Un equipo de investigadoras de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) ha realizado un estudio comparativo de tres de los enfoques dietéticos más populares a día de hoy: la siempre fiable dieta mediterránea, el ayuno intermitente en boga como estrategia para reducir la obesidad, y la polémica 'dieta paleolítica' que aboga por "comer como un cavernícola" para una alimentación más natural.
Sus conclusiones, publicadas en el American Journal of Clinical Nutrition, detallan los beneficios para la salud y la pérdida de peso de cada una de estas dietas, pero más importante, hasta qué punto las personas que han optado por comer de esta manera lo siguen haciendo a largo plazo, desarrollando hábitos saludables para toda la vida.
El ayuno intermitente que siguieron los participantes consistió en una reducción de su ingesta energética hasta quedar en aproximadamente el 25% de su dieta habitual (500 kilocalorías para las mujeres y 600 kcal para los hombres) durante dos días de su elección a la semana. Esto condujo a una "pérdida ligeramente mayor de peso" que con las dos otras dietas, escriben.
Por otra parte, las personas que optaron por comer al estilo mediterráneo experimentaron mejoras en sus niveles de azúcar en sangre, destaca la Dra. Melyssa Roy, coautora del trabajo e investigadora del Departamento de Medicina. Además de este beneficio protector contra la diabetes de tipo 2, ambas dietas, mediterránea y ayuno intermitente, mejoraron clínicamente la presión sanguínea de los sujetos.
Se trataba de comprobar la eficacia de los patrones dietéticos en el "mundo real", en palabras de Roy, es decir, en personas que no están bajo el asesoramiento de un Dietista-Nutricionista para la pérdida de peso y tienen libertad para elegir lo que comen. Los 250 participantes escogieron uno de los tres patrones dietéticos según su gusto, y en ese sentido, la pérdida de peso fue "modesta": de dos a cuatro kilos en personas que partían de una situación de sobrepeso.
Sin embargo, los beneficios para la salud justificaban el cambio de hábitos alimentarios. Y es aquí donde entra el factor del largo plazo: a un año vista, la mayoría de personas había relajado la disciplina con la comida, excepto los que se habían decantado por la dieta mediterránea.
El mérito, explica la Dra. Michelle Jospe, otra de las autoras, es lo fácil que resultó adaptarse a comer al estilo mediterráneo incluso para ciudadanos de las antípodas: "Nuestros participantes podían ajustarse a las reglas de la dieta con mayor fidelidad que con el ayuno intermitente y la paleodieta, y tenían mayores probabilidades de seguir haciéndolo pasado un año, como demuestran las tasas de retención".
Estas normas de la dieta mediterránea incentivaban el consumo de fruta, verdura, cereales y panes de grano entero, nueces, legumbres, semillas y aceite de oliva, junto con un "moderado" aporte de pescado, pollo, y huevos; los lácteos y la carne roja, finalmente, se restringieron a una vez a la semana o menos.
Todo lo contrario que la 'paleodieta', que aboga por consumir proteínas de origen animal, vegetales pero no legumbres, frutos secos, derivados del coco y aceite de origen virgen extra. Esta forma de alimentación no está considerada como cardiosaludable (ni se parece a cómo comían realmente los pueblos del paleolítico) con lo que se modificó para introducir lácteos, legumbres y grano.
El 54% de los participantes optó por el ayuno intermitente, el 27% por la dieta mediterránea y el 18% por la paleodieta. El primer grupo logró la mayor pérdida de peso dentro del "modesto" margen de éxito, con 4 kilos de media por 2,8 del segundo y 1,8 del tercero. Pero cumplido el año, el 57% de los que comían al estilo mediterráneo lo seguía haciendo, con los que los beneficios se seguían acumulando.
"Aproximadamente la mitad de los participantes mantenía la dieta un año después y experimentaba mejoras en los marcadores de salud", destaca Roy. "Esto refuerza la idea de que no hay una única dieta 'correcta', sino que existen varias opciones que pueden acomodarse mejor y con eficacia a cada persona".
La adherencia, sin embargo, es fundamental desde el momento en el que cada individuo selecciona su propio patrón dietético en un entorno "real", sin supervisión médica. Y es aquí donde destaca la mediterránea: "La mejor dieta es la que incluye comidas saludables y se adapta a cada cual".