Son muchos los bulos que estos días corren como la pólvora por grupos de Whatsapp y redes sociales. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que gestiona la peor crisis sanitaria que se recuerda en mucho tiempo, ha dedicado una página entera a desmontarlos. Sin embargo, la desinformación es más rápida, y son muchas las personas que siguen creyendo que el ajo puede ayudar a prevenir la infección, que enjuagarse la nariz con una solución salina evita que nos contagiemos o, uno de los más famosos, que un extra de vitamina C estos días puede ser un arma infalible contra los virus.
Se trata de un mito que, pese a que ha sido desmontado en infinidad de ocasiones, sigue vigente en el imaginario colectivo. De hecho, algunos influencers se han lanzado a las redes sociales a recomendar su consumo. Desmontar el bulo de un plumazo sería fácil: si la vitamina C evita que nos resfriemos y es capaz de curarnos de una infección vírica, ¿por qué las organizaciones sanitarias de todo el mundo no la recomiendan? En realidad, ni la vitamina C, ni el ajo, ni el jengibre, ni ningún otro alimento va a evitar que nos contagiemos.
El origen de este mito es de sobra conocido y tiene como protagonista a Linus Pauling, premio Nobel de Química. Pauling, considerado el padre de la biología molecular, realizó un ensayo clínico hace décadas junto con el bioquímico Irwin Stone con el objetivo de probar la hipótesis de que la vitamina C no sólo prevenía el catarro, sino que también lo curaba. El ensayo realizado incurrió en errores de bulto y fue desmontada por otros investigadores tiempo después.
Esto no impidió que el científico publicase un libro en 1970 titulado La vitamina C y el resfriado común, donde se podían leer afirmaciones tales como: "Dosis elevadas de suplementos de vitamina C pueden curarlo todo, desde enfermedades cardíacas a la lepra, e incluso el cáncer". Con la publicación del controvertido libro, Pauling consiguió que el mito se extendiera hasta nuestros días.
Cuál es la realidad
Multitud de investigaciones han desmontado las afirmaciones de Pauling sobre las supuestas bondades de la vitamina C para combatir el resfriado común. La más robusta fue publicada en 2013, que tras analizar decenas de trabajos científicos concluía que lo de curarnos de los virus y reducir la frecuencia de los resfriados, nanai. Tampoco hay ninguna evidencia que pruebe que el consumo de vitamina C pueda ayudar a prevenir el cáncer, por ejemplo, como alguna vez se ha llegado a afirmar.
Por lo tanto, olvídate del zumo de naranja exprimido por las mañanas, porque lo que sí que puede conseguir es aumentar tu riesgo de mortalidad. Ni más ni menos. Sin embargo, conviene puntualizar que, aunque la vitamina C no tiene propiedades milagrosas a la hora de curar enfermedades, algunos estudios han observado que puede ayudar al buen funcionamiento del sistema inmunitario. Ahora, una cosa es contribuir a que nuestro organismo funcione correctamente y otra muy distinta que tomar vitamina C por encima de nuestras posibilidades sirva para obtener beneficios para la salud extra.
En realidad, también conviene señalar las naranjas ni siquiera son los alimentos que tienen una mayor cantidad de vitamina C. En el perejil, el pimiento rojo, el kiwi, o el brócoli la podemos encontrar en una proporción más elevada, por ejemplo. Se trata de un nutriente esencial para los seres humanos ya que interviene en un buen número de reacciones metabólicas y, además, su carencia provoca que podamos desarrollar escorbuto. Esta vieja enfermedad produce problemas de pelo y de la piel, e incluso hematomas y hemorragias.
Las necesidades diarias de vitamina C para una persona adulta son de 80 miligramos, una cantidad que se alcanza de sobra a través de un dieta normal en la que se incluyan frutas y verduras. Si aún con todo y con eso quieres tomar zumo de naranja, adelante. Pero no lo hagas para prevenir el coronavirus (ni la gripe o el resfriado). Ah, tampoco es necesario que te lo tomes del tirón en cuanto exprimas la naranja. También está demostrado que a los zumos no se les van las vitaminas. De momento, la forma más efectiva de evitar el virus sigue siendo lavarse las manos, no tocarse los ojos, la nariz o la boca, y mantenerse alejado de cualquier persona que presente los síntomas.