El arroz es uno de nuestros eternos aliados en la cocina. Se puede almacenar durante mucho tiempo —siempre y cuando no se haya cocinado—, combina con casi todo y, además, es muy energético. Sin embargo, es posible que hayamos oído alguna vez que el arroz contiene una sustancia peligrosa llamada arsénico inorgánico.
Esto es cierto. De todas formas, el arroz que podemos comprar en el supermercado es completamente seguro. La Unión Europea ha marcado un límite de arsénico que puede contener el arroz que se vende en el continente. Es decir, que la cantidad de esta sustancia química presente en el cereal no puede llegar a causar daños para nuestra salud.
A pesar de ello, si quieres reducir el arsénico que pueda contener tu arroz puedes aplicar dos trucos que Marián García (o Boticaria García, como se hace llamar en Twitter) explica en su libro El jamón de York no existe (La Esfera de los Libros, 2019). El primero de ellos es poner a remojo durante 8 horas el arroz y después cocinarlo. El otro es lavar el arroz bajo el grifo antes de cocinarlo; cuando el agua vuelva a salir clara, puedes cocinarlo.
El arsénico inorgánico se encuentra en el ambiente de manera natural a consecuencia de incendios, erupciones volcánicas y la erosión de las rocas. De todas formas, también los humanos somos responsables de una parte del arsénico que hay en la naturaleza. Se incorpora a través de las emisiones industriales y también por el uso de pesticidas. Por desgracia, el arroz puede absorber hasta 10 veces más cantidad de arsénico que el resto de cereales.