Durante años, la industria del vino ha vendido su producto como saludable por contener polifenoles, unos compuestos con propiedades cardioprotectoras que parecían otorgar a la bebida alcohólica ese efecto. Aunque es cierto que algunos estudios avalan esta particularidad del vino, la realidad es que la ciencia ha demostrado por activa y por pasiva que no se trata de una bebida buena para la salud, ni siquiera si se toma una sola copa al día.
Esto no quita para que los científicos hayan dejado de estudiar los polifenoles, cuyas propiedades antioxidantes siguen dando alegrías a la ciencia, sobre todo si se tiene en cuenta que no es el vino la única fuente de los mismos.
La última noticia en este sentido se ha publicado en la revista Neuropharmacology y se trata de una investigación liderada por Xiaoxing Yin, profesor en la Universidad Médica Xuzhou de China.
En el estudio se ha visto que el polifenol resveratrol tiene efectos antiestrés que están ligados a una acción bloqueante de la expresión de una enzima que maneja esta sensación en el cerebro.
El trabajo, que se ha llevado a cabo sobre todo en la Universidad de Buffalo (EEUU), arroja luz sobre cómo el resveratrol impacta los procesos neurológicos. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1990 y 2013, el número de personas con depresión o ansiedad en todo el mundo ha aumentado cerca de un 50%, y ha pasado de los 416 millones a los 615 millones.
Así, el impacto potencial de esta investigación podría suponer algo muy necesario: una nueva alternativa terapéutica para estos trastornos. "El resveratrol puede ser una alternativa eficaz a los fármacos para estos pacientes", explica Ying Xu, uno de los autores de la investigación, profesor en la universidad estadounidense.
¿Dónde se encuentra este compuesto?
El resveratrol no flota mágicamente en el vino. El compuesto se puede encontrar, eso sí, en la fruta que da origen a esta bebida alcohólica, en concreto en su piel y en las semillas. Pero no sólo las uvas son fuente de este polifenol, también lo serían los frutos rojos -berrys en inglés-.
Pero si bien ya se sospechaba que el resveratrol tenía propiedades antidepresivas, lo que no se conocía hasta ahora era el mecanismo que las generaba. En concreto, es su relación con la enzima fosfodiesterasa 4 (PDE4), que a su vez está influida por la corticosterona, también llamada hormona del estrés.
La costicosterona regula las respuestas del organismo al estrés. Pero, ¿qué sucede cuando nuestros niveles de estrés se disparan? La hormona circula en exceso por el cerebro, sus niveles se disparan y esto afecta tanto al desarrollo de ansiedad como al de la depresión y otros desórdenes mentales.
Pero la relación entre ambas circunstancias, al igual que los niveles a los que tiene que circular la hormona para que se den las mismas, no termina de estar clara para los investigadores. Como resultado, una ecuación que podría ser simple, se convierte en una complicada, sobre todo en lo que se refiere al desarrollo de nuevos fármacos.
Por esta razón, los medicamentos actuales se centran en otras hormonas que circulan por el cerebro, como la serotonina y la noradrenalina. Pero sólo un tercio de los pacientes con depresión consiguen que esta desaparezca de sus vidas por completo con la farmacología disponible. De ahí la necesidad desesperada de nuevas alternativas terapéuticas.
Según los autores de este estudio, un trabajo llevado a cabo en ratones demostró que la enzima PDE4 inducida por cantidades excesivas de corticosterona provocaba comportamientos asociados a la depresión y la ansiedad.
Lo hacía al reducir la presencia de una molécula mensajera llamada monofosfato adenosina cíclico, que señala cambios fisiológicos como la división, cambios, migraciones y muerte celular, todo lo cual lleva a alteraciones en el cerebro. Al tener efectos neuroprotectores frente a la corticosterona inhibiendo la expresión de PDE4, el resveratrol se podría utilizar como componente en nuevos antidepresivos, concluyen.