Y tú, ¿vives en Matrix? El movimiento Realfooding (que promueve un estilo de vida basado en alimentarse con "comida real" evitando los ultraprocesados) plantea con esta denominación que los españoles vivimos en un entorno perfectamente diseñado para que consumamos ultraprocesados constantemente, sin ser conscientes de ello. Ante esta situación, la corriente plantea que debemos dejar de lado los productos ultraprocesados que estamos acostumbrados a adquirir en el supermercado y recurrir a platos realizados por nosotros mismos con ingredientes naturales.
El movimiento capitaneado por Carlos Ríos cada vez acumula más adeptos en nuestro país. En concreto, en Instagram ronda el medio millón de followers. Pero dos son los principales problemas que plantean los seguidores de esta nueva religión. El primero es que el precio de la llamada comida real es más elevados que el de los alimentos ultraprocesados; el segundo, es que el tiempo de preparación de ciertos platos elaborados con real food es incompatible con el ajetreado ritmo de vida moderno.
Respecto a los precios, existe cierta controversia, ya que podemos encontrar estudios -como éste publicado en la revista Plos One- que sugieren que la comida menos sana normalmente es más barata y también artículos como el publicado por la profesora de Enfermería Charlie Middleton en The Conversation, titulado La comida sana no es más cara que la comida basura.
Para evaluar esta dicotomía, en EL ESPAÑOL hemos calculado -aproximadamente- el precio que tendrían ocho recetas (dos desayunos, dos comidas, dos postres y dos snacks) que ofrecen en la página web Realfooding y lo hemos comparado con el coste de la versión ultraprocesada de esas mismas recetas.
Para realizar estas valoraciones hemos recurrido a productos naturales que tienen un precio medio y a artículos ultraprocesados que se venden en un supermercado presente en todo el país.
Análisis de productos 'real food'
Respecto al desayuno, que no es la comida más importante del día, hemos calculado el precio de preparar un yogur con trozos de fruta en casa (unos tres euros los 350 gramos) frente a uno procesado (0,45 euros la misma cantidad). En este caso el precio se triplica si recurrimos a real food. Pero al analizar otro producto que muchos españoles utilizan para empezar el día como el muesli, según nuestras cuentas, su coste es parecido si se hace en casa o se compra en el supermercado.
Vayamos a la comida principal del día. En este caso hemos comparado unas lentejas real food y otras de lata. El resultado es que el precio es parecido, ronda el euro unos 300 gramos. Si hacemos esta comparación con una pizza, la de real food (2,59 euros los 180 gramos) es considerablemente más cara que una industrial (1,99 euros los 400 gramos de producto).
Para los postres hemos elegido donuts y mousse de chocolate. El primero de estos es considerablemente más barato si lo hacemos nosotros mismos (dos euros más bajo cada kilo) y el segundo tiene un coste similar (unos siete euros el kilo). Como ventaja, los productos caseros no tienen los azúcares y demás aditivos que los industriales llevan.
Por último hemos analizado dos snacks: fiambre de pavo y hummus. En este caso son considerablemente más baratos los productos si uno mismo los cocina en casa. El fiambre casero cuesta unos 1,15 euros los 150 gramos, frente a los alrededor de dos euros del que se vende en el súper. Así mismo, se pueden preparar 500 gramos de hummus por 1,66 o comprar una tarrina de 100 gramos por 2,85 euros.
La conclusión que se puede extraer de nuestro análisis es que recurrir a real food no tiene porque ser más caro que comer procesados. De hecho, algunos productos caseros salen más a cuenta que los ya preparados. Cabe destacar que -aunque algunos productos caseros sean más baratos- se corre el riesgo de desperdiciar ingredientes si las cantidades de los envases en las que vienen no son las mismas que las de la receta, por lo que el precio podría encarecerse. Por ejemplo, si de un bote de miel de 350 gramos empleamos solo 20 y el resto no se usa, se encarecería el coste.
El gran problema: el tiempo
El gran problema que puede existir es el tiempo. Si atendemos a las recetas que hemos seleccionado: preparar muesli casero lleva unos 35 minutos, una pizza 50 minutos, una mousse de chocolate 15 minutos de preparación más dos horas de reposo y un fiambre de pavo 38 minutos de cocinado. Por ello, puede entenderse que la gente prefiera ir al supermercado, echar al carrito todos estos productos y en 10 minutos ya tenerlos en casa.
Ante esta situación planteamos la duda de si es factible comer real food si nuestros horarios son muy apretados a Natalia Moragues, farmacéutica y dietista-nutricionista, que responde rotundamente a EL ESPAÑOL: "Sí". "Es factible, pero es fundamental una buena organización para ahorrar tiempo a la hora de comer comida real. Esto tiene que pasar por planificación, previsión y provisión", explica la especialista, que también es la presidenta de la asociación Dietética sin Patrocinadores.
"Si te planificas es todo mucho más fácil y puedes hacer recetas más sencillas cuando tengas menos tiempo", transmite. La nutricionista sugiere "sacar un día de la semana, como un domingo en que no se trabaja, y emplear el tiempo en cocinar varias elaboraciones a la vez y luego congelarlas". "Sacas el táper del congelador el día antes y en dos minutos en el microondas está listo para comer", señala, al tiempo que ejemplifica con platos como potajes o lentejas en los que, a la hora de la preparación, da igual hacer 300 gramos que un kilo.
Para los días que se tiene menos tiempo y se quiere comer saludable, Moragues recomienda tener en casa "una batería de alimentos procesados saludables que pueden dar un motón de juego, como botes de legumbres, judías verdes, alcachofas o champiñones ya cortados". "¿Cuánto se tarda en abrir un bote de cristal y saltear?", plantea la experta. "Echas unas verduras, unas legumbres y unas especias y has hecho un plato saludable en un pispás".
El riesgo de la obsesión por la 'real food'
El problema que puede ocasionar la real food es que llegue a existir una obcecación por esta. De hecho, la obsesión por la comida sana puede llegar a convertirse en un tipo de trastorno de la conducta alimentaria que puede costar la vida: la ortorexia.
La experta señala que, aunque recurramos a comida sana, "no quiere decir que por comernos un helado de vez en cuando vaya a pasar algo". "Todo este movimiento se inició para abrirle los ojos a la gente que estaba abusando de los ultraprocesados y de que cada vez comemos peor", explica.
"Hay gente que se obsesiona, piensa que esto hay que llevarlo al límite y que no se puede comer un helado o una napolitana, pero se puede comer con conciencia de que no es sano y que no se debe tomar a diario". "Pero si un día te quieres comer un helado, lo disfrutas y no te sientes culpable, no pasa nada", transmite Moragues. "Todos los que divulgamos y publicamos lo que comemos, no comemos solo así", sentencia la nutricionista.
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