Durante décadas, la recomendación de consumir dietas pobres en sal, o concretamente pobres en sodio, ha sido una de las tácticas nutricionales más repetidas con el objetivo de reducir el riesgo cardiovascular de la población general. De hecho, el exceso de sal provoca múltiples enfermedades, y los españoles la consumimos en cantidades desorbitadas.
Además de reducir este exceso, habrían otros métodos para compensar los daños cardiovasculares ocasionados por la sal. Al menos, así lo afirma un reciente estudio a cargo de los investigadores de la Universidad de Pensilvania: el queso podría compensar los daños ocasionados por una dieta alta en sal.
Según el nuevo trabajo llegado a cabo por el investigador Billie Alba y sus colegas, los antioxidantes naturalmente presentes en el queso tendrían un potencial protector para los vasos sanguíneos, pudiendo protegerlos de los daños ocasionados por los altos niveles de la sal dietética del mundo occidental actual.
En el estudio, aleatorizado y de diseño cruzado, se comprobó que las dietas altas en sodio producían una disfunción de los vasos sanguíneos. Sin embargo, si los mismos voluntarios consumían cuatro porciones de queso diarias, junto a los mismos niveles de sodio, no se experimentaban tales efectos dañinos.
Como recuerda Alba, actualmente existen multitud de recomendaciones con el objetivo de reducir el sodio dietético, e incluso la industria alimentaria está empezando a reducir significativamente la cantidad de este mineral en los alimentos procesados. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer, y el consumo de lácteos como el queso podría ayudar en el camino. De hecho, se trata de una conclusión llamativa, dado que hasta ahora el queso y los lácteos enteros en general solían desterrarse de las dietas de protección vascular, dado que sus niveles de grasa se relacionaban con un aumento del riesgo cardiovascular. Hoy en día se sabe que ese no es el problema de base.
Por otro lado, cabe destacar que el sodio es un mineral necesario y esencial para la salud humana, pero en pequeñas dosis. Según la American Heart Association (AHA), no se deberían exceder los 2.300 mg de sodio diarios, siendo 1.500 mg la cantidad ideal. Incluso han llegado a sugerir que 500 mg de sodio diarios serían suficientes.
En estudios anteriores ya se habría relacionado el consumo de lácteos, incluso de aquellos con altos niveles de sodio, con una mejor salud cardiovascular. Por ello, Alba y sus colegas quisieron analizar la conexión entre queso y riesgo cardiovascular más a fondo.
Un estudio pequeño
Aunque los resultados son alentadores, el estudio no carece de limitaciones. Una de ellas es su tamaño, dado que los investigadores tan sólo reclutaron a 11 individuos adultos sin hipertensión arterial.
Cada uno de estos voluntarios siguió cuatro dietas separadas durante ocho días a la vez: una dieta baja en sodio (1.500 mg de sodio) sin lácteos; una dieta baja en sodio y alta en queso (170 g diarios); una dieta alta en sodio (5.500 mg de sodio) y sin lácteos; y una dieta alta en sodio y alta en queso.
Todos los participantes llevaron a cabo todas las dietas, separadas en el tiempo. Pero, como nueva limitación, cada una de las dietas solo duró poco más de una semana. Cuando finalizaban la dieta, se analizaron sus vasos sanguíneos usando acetilcolina subdérmica. Así mismo, también se midió su presión arterial y se les tomaron muestras de orina.
Según los hallazgos del estudio, tras una semana de dieta alta en sodio y sin lácteos, los vasos sanguíneos daban señales de lesiones; sin embargo, estas lesiones no aparecían si se realizaban una dieta alta en sodio y alta en queso.
Los investigadores no pueden asegurar que estos efectos sobre los vasos sanguíneos se deban a un ingrediente específico del queso, pero sugieren que los antioxidantes presentes en los mismos podrían ser un factor clave.
Por el momento, será necesario continuar investigando, ampliando la cantidad de participantes y el tiempo durante el cual se lleva a cabo la dieta rica en lácteos.