¿Es posible que unos yogures vendidos en nuestro país puedan llegar a provocar asma? Es más, ¿es factible que el consumo de yogur pueda llegar a frenar el desarrollo y el crecimiento de los niños? Respuesta corta: no, no es posible. De hecho, resulta realmente complicado que alguien pueda pensar que un producto tan popular, que ha sido tan estudiado y que es sometido a numerosos controles de seguridad y de calidad pueda llegar a provocar estos trastornos. Sin embargo, una publicación de Facebook en la que se afirman semejantes disparates ha sido compartida más de 9.000 veces en apenas una semana.
La quimiofobia campa a sus anchas por las redes sociales. Si a ello unimos el miedo que siente la población ante cualquier problema que pudiera derivarse de su alimentación y el desconocimiento generalizado sobre la acción de determinados ingredientes, tenemos el cóctel perfecto para que este tipo de publicaciones se vuelvan virales. Esta vez, el señalado ha sido el yogur líquido de fresa de Mercadona. "Ojo, padres y madres, con esto. No se lo déis a los niños [...] Estas botellas son muy dañinas y carentes de cualquier alimento", se puede leer al principio de la publicación del grupo conspiranoico La Fuerza de la Unión.
En concreto, los dos ingredientes señalados son un colorante -el ácido carmínico, cochinilla o E-120- y un edulcorante -el jarabe de glucosa-. Según esta publicación, la cochinilla es un aditivo que "se consigue aplastando insectos", que "se combina con aluminio, amoniaco o calcio para extraer las tonalidades de colores", y sobre el que se han podido "constatar varios casos de fuertes reacciones alérgicas y de asma".
Para más inri, la publicación también afirma que "a través de pruebas de laboratorio con algunos roedores se ha constatado una merma importante en su desarrollo y crecimiento, y en experimentos con conejos, se ha podido apreciar cómo aumentaban sus bazos". Ahí es nada. Leído en frío y tras un aviso sobre lo "dañinos" que pueden resultar estos yogures, no es de extrañar que semejantes afirmaciones causen alarma. En realidad, se trata de una mezcla de mentiras y medias verdades creada ad hoc para asustar al personal.
"Ya en los años 70 se lanzó la idea de que el ácido carmínico provocaba hiperactividad en niños. Los estudios científicos nunca han podido corroborar esta tesis y han revelado que no existe relación directa entre el consumo de colorantes y problemas del comportamiento", explicaba Miguel Ángel Granado, experto en seguridad alimentaria y responsable de Food & Safe, hace sólo unas semanas en un artículo sobre otro bulo vinculado a las hamburguesas de Mercadona.
Tal y como contó Granado, tampoco es cierto que el ácido carmínico pueda provocar reacciones alérgicas o asma en personas sanas. De igual forma, no existe ninguna evidencia científica para afirmar que el E-120 provoque problemas en el crecimiento y el desarrollo de los niños. "Todos los aditivos que se utilizan en la industria alimentaria son sometidos a controles y estudios en los que se verifica su seguridad y se obtienen datos para conocer la dosis máxima permitida", confirmaba. "Eso no quita que haya personas con hipersensibilidad a ciertos componentes y que le afecten en su salud, al igual que existen alergias e intolerancias muy específicas", añade.
El jarabe de glucosa
El jarabe de glucosa es el otro ingrediente señalado por la publicación. Tal y como reza el post, se trata de un edulcorante alternativo al azúcar poco recomendable, pero ni mucho menos se puede decir que este componente sea el "principal causante de la obesidad en el mundo" de forma aislada. Así lo explica el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (Eufic): "Muchos factores contribuyen al desarrollo de la obesidad. Los nutricionistas, expertos en salud y los investigadores suelen coincidir en que la causa principal de la obesidad se debe al desequilibrio entre las calorías consumidas y las calorías quemadas. Las calorías excesivas pueden consumirse en forma de grasas, proteínas, alcohol o carbohidratos".
Según la Eufic, algunos informes dan a entender que el exceso de consumo de JGF (jarabe de glucosa) podría ser responsable de la crisis de obesidad que existe actualmente en EEUU. Sin embargo, el organismo matiza que "los índices de obesidad también han aumentado radicalmente en toda Europa, donde el aumento del consumo de JGF no tiene punto de comparación, lo que deja presuponer que el JGF no es el único responsable de la creciente incidencia de obesidad".
De igual forma, el remedio que ofrece este grupo conspiranoico ("a los niños, si les quieres dar yogur, se lo das natural y se lo endulzas en casa") no es tampoco una solución saludable. El azúcar que tenemos en casa es igual de perjudicial que el que añadimos al resto de alimentos, de tal forma que estaríamos pervirtiendo este producto por mucho azúcar "natural" que le echemos. "El jarabe de maíz y el azúcar común son tan similares que la mayoría de los expertos dicen que sus efectos en el organismos son básicamente los mismos", señalaba hace algún tiempo un artículo publicado en The New York Times.
En realidad, pese a que tradicionalmente se ha relacionado el consumo de yogur con efectos beneficiosos para la salud, un estudio publicado el año pasado en la prestigiosa revista The BMJ denunció que una amplia mayoría contienen una cantidad de azúcar excesiva, por lo que conviene fijarse muy bien en la etiqueta. Así, los especialistas recomiendan que, a la hora de decantarnos por una variedad en concreto, optemos por el yogur natural sin azúcares añadidos o por el griego. Éste último, pese a tener un alto contenido en grasa, consigue tener un poder saciante mayor que un desnatado y además es rico en vitaminas liposolubles.
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