Habitualmente se suelen relacionar las dietas ricas en fruta y verdura, y reducidas en carne, con mayores beneficios a nivel cardiovascular y cerebrovascular. De hecho son muchos los estudios que abogan por dicha premisa: más alimentos de origen vegetal, a la vez que se reducen los alimentos de origen animal.
En dicho ámbito, las dietas vegetarianas y veganas son el punto más elevado en cuanto a alimentación basada en plantas se refiere. Y, de hecho, los estudios suelen relacionarlas con beneficios a nivel cardiovascular, reduciendo el riesgo de muerte por cualquier causa, y la muerte por infarto cardíaco y enfermedades cardiovasculares en general. Sin embargo, un reciente estudio procedente de Reino Unido ha detectado una relación paradójica: las dietas vegetarianas o veganas reducen el riesgo de enfermedad cardíaca, pero aumentan el riesgo de sufrir un ictus.
Para llegar a tal conclusión, un grupo de investigadores anglosajones siguieron a 48.188 individuos de mediana edad, sin antecedentes de infarto o ictus, durante una media de 18 años.
Según sus resultados, publicados en el British Medical Journal, hasta 2.820 individuos desarrollaron enfermedad arterial coronaria, siendo proclives a sufrir infartos cardíacos; por su parte, hasta 519 individuos sufrieron accidentes cerebrovasculares isquémicos y otros 300 individuos sufrieron accidentes cerebrovasculares hemorrágicos, causados por un coágulo u obstrucción sanguínea y por roturas de vasos sanguíneos, respectivamente.
Según los hallazgos del estudio, aquellos individuos vegetarianos o veganos tenían hasta un 22% menos de riesgo de desarrollar enfermedad arterial coronaria en comparación a los individuos carnívoros. Dicha probabilidad equivaldría a 10 casos menos de enfermedad arterial por cada 1.000 individuos durante 10 años entre los vegetarianos, en comparación a los individuos que consumen carne.
Sin explicación clara
Pero, por otro lado, también se llegó a la conclusión de que los vegetarianos o veganos tenían hasta un 20% más de probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular o ictus, concretamente un ictus hemorrágico. Dicha probabilidad equivaldría a 3 casos más de ictus por cada 1000 individuos durante 10 años entre los vegetarianos, en comparación a los individuos que consumen parte.
Los investigadores han especificado que tanto los individuos vegetarianos como aquellos que consumían mayores cantidades de pescado tenían a tener un índice de masa corporal más bajo; además, tenían menores tasas de hipertensión, colesterol elevado o diabetes, en comparación a los consumidores de carne, algo que explicaría el menor riesgo de enfermedad cardíaca.
Sin embargo, el aumento de riesgo de sufrir un ictus entre los individuos vegetarianos no tiene una explicación clara, aunque algunos estudios recientes sugieren que, a pesar de poseer menores niveles de colesterol, algo que sería un factor protector contra las enfermedades cardiovasculares, llegar a unos niveles muy disminuidos de colesterol sí daría lugar a un mayor riesgo de sufrir un ictus de tipo hermorrágico. Y ese es precisamente el tipo de ictus que más afecta a los individuos vegetarianos, según el nuevo estudio.
De hecho, en comparación, tanto los individuos vegetarianos como los consumidores de carne tenían unas tasas de ictus isquémico similares; sin embargo, los vegetarianos tenían hasta un 43% más de probabilidades de sufrir un ictus hemorrágico, algo que a su vez aumentaba la tasa total de ictus en conjunto al comparar vegetarianos y carnívoros. Así mismo, tampoco se detectaron diferencias en las tasas de infartos cardíacos según los hábitos alimenticios, sino tan solo en el grado de lesión coronaria como tal.
Cambio de hábitos tras el paso de los años
Durante el estudio, se evaluaron los hábitos de los participantes mediante cuestionarios al inicio del trabajo, pero algunos de ellos también completaron el mismo cuestionario 14 años después.
Se clasificó como "carnívoros" a aquellos que consumían cualquier clase de carne, independientemente de si comían pescado, lácteos o huevos. En total, hasta 24.428 individuos fueron clasificados como tal, y el 96% de ellos seguían siendo carnívoros a lo largo del seguimiento. Por su parte, había 7.506 individuos consumidores de pescado, pero que no comían carne, y el 57% de ellos siguieron los mismos hábitos tras el paso de los años. Por otro lado, 16.254 individuos se identificaron como vegetarianos o veganos, pues no comían carne ni pescado, y hasta el 73% de ellos continuó con los mismos hábitos sin cambios.
Como bien puntualizan los investigadores, las pautas dietéticas actuales abogan por aumentar la ingesta de alimentos ricos en nutrientes, como frutas y verduras, a la vez que se reduciría la ingesta de alimentos ultraprocesados. La alimentación basada en plantas parece ser la más sostenible a largo plazo, pero cambiar patrones dietéticos por salud personal o por salud planetaria no implicaría convertirse en vegetariano, como también recuerdan los mismos investigadores. De hecho, algunos estudios ya hablan de la "dieta flexitariana", o de reducir poco a poco el consumo de carne, sin cesarlo en su totalidad.
Por el momento, será necesario seguir estudiando respecto al riesgo cardio y cerebrovascular y su relación con los hábitos alimenticios.