El miedo es libre, reza un dicho castellano del que seguro existen versiones en casi todos los idiomas. Por eso, no es tan extraño que desde que empezaron a llegar imágenes, que en ese momento parecían distópicas, desde una ciudad china de la que pocos españoles habían oído hablar en la que se había desarrollado una enfermedad que contagiaba a muchísima gente y provocaba el fallecimiento de numerosos ancianos y médicos, muchas personas de todos los países acudieran a sus farmacias y compraran "por si acaso" mascarillas.
Al fin y al cabo, todos en China las llevaban puestas y se trataba de material barato que, además, apenas ocupaba espacio en casa. Porque, ¿y si esa misteriosa enfermedad que al principio se llamaba neumonía de Wuhan y luego se bautizó como COVID-19, acababa llegando a otros países?
La realidad se ha empeñado en demostrar que el virus causante de la misma, el nuevo coronavirus Sars CoV-2, no sólo no entendía de fronteras, sino que le gustaba mucho más el Mediterráneo que el país asiático. Primero fue Italia quien superó en casos y en muertos a China; después, esta misma semana, España.
Desde que se decretó el estado de alarma sanitaria para la gestión de la pandemia por coronavirus y se instó al confinamiento para evitar el riesgo de transmisión y contagio, excepto en situaciones muy bien definidas, no es extraño ver por la calle a gente vistiendo mascarillas. Las llevan de todo tipo, desde las más simples que acostumbramos a ver en los hospitales, a unas que, directamente, parecen haber sido diseñadas para entrar en Chernobyl justo después de la explosión.
Fuentes del sector de la fabricación y distribución de EPIs señalan a EL ESPAÑOL que cuando hablamos de mascarillas hablamos de dos tipos de productos, las mascarillas quirúrgicas, que son las que suelen usar los médicos, con dos o tres pliegues horizontales y dos gomas que se ajustan a la parte inferior y superior de las orejas y las las mascarillas con filtros, las que forman parte de los Equipos de Protección Individual (EPIs).
Las primeras, las quirúrgicas son las que se usan cuando un médico hace una operación, para que no contamine al paciente ni a los medios sanitarios que lo rodean, tanto de coronavirus como de otros patógenos.
Mientras tanto, las otras sirven para proteger al usuario del entorno. Se usan sobre todo en ambientes industriales, cuando hay partículas que no queremos inhalar. Pero también sirven para virus y bacterias. Ambas, quirúrgicas y EPIs, pueden llevar o no válvula.
Si una persona tiene sospecha de padecer infección por el nuevo coronavirus, debería utilizar las mascarillas quirúrgicas, para que cuando tosa o estornude las gotas gruesas de más de cinco micras por las que se transmite el virus no se propaguen a las personas cercanas y, sobre todo, a las superficies donde perviven varias horas.
Recomendaciones de la OMS
Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud son claras: si una persona está sana, sólo tiene que llevar mascarillas si cuida de una persona con riesgo de contagiarse fácilmente del virus; si se tose o estornuda, también. Dichas recomendaciones se refieren a las mascarillas quirúrgicas y a la población general.
En el caso de los trabajadores sanitarios, las mascarillas quirúrgicas son mucho más esenciales que en la población general, como los son en otro tipo de trabajadores expuestos al coronavirus, desde las personas que limpian los centros sanitarios a los auxiliares que trabajan en las residencias donde, como se ha visto, la entrada del Sars CoV-2 hace estragos. De ahí, la alerta ante la escasez de este componente, que podría verse paliada con la compra a China por parte del Gobierno de 550 millones de mascarillas quirúrgicas que, según la OMS, deberían utilizar siempre que estén en una sala con infectados por el nuevo coronavirus o con sospechar de estarlo, es decir, en cualquier hospital o centro sanitario.
Pero entonces, ¿quiénes serían los principales destinatarios de las mascarillas de los EPIs? En personas sanas, sólo habría que utilizarlas si van a estar expuestos a pacientes sospechosos y confirmados, algo que, en principio, nadie debería hacer.
Los profesionales sanitarios han de vestir este tipo de mascarillas cuando van a llevar a cabo ciertos procedimientos médicos que hacen que el paciente genere partículas más pequeñas, lo que se conoce como aerosoles. En situaciones normales, los aerosoles no transmiten el virus pero se ha demostrado que sí lo hacen en contextos médicos. ¿Cuándo puede pasar esto? Por ejemplo, cuando un especialista intuba a un paciente, le coloca ventilación no invasiva, le efectúa una traqueotomía, una resucitación cardiopulmonar, ventilación manual o una broncoscopia.
En dichas situaciones, no bastaría con usar sólo las mascarillas, sino también el resto del equipo de protección, como las gafas, que tendría que ser certificadas y panorámicas, según las mismas fuentes.
Otras profesiones también deberían usar estas mascarillas profesionales. Por ejemplo, los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que pueden tener que acercarse a personas de las que desconocen su condición física y no mantener la distancia de seguridad repetida una y mil veces por las autoridades sanitarias, entre un metro y dos. De hecho, este sector profesional también se ha visto muy atacado por el coronavirus.
Distintas mascarillas
Pero basta con echar un vistazo a cualquier supermercado para ver que la gente mezcla churras con merinas o, en otras palabras, mascarillas quirúrgicas con EPIs. Así una persona puede llevar una de estas últimas, sentirse seguro y acercarse más de la cuenta a la persona que tose o, en general, relajarse en sus precauciones. Sería absurdo, puesto que no sólo está desaprovechan un recurso enormemente necesario en estos momentos, sino que no protege a los demás en caso de que él esté infectado y no lo sepa, que es la finalidad principal del famoso #quedateencasa.
No es raro pensar que estas mascarillas son mejores que las quirúrgicas; suelen ser más caras, son más aparatosas y visten más. Difícil pasar desapercibido con una de ellas. Además, muchos de los anuncios que todavía hoy inundan internet para ofrecer mascarillas fuera de los circuitos oficiales apelan a que sus productos son EPIs lo que, según las mismas fuentes, se demuestra según su certificación. En Europa, ésta se denomina FFP y hay de tres niveles, FFP1, 2 y3. En EEUU, el certificado de idoneidad es N95 y, en China, KN95. "Desde que se empezó a notar la escasez de productos, el Gobierno decidió permitir el marcado americano y el chino", apuntan la fuente del sector de la fabricación y distribución de EPIs.
Sin embargo, las más recomendables para salir a la calle -cuando no queda más remedio- son las quirúrgicas. Esto, que puede parecer una locura de hipocondriacos -la OMS lo desaconseja y también lo hace el Ministerio de Sanidad- empieza a contar con voces médicas que lo apoyan, aunque con muchos peros. El principal: que esta medida jamás debe sustituir a las más importantes, mantener las distancias y extremar la higiene.
El jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Germans Trias i Pujol, Ventura Clotet, que compagina su labor asistencial con el desarrollo de una vacuna frente al Sars CoV-2, comenta a EL ESPAÑOL: "Lo que tiene sentido en una pandemia que se transmite a través de secreciones orofaríngeas que se expulsan al hablar o al toser, es llevar una mascarilla si eres el infectado, porque estás protegiendo a los demás ya que, al toser estás eliminando el virus y evitas que vaya a llegar a otras personas y lo inhalen o bien que se quede en superficies que toquen otras personas que luego se toquen la cara".
El reconocido especialista en VIH, que ahora pelea contra un virus mucho más nuevo pero que comparte la sensación de impotencia que imperó con la llegada del virus del sida, entiende que la mascarilla no es totalmente eficiente para frenar del todo al virus y que hay que utilizarla bien, lo que implica no compartirla y no reutilizarla -a no ser que sea de fabricación casera y siempre después de lavarla-. "Si es así, algo frenará y algo estaremos disminuyendo", apunta.
El especialista en medicina preventiva de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) insiste en primer lugar al abordar este asunto para EL ESPAÑOL en que las medidas de higiene son las más importantes para protegerse del virus y proteger de éste a los demás, en caso de que sea transmisor y se desconozca -se han documentado casos de transmisión asintomática, aunque son los menos-.
El experto habla de la promiscuidad táctil un concepto importante al hablar de un virus que se mantiene activo durante horas e incluso días en algunas superficies. Además, como señala el experto, el virus es muy difícil ahora mismo adquirirlo por exposición directa, ya que es raro que la gente no tome precauciones al toser o estornudar, pero que esto no se aplica a las superficies. "La gente se toca la cara una media de 20 veces por hora", comenta.
Tocarse la cara
Y ahí es donde cree que las mascarillas, siempre las quirúrgicas, sí pueden tener un papel a la hora de salir a la calle cuando es imprescindible. "Te pueden ayudar a impedir que te toques la cara", relata. Este experto advierte contra el uso de mascarillas con válvula, que no evitarían el contagio porque el aire sale directamente sin filtrar, aunque son más cómodas para llevarlas puestas mucho rato.
Por esta razón comenta que cuando cualquier persona entra en la CUN con mascarilla, lo primero que hacen en la puerta es comprobar si tiene válvula, para proceder a taparla con un esparadrapo para evitar ese peligro.
Guillén apunta además que las mascarillas con válvula -las hay quirúrgicas y EPIs- pueden ser incluso peligrosas. "Podemos estar con una persona vulnerable y dar una falsa sensación de seguridad y que esta persona se confíe y se relaje a la hora de acercarse demasiado a alguien".
En definitiva, todo parece indicar que llevar mascarillas cuando se sale a la calle no es necesario ni estrictamente recomendable pero que, desde luego, puede ayudar sobre todo a disminuir la capacidad de transmisión en personas que no saben que tienen el virus, bien porque los síntomas sean muy leves o porque le pasen desapercibidos. Entonces, ¿mascarillas sí o no? La respuesta sería un sí condicionado. Sólo usarlas si a) hay y no se pueden donar a personal sanitario -lo más necesitados- y b) si se sabe cuál usar en cada momento y cómo ponérselas y quitárselas, lo que hay que hacer siempre desde detrás de la cabeza evitando tocar la parte delantera. Pero de nada servirán estas precauciones si no se extrema la higiene y el mantenimiento de la distancia.