos con la derecha-, la tecnología ha ideado un modo de ayudar a conseguir este objetivo saludable. Como los teléfonos, se denominan tenedores inteligentes y avisan con sensores de lo rápido que se está ingiriendo.
Si la velocidad es más de la aconsejada, el tenedor vibra y se enciende, señalando así que se debe dejar de comer o, al menos, haciendo sentir culpable al portador. Si no, funciona exactamente igual que un tenedor convencional.
Además, permiten conectarse por Bluetooth al móvil o el ordenador y ver las tendencias de velocidad en la ingesta de alimentos. Por supuesto, para algunos será preferible contar o comer con otra mano, porque el modelo más conocido cuesta alrededor de 100 euros, aunque ahora mismo no está disponible en Amazon.