La pasta es un alimento recurrente en nuestras dietas. Es fácil de cocinar y, además, suele gustar a muchas personas. Sin embargo, no deberíamos consumirla con la frecuencia que lo hacemos. La gran mayoría de las pastas que compramos en el supermercado están elaboradas con sémolas refinadas de algún cereal, generalmente trigo.
Es decir, el grano que se utiliza no es completo y, por tanto, sus hidratos de carbono se asimilan en el cuerpo con gran rapidez. Esta es la principal razón de que la pasta tenga un alto índice glucémico. Esto es, la capacidad de un alimento para aumentar la cantidad de glucosa en sangre.
Como respuesta a los subidones de azúcar, el cuerpo segrega insulina que, si no se utiliza completamente, sus restos se convierten en grasa. Esto pasa con todas las pastas de harinas refinadas, incluso aquellas de colores que dicen contar entre sus ingredientes con verduras. Los lacitos, coditos o espirales de esta pasta de colores no son, en realidad, mejor que los que son completamente blancos.
Pasta de legumbre
Sí, a pesar de que en la bolsa aparezcan ilustraciones de tomates o de hojas de espinacas, en realidad, el contenido en hortalizas es bastante bajo. De hecho, las pastas de colores que podemos encontrar en el supermercado contienen un escaso 5% de tomate, pero también las hay con 0,7% de espinacas en polvo.
La pasta de colores no es, por tanto, más saludable que la blanca aunque se venda como base para hacer ensaladas y otras elaboraciones que, a priori, parecen más ligeras. De todas formas, sí existe una que complace más a los expertos en Nutrición. Se trata de la pasta verde a base de harina de guisante y de la pasta roja hecha con harina de lenteja.
Estos alimentos cuentan con un 3% de azúcares, entre un 7% y un 10% de fibra y un 25% de proteínas. Estas pastas a base de legumbres y verduras superan en proteínas a la pasta convencional elaborada con harinas, pero, eso sí, su precio también es bastante más elevado.