La pizza tal y como la conocemos actualmente es un plato que los napolitanos empezaron a elaborar en el siglo XVII para alimentar a los ciudadanos más humildes, según coinciden buena parte de estudiosos. En su origen, sus ingredientes no eran tan variados como ahora. Se hacía con masa de pan, salsa de tomate, orégano, ajo, aceite de oliva, algo de albahaca y queso. Nada más. En la década de 1900 empezó su internacionalización. Llegó a EE.UU. de la mano de los inmigrantes italianos y después las franquicias de comida rápida popularizaron la pizza entre los estadounidenses. También fue el principio de la perversión de este plato artesanal, elaborado con productos de calidad de la cocina mediterránea.
El título de ser uno de los platos más conocidos del mundo también trajo consigo algunas deformaciones. A las cadenas de fast food se sumó la industria alimentaria que empezó a fabricar pizzas precocinadas. Para proteger este plano de las imitaciones, la Unión Europea concedió en 2009 el certificado de "especialidad tradicional garantizada" a la pizza napolitana. Según los maestros "la auténtica pizza" debe elaborarse en horno de leña, la base debe esta hecha a mano y no debe ser más gruesa de un centímetro. Por suerte, en la actualidad hay un buen puñado de pizzerías que ofrecen platos bien trabajados como alternativa a las cadenas pizzeras. La pizza precocinada que se vende en supermercados es sin duda la más barata.
Ésta última opción es también la menos interesante nutricionalmente. Si se quiere preparar en casa, la opción más sana es comprar los ingredientes para hacer la masa casera. "Yo no recomendaré nunca las pizzas precocinadas, es preferible que el consumidor se haga la pizza en casa. Las precocinadas tendrán más grasas, aditivos como emulgentes, texturizantes, correctores de acidez (...) Todo esto nos lo podemos ahorrar", explicó a EL ESPAÑOL Juana María González, directora técnica de la clínica Alimmenta.
Así, aunque ninguna pizza precocinada es recomendable en una dieta equilibrada, "puntualmente tampoco es muy grave" si se sigue una alimentación sana regularmente, matiza José Miguel Mulet, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia. Si se consume ocasionalmente, los nutricionistas recomiendan que la ración no supere los 120-180 gramos (algo así como un tercio o mitad de la pizza) y que se acompañe con una guarnición de ensalada.
Dicho esto, si aún quedan ganas de cenar uno de estos platos precocinados, estas son las marcas con más y menos calorías por cada 100 gramos de las variedades más populares, según la información que ofrece la web de Carrefour:
-Pizza jamón y queso: la pizza de masa fina de la marca Buitoni (congelada) es la que menos caloría tiene, 210 kcal, y la más calórica es la de Campofrío, con 270 kcal.
-Pizza cuatro quesos: la pizza Casa di Mama de Dr.Oetker es la que menos calorías tiene, 226 kcal, frente a las 293 kcal de la marca Campofrío.
-Pizza barbacoa: la opción de pizza de pollo y BBQ de Buitoni tiene 220 kcal. Le sigue la Ristorante de Dr. Oetker, con 232 kcal, frente a las 278 kcal de la opción de Campofrío.
-Pizza de pollo: la pizza de pollo de Carrefour tiene 194 kcal, mientras que la que más calorías tiene de esta variedad es de nuevo la de la marca Campofrío, con 263 kcal.
Fuera de las opciones más populares, la pizza de verduras Bella Napoli de Buitoni tiene solo 177 kcal.
Por último, hay que señalar que contar calorías y cumplir con la ingesta diaria recomendada no quiere decir que se esté siguiendo una alimentación sana y equilibrada. Además de fijarse en las calorías que marca la etiqueta, hay que mirar el aporte nutricional del alimento a nuestro organismo.
En el caso de estas pizzas tienen un elevado aporte de grasas saturadas. Éstas sobre todo se encuentran en carnes rojas, quesos, leche, margarinas, mantequillas y bollería industrial, y se deberían evitar ya que aumenta el colesterol, el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y la obesidad. También hay que tener en cuenta el alto aporte de azúcares y sal de este plato precocinado.
Con todo esto, quedarse en las calorías puede llevar a error y pensar que se está siguiendo una alimentación sana. Para comer bien y no engordar lo mejor es seguir las claves del plato de Harvard.