Cuando uno acude al supermercado ha de tener en cuenta una máxima que suele cumplirse con muchos de los productos que encontramos en las estanterías: si no pone claramente lo que es (es decir, si en el envase de un alimento que parece queso no lees la palabra "queso", o en unos calamares congelados no pone que son calamares), desconfía. Seguramente estarás ante otra cosa y sólo la etiqueta situada en la parte posterior podrá sacarte del entuerto.
Con los yogures pasa tanto o más de lo mismo. En el supermercado podemos encontrar una variedad tan amplia que resulta difícil aclararse. Están los yogures griegos, los yogures de sabores, los yogures líquidos, los yogures con L.Casei, los bífidus, o los yogures funcionales. Todos, aparentemente, parecen yogures; pero la realidad es que, desde el punto de vista legal, sólo algunos lo son de verdad.
Pero empecemos por el principio. ¿Qué componentes tiene el yogur de toda la vida? Mario Sánchez (aka Sefifood), tecnólogo de los alimentos y divulgador, responde: "Según la normativa de calidad del yogurt en España, el yogur es el producto de la leche coagulada obtenido por la fermentación láctica mediante la acción de Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus en la leche". Tal y como explica el experto, se trata de dos microorganismos imprescindibles para la fabricación de este lácteo. "Son bichos, pero de los buenos", matiza.
Aparte del empleo de estos dos microorganismos, el Real Decreto 271/2014, por el que se aprobó la Norma de Calidad para el yogur, también exige que la leche haya pasado por un estricto tratamiento térmico con el objetivo de eliminar cualquier tipo de bacteria y garantizar la seguridad del producto final. "Pero ojo, es importante que se haga antes de la adición del Lactobacillus bulgaricus y del Streptococcus thermophilus, porque si no nos los cargamos con el calor, que no distingue de bichitos buenos o malos y arrasa con todo", comenta Sánchez.
Qué no es yogur (legalmente)
Entonces, los bífidus, el Danacol o los yogures con L.Casei, ¿qué son? Estos productos entrarían dentro de la categoría de leches fermentadas. Eso sí, con una gran campaña de marketing detrás que puede llevarnos a pensar que estamos ante un producto de mayor calidad. "No son productos milagrosos ni sirven para obtener mejoras en nuestra salud más allá de lo que nos ofrece un yogur normal y corriente", explica el especialista. "El yogur es un ejemplo claro de producto saludable con el que muchas empresas se han flipado en exceso. Nos lo han querido vender como un producto mucho mejor de lo que es, cuando resulta innecesario".
Así, la principal diferencia entre un yogur normal y una leche fermentada son los microorganismos que se utilizan para elaborarlos. Tal y como comentábamos, el yogur normal debe incluir Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus. En cambio, en las leches fermentadas pueden utilizarse otras cepas, "que en muchas ocasiones ocasiones son exclusivas de ciertas marcas como los famosos bífidus o los L.Casei".
Según el experto, a pesar de que han sido analizados en multitud de ocasiones por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), ninguno de estos productos ha demostrado mejorar la salud de nuestro intestino ni nada por el estilo, tal y como se ha asegurado en multitud de ocasiones. "En caso del Danacol sí que se ha reconocido cierto beneficio de los fitoesteroles para la reducción del colesterol, pero en condiciones muy concretas y que no son reproducibles en toda la población".
En cualquier caso, este tipo de productos no son menos saludables que el resto de yogures. Simplemente, se trata de otra variedad más. "El problema, como decíamos, es que normalmente se añaden otros ingredientes menos sanos como el azúcar. Pero ya sabemos que esto también sucede en el yogur, así que no es ningún misterio".
Así, tal y como explica Sánchez las únicas denominaciones legales que pueden acompañar al yogur son: natural, natural azucarado, edulcorado, con fruta, zumos y/u otros alimentos, aromatizado o pasteurizado después de la fermementación. "El resto de nombres que veamos acompañando al yogur, son cosa del marketing. Y ya sabemos, como siempre, que debemos buscar estas definiciones en la parte posterior del envase, porque rara vez aparecerán en la portada y son las que de verdad nos interesan", finaliza.
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