La cantidad de bulos sanitarios que brotan y pulula al calor de la pandemia de COVID-19, la enfermedad transmitida por el coronavirus SARS-CoV-2, ha sido calificada como una epidemia en sí misma por la OMS. Estas desinformaciones surgen por multitud de motivos: confusiones y mala comprensión de datos científicos, intereses espúreos para comercializar productos ineficaces, manipulaciones con fines políticos, estafas o, simplemente, por el afán de notoriedad y de gastar bromas virales.
La proliferación de falsedades ya ha obligado a las autoridades a intervenir, como cuando el Ministerio de Sanidad pidió a los influencers que dejasen de recomendar "beber agua muy caliente" para "matar al coronavirus", o el trabajo de la Policía Nacional para alertar de engaños que sacan provecho de la crisis. Sin embargo, el goteo de presuntos remedios caseros contra el COVID-19 es inacabable, y como la propia enfermedad, repunta y se propaga en cadenas de mensajes a medida que avanza por el planeta.
Uno de estos bulos es el que recomienda tomar "alimentos alcalinos" que aumenten el 'pH' de nuestro organismo de modo que resulte "inadecuado para el coronavirus" y le impida sobrevivir. Este mensaje incorpora una lista de productos con un pH presuntamente elevado. Notablemente, cítricos como limones, lima y mandarinas, pero también aguacates y el tan socorrido ajo, el ingrediente favorito de las teóricas 'curas naturales' que, en el ámbito del SARS-CoV-2 como en los demás, son falsas.
Como en muchos mensajes falsos referidos al coronavirus, hay cierta base científica detrás. El potencial de Hidrógeno o pH es una medida de la acidez o la alcalinidad de un medio: de cero a siete, se considera ácido, y de siete a catorce, como alcalino. El pH de la sangre arterial está entre 7,35 y 7,45, por lo que se considera ligeramente alcalina, mientras que la mayoría de las excreciones y secreciones del cuerpo, como la orina y el sudor, son ácidas.
También hay otra base científica tras la idea de usar el pH para frenar el coronavirus. Es uno de los efectos que se está probando en la lucha contra el COVID-19 del uso de la hidroxicloroquina, un fármaco antipalúdico y para las enfermedades autoinmunes y que, según se está comprobando en ensayos médicos, puede servir para reducir la intensidad de la infección en un paciente positivo y al mismo tiempo dificultar el contagio en sus contactos más directos.
¿Por qué son un bulo entonces los alimentos alcalinos contra el SARS-CoV-2? Empecemos primero por la segunda respuesta: la hidroxicloroquina actúa específicamente sobre el pH del líquido del interior de las células, el citosol. Y lo hace bajándolo, provocando su acidificación. Así lo explicaba la investigadora Elena Gómez-Díaz a EL ESPAÑOL: "El virus, al entrar, forma una vesícula que debe deshacerse para que pueda fusionarse y producir la infección, pero si el pH es inadecuado, esta vesícula no consigue romperse".
La estrategia preventiva basada en acciones sobre el pH sería farmacológica, por tanto, complementaria a otros tratamientos, y únicamente a nivel celular. Nunca dietética, y esto es, principalmente, porque lo que comemos no modifica la alcalinidad de nuestra sangre. Si hemos oído y leído lo contrario en innumerables artículos, programas y posts de celebrities es a raíz de la 'dieta alcalina', una moda nutricional sin base científica que conlleva serios riesgos de carencias.
Su popularidad parte del libro The pH miracle firmado por el "Dr." Robert Young; las comillas se refieren al hecho de que el autor ha acabado en prisión en EEUU por ejercer la medicina sin licencia. Según Young, hay que fomentar la alcalinidad de la sangre comiendo alimentos alcalinos y evitando los ácidos para reducir enfermedades, perder peso, aumentar la energía, reforzar el sistema inmunológico y experimentar mejoras en el sueño y en la digestión.
Muchos de los "alimentos alcalinos" son frutas y vegetales, por lo que strictu sensu, esta dieta es saludable. Pero veta por ejemplo las legumbres o el pescado, con lo que la persona que la siga se expondría a carencias nutricionales, por ejemplo de proteínas y de minerales. Y se basa en una falacia: el organismo dispone de un sistema de regulación en el que intervienen los riñones, los pulmones, la piel y diversos "tampones" a nivel celular. Unos niveles alterados de pH serían indicativos de una enfermedad y no de la dieta.
Y si todavía quedaban dudas, basta mirar los niveles de pH asociados a los alimentos en el mensaje viral para darnos cuenta de lo absurdo del contenido. Si el limón tuviera realmente un pH de 9,9, estaría muy lejos de la acidez: en realidad, su pH es de 2, y es de los alimentos más ácidos que podemos consumir. Entre los más alcalinos está el huevo, con un pH de 8. ¿Un pH de 15,6 para el aguacate, saliéndose de la escala de la alcalinidad conocida? Lo más a mano, con un pH de 12-13, sería la lejía.