El postre más típico de la Semana Santa es casi un calvario para cualquier nutricionista: pan, leche, azúcar, rebozado de huevo, canela y a freír. Las variantes y añadidos, como sustituir la leche por almíbar o vino y agregar miel, tampoco ayudan.
El cóctel final nos sale con más de 200 calorías por rebanada (siempre que sea pequeña, de unos 100 gramos), lo que incluye numerosas grasas e hidratos de carbono. Con comer un par de ellas ya habríamos ingerido la cuarta parte de la energía, las grasas y los azúcares de todo el día.
A lo largo de los siglos, hacer torrijas ha sido una magnífica opción para aprovechar el pan duro e introducir un alimento contundente en el cuerpo a partir de Cuaresma, cuando la tradición católica prohíbe comer carne. Sin embargo, nuestra dieta actual ya suele estar sobrada de grasas y azúcares como para abusar de un postre tan pesado.
Dicho esto, tocaría ahora hablar de los matices y decir que tampoco es para tanto y que podemos darnos ese lujo una vez al año, pero no es tan fácil. Según la experta Marián García, "las torrijas son indefendibles desde el punto de vista nutricional". Es más, son peores que otros dulces típicos de fechas señaladas. El turrón de la Navidad, por ejemplo, al menos lleva mucha almendra. Como puntos favorables, tienen las proteínas de la leche, el calcio y poco más.
No obstante, existen alternativas que pueden hacer de nuestras torrijas un plato menos calórico y un poco más saludable aunque sea a costa de alejarlo un poco de la receta tradicional. Por ejemplo, podemos evitar freírlas en aceite y bañarlas en azúcar si las cocinamos al horno con sacarina.
La importancia del pan
Si vamos ingrediente por ingrediente, habría que empezar por el más básico, el pan: el integral es mucho mejor que el pan blanco, ya que reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y diabetes, entre otras cosas. Además, algo tan sencillo como cortar rebanadas más finas puede ayudarnos a hacer un postre más ligero.
La OCU realizó una revisión de los diferentes tipos de panes para saber cuál es el más adecuado y aprobaron todos salvo la chapata y el pan de molde. También se venden panes especiales para torrijas, pero hay que tener en cuenta que ya suelen venir enriquecidos con mantequillas, aceite y azúcares.
¿Y si no les echo azúcar?
De hecho, el exceso de azúcar es uno de los grandes problemas de las torrijas. Los expertos recomiendan eliminarla por completo o al menos en parte, intentando camuflar su ausencia potenciando los aromas que nos proporciona la canela o la corteza de limón, otro de los ingredientes habituales.
La leche no es lo peor. Aunque muchas recetas modernas recomiendan usar desnatada o semi para elaborar las torrijas, lo cierto es que los estudios recientes dicen que la leche entera es buena para la salud. Aún así, optar por la desnata puede contribuir a aligerar un poco este alimento.
Inevitablemente, freír las torrijas va a aumentar los niveles de grasas y las calorías, pero siempre podemos recurrir a un buen aceite de oliva, que en general tiene mejores propiedades.
Trucos para hacerlas más presentables
Aparte de los ingredientes hay otras estrategias para hacer que este postre sea un poco más liviano. Al igual que en el caso de otros alimentos fritos, al retirar las torrijas de la sartén podemos usar papel absorbente para eliminar parte del aceite. Otra idea es servirlas con fruta y, dada la época en la que estamos, acompañarlas de fresas es una gran opción.
Aunque sea un oxímoron, no es difícil encontrar propuestas para hacer unas "torrijas light". Incluso existen torrijas veganas, es decir, sin huevos ni leche. El blog La Cazuela Vegana propone hacerlas con leche vegetal y harina integral de espelta y Maicena y sirope de agave.
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