Es cierto, chupar las cabezas de las gambas no es lo más recomendable del mundo desde el punto de vista de la salud. Pese a ser un bocado exquisito, en esta zona de su anatomía se acumulan algunos metales pesados como el cadmio, una sustancia muy poco recomendable para nuestro organismo que almacenan algunos crustáceos. Sin embargo, lejos de ser algo novedoso, se trata de una recomendación que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) emitió en el año 2011 y no ahora, tal y como han publicado algunos medios.
"Sanidad advierte del peligro de chupar las cabezas de las gambas esta Navidad", "La Agencia de Seguridad Alimentaria desaconseja chupar las cabezas de las gambas", o "Alerta sanitaria: chupar las cabezas de las gambas puede provocar cáncer a largo plazo" son algunos de los titulares que hemos podido leer este lunes en distintos diarios de nuestro país. En realidad, no se trata de una nueva advertencia del Ministerio de Sanidad, sino del efecto viral de una no-noticia sobre uno de los alimentos más consumidos en Navidad y que ha desatado la alerta entre muchos consumidores, tal y como ha explicado Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y dietista-nutricionista, en su cuenta de Twitter.
Como decíamos, el problema de la acumulación de cadmio en las cabezas de las gambas no es nuevo. De hecho, EL ESPAÑOL publicó un artículo en julio en el que se abordaba el asunto. Esta sustancia, al igual que ocurre con el mercurio, se encuentra en el medio ambiente como resultado de la acción del hombre y de procesos naturales como las emisiones volcánicas. Los crustáceos son unos bichitos que acumulan el cadmio en sus vísceras, y las gambas lo hacen especialmente en la cabeza, aunque también en otras partes de su anatomía.
Según explicó la Aesan hace casi 9 años, el problema con esta sustancia radica en que puede acumularse en el hígado y los riñones de los seres humanos, y permanecer ahí durante décadas (las investigaciones calculan que entre 10 y 30 años). Este metal es un tóxico que puede causar disfunción renal, desmineralización de los huesos, fallo renal "después de una prolongada y/o alta exposición" y, a largo plazo, cáncer. De ahí que la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) lo haya clasificado como "cancerígeno para los humanos".
Así, el ciudadano de a pie acaba ingiriendo cadmio irremediablemente a través de la alimentación. En el caso de los crustáceos, el cadmio se acumula en el hepatopáncreas, una zona de su anatomía que en las gambas se sitúa en la cabeza, y en el caso de los cangrejos (uno de los crustáceos que más cadmio puede llegar a aportar a la dieta), en el cefalotórax, explica Beatriz Robles. "En un ejercicio de control llevado a cabo durante 2009 y 2010 por la Comisión Europea se puso de manifiesto que los niveles encontrados en la carne del interior de los crustáceos de tipo cangrejo eran muy altos y muy variables", advierte la Aesan.
Pese a que en las gambas encontramos unos niveles más bajos de este metal, "los datos datos disponibles apuntan a que la ingesta de cadmio cuando se consume la cabeza supone cuatro veces la ingesta que se obtendría al consumir sólo el abdomen". Por esta razón, tanto la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aesan) recomiendan evitar el consumo de estas partes del marisco. "Los consumidores de este tipo de productos deben ser conscientes de que el consumo de estas partes de los crustáceos puede conducir a una exposición inaceptable de cadmio, particularmente cuando el consumo es habitual", finaliza la Aesan.