La enfermedad hepática no alcohólica, más conocida como hígado graso no alcohólico (NAFLD, en sus siglas en inglés), ha superado durante las últimas décadas a la cirrosis o enfermedad hepática provocada por exceso de consumo de alcohol. Se sabe que afecta a mil millones de personas en todo el mundo, e inicialmente no causa síntoma alguno. De hecho, suele descubrirse por casualidad cuando se realiza una ecografía de hígado por otros motivos.
Aún así, hasta el 25% de los individuos que sufren esta dolencia acaba desarrollando cirrosis avanzada y hasta cáncer de hígado, pudiendo llegar a un desenlace fatal.
Ahora, un estudio publicado en la revista Cell Metabolism, podría ayudar a conocer mejor cómo se desarrolla esta enfermedad hepática.
Todo comenzó cuando la microbióloga Jing Yuan, del Instituto Capital de Pediatría de Beijing y autora principal del trabajo, atendió a un hombre de 27 años que acudió a su hospital de referencia. Refería episodios de intoxicación inexplicable de 10 años de evolución, que habían ido empeorando progresivamente. Inicialmente se sospechó que este individuo era bebedor, por lo que se le sometió a un test de alcoholemia, demostrando elevados niveles de alcohol en sangre. Pero el problema es que el hombre tenía la seguridad de que él no había bebido y así se lo explicó a sus médicos. De hecho, continuó, cuando consumía refrescos llegaba a sufrir síntomas de intoxicación etílica sin explicación.
Anteriormente, este hombre había sido diagnosticado de síndrome de embriaguez automática o síndrome de autodestilación. Se trata de una enfermedad rara, donde las personas "se emborrachan" al consumir alimentos ricos en almidón o ricos en azúcares libres.
Se cree que esta patología es causada por la fermentación intestinal, donde el microbioma tiene un papel clave, pero también se necesitan levaduras intestinales en abundancia.
Sin embargo, en este caso, el tratamiento contra las levaduras no tuvo éxito. Por otro lado, cuando se realizaron biopsias de su hígado, de identificaron signos de esteatohepatitis no alcohólica o NASH en sus siglas inglesas, la forma grave del mencionado hígado graso. Se le traslado a la unidad de cuidados intensivos para monitorizarlo: cuando el individuo comió una comida rica en azúcar, su nivel de alcohol sanguíneo se elevó a 400 mg/dl; en otras palabras, por su sangre corría la cantidad de alcohol que se desprendería del consumo de 15 tragos de whisky con un 40% de alcohol.
Dado que se sabe que algunos microorganismos pueden metabolizar los azúcares y convertirlos en alcohol, Yuan y sus colegas analizaron 14 muestras de heces del hombre, tomadas en diferentes momentos, para detectar fragmentos de ADN bacteriano específicos de cada especie. Se descubrió que, cuanto más alcohol en sangre se le detectaba, había hasta un 18.8% de bacterias tipo K. pneumoniae; hasta 900 veces más de lo normal. Además, cuando se colocaban dichas bacterias en un medio con levadura y azúcar, se podían aislar las cepas que producían alcohol y en qué intensidad lo producían.
Cómo el microbioma intestinal produce grasa en el hígado
Actualmente se sabe que la obesidad y la diabetes tienen una estrecha relación con el NAFLD, pero no se conoce el mecanismo por el cual la grasa llega a acumularse alrededor del hígado en miles de millones de personas alrededor del planeta. Algunos trabajos habrían relacionado esta enfermedad con las bacterias intestinales, pero actualmente se trata de una teoría controvertida, dado que la complejidad de la flora intestinal humana dificulta en grado sumo la clasificación de las diferentes especies bacterianas y su contribución a esta u otras enfermedades.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Cell Metabolism sugeriría que una cepa concreta de la bacteria Klebsiella pneumoniae se encontraría en grandes cantidades en los individuos que sufren higado graso. De hecho, esa misma cepa también habría demostrado causar daños en el hígado en experimentos en ratones.
La bacteria clave en el desarrollo del hígado graso
Tras detectar este peculiar aumento bacteriano en este paciente, los investigadores analizaron las heces de 43 pacientes con hígado graso, 32 de los cuales padecían la forma NASH, y compararon dichas muestras con 48 personas sanas. De nuevo, se detectaron altos niveles de cepas de K. pneumoniae, con un elevado contenido de alcohol (HiAlc) o con niveles de alcohol medio, en al menos 61% de los pacientes con hígado graso, respecto al 6% de los pacientes sin enfermedad.
En este caso, para comprobar sus hallazgos, los investigadores alimentaron a ratones con diferentes sustancias: algunos recibieron una dieta con K. pneumoniae HiAlc junto a alcohol o una mezcla de levaduras y azúcares. A las 4 semanas, los ratones que recibieron la bacteria o el alcohol sufrieron daño hepático, pero los demás no. Además, también colocaron microorganismos del paciente original en ratones libres de gérmenes y sanos, y también acabaron desarrollando daño hepático, por lo que los resultados son significativos según los investigadores y expertos ajenos al estudio.
En teoría, según datos de la literatura médica, los pacientes afectos de hígado graso no alcohólico no tienen por qué emborracharse sin beber alcohol, y los roedores que recibieron las bacterias HiAlc tampoco llegaron a desarrollar el síndrome de embriaguez que tenía el paciente. Así pues, los investigadores decidieron darles a estos roedores con las bacterias HiAlc altas dosis de glucosa, lo que sí dio lugar a altos niveles de alcohol sanguíneo, provocándoles claros comportamientos de embriaguez. Por su parte, cuando se ofreció a los pacientes con hígado graso alimentos con elevado contenido de glucosa o fructosa, también provocó una elevación de sus niveles de alcohol en sangre, sin precisar el consumo externo del mismo.
Por tanto, estos resultados sugieren que administrar glucosa oral, o bien alimentos muy ricos en azúcares libres en pacientes que ya sufren hígado graso no alcohólico sí puede dar lugar a una embriaguez sin necesitar alcohol. De hecho, los investigadores sugieren que esta prueba, dar glucosa oral a pacientes que ya sufren hígado graso o NAFLD, podría ayudar a predecir si dichos pacientes evolucionarán próximamente a la forma NASH, dado que en dicha forma es donde mayores niveles de bacterias K. pneumoniae HiAlc se producen.
Por el momento se sabe que el paciente inicial se pudo recuperar de su síndrome de embriaguez automática secundario a las bacterias intestinales tras tomar antibióticos y cambiar radicalmente su dieta. Además, su hígado graso en forma NASH también mejoró.
Ahora, el siguiente paso en el equipo de investigadores es seguir estudiando los microorganismos intestinales de diferentes tipos de personas, incluyendo niños, durante el paso del tiempo. El objetivo es descubrir por qué algunas personas tienen determinadas cepas de K. pneumoniae HiAlc o altamente productoras de alcohol en su microbioma intestinal, y otras no.