Lo confieso. Aunque llevo semanas advirtiendo de que los test rápidos no son la solución mágica para acabar con la pandemia del coronavirus, estaba nerviosa cuando acudimos a la cita con Belén Barreiro, directora general de Ingenasa.
El motivo de mi visita era hacerme uno de los famosos test rápidos para detectar la presencia de anticuerpos al coronavirus Sars CoV-2, pero no me iba a hacer uno cualquiera, sino el primer test rápido desarrollado íntegramente por una compañía española. De regalo, me harían un test de anticuerpos de laboratorio, con el sistema ELISA.
Por una parte quería dar positivo, ya que hacerlo es lo que más tranquilidad da al respecto ahora mismo. Por otra, pensaba, quizás fuera mejor dar negativo y no haber estado en contacto con el virus que ha puesto al mundo patas arriba. Casos como el de Ortega Smith nos han hecho recordar que haber sufrido el Covid-19 puede traer desagradables secuelas.
El hecho de poder hacerme la prueba en un laboratorio situado en pleno Madrid es lo que garantiza, según Barreiro, que la falta de test no vaya a ser un problema en el caso de que las cifras del coronavirus vuelvan a dispararse y se produzca el temido rebrote que anticiparía una segunda oleada del patógeno.
Ingenasa también ha fabricado el kit para hacer la prueba con el sistema ELISA, la que más fiable se considera ahora mismo para detectar exposición al virus, aunque no sirve para localizar la infección aguda: para ello, sigue siendo necesaria la PCR, que sí fabrican diversas empresas españolas.
Sólo dos empresas españolas hacen test de anticuerpos en laboratorio: Vircell e Ingenasa. Esta última -y es la única española- también hace los lateral flow, esas pruebas rápidas de las que el Gobierno adquirió a China 5,5 millones de unidades, pero de las que menos se habla últimamente: en la fase de desescalada lo que más importa es detectar rápido a los nuevos infectados y poder controlar la expansión del virus.
El 3 de mayo, el test ELISA de Ingenasa recibió el marcado CE y el 5 lo hacía el rápido, ese que en diez minutos te dice si has estado en contacto con el virus. Es algo que resalta mucho Barreiro: de los resultados de estas pruebas ni se puede diagnosticar a alguien de Covid-19 ni mandar a nadie a ponerse en aislamiento.
Puesto que las pruebas de validación que ha hecho la biotecnológica aseguran que su ELISA tiene una sensibilidad del 98,3% y una especificidad del 99,2% y que el rápido posee una sensibilidad del 94,3% y una especificidad del 99,3%, propusimos un reto a la directora: nos haríamos las dos y veríamos si ambos resultados coincidían. (Spoiler: lo hicieron).
Antes de someternos al test, es necesario cuestionar a Barreiro sobre la mala fama de la que gozan estas pruebas, que en un principio se veían como la herramienta clave para controlar la expansión del virus.
"La primera en la frente fueron los test de Bioeasy, que tuvieron que mandar de vuelta a China y ya se empezó a asociar test rápido con mala calidad. Pero ahora hay muchísimas marcas de lateral flow, la mayor parte chinas. Hay empresas muy buenas y muy malas, pero casi es más importante quién las haga", resume la directiva.
Barreiro cuenta el caso de una conocida suya que se hizo un test rápido en una clínica de fertilidad. "Son una familia de tres miembros -ella, su marido y su hija- que habían pasado la cuarentena juntos; al marido, le dio negativo, a ella positivo para anticuerpos IgG -los que se supone que da inmunidad- y a la hija positivo para IgM; el informe decía que tenía "infección activa por coronavirus" y que debía aislarse", cuenta. "Le dije que no es que negara los resultados, pero que carecían de lógica y le hice unos de los nuestros: los tres eran negativos".
"Te da inseguridad porque te preguntas: ¿qué es lo que está habiendo en el mercado? Yo no he probado esos test y lo que te he contado es una muestra ridícula y muy particular, pero te preguntas qué es lo que anda por ahí y qué correspondencia tiene con la realidad, da un poco de miedo", concluye.
Así, antes de entrar al juzgado, le preguntamos en qué se debe fijar un particular o una empresa antes de hacerse test de anticuerpos. "Que los hagan en un laboratorio de humana, que no sea un advenedizo, que lleve tiempo haciendo análisis; esos lugares deben hacer sus propias pruebas de contrastación de los kits que elijan antes de usarlos; pero obviamente no lo pueden demostrar; al final, es como si vas a un taller con el coche roto y te engañan...".
El test rápido
Parece poca cosa el test rápido: una simple tirita que en muy poco tiempo dirá si nuestra sangre ha estado en contacto con el coronavirus. Pero detrás de eso que alguien podría definir como un trocito de cartón hay muchísima ciencia.
Lo primero es fabricar la proteína del virus, esa parte específica donde el sistema inmune se une con el patógeno. Para ello, se obtiene un gen del Sars CoV-2 y se incrusta en una bacteria, para que sea expresado por la misma y se pueda obtener esa proteína, que será la clave tanto del test ELISA como del rápido.
Esa proteína se purifica y se mete en los kits que se utilizan en los dos tipos de test; a ella se tendrán que pegar los anticuerpos de la sangre si los hay. En el caso del test rápido, la proteína está rodeando a unas pelotas de látex (todo minúsculo, claro) dentro de una membrana de microcelulosa.
Barreiro explica cómo funciona el lateral flow en un lenguaje asequible: "Las muestras, apenas veinte microlitros de sangre capilar -obtenida con un simple pinchazo en el dedo- se depositan en la almohadilla de recepción, de ahí pasa a otro material donde está el conjugado que son las nanoparticulas de látex rodeadas de proteína. A ellas se unirán los anticuerpos que reconozcan la proteína del virus, y al añadir unas gotas de diluyente se inicia la migración de esa mezcla por la membrana de nitrocelulosa. Cuando la mezcla alcanza la zona en la que hemos impreso mas proteína, los anticuerpos también la reconocerán y se unirán a ella. Como estos anticuerpos ya llevaban la nanopartícula adherida, se producirá un acumulo de bolitas de latex coloreado en la zona de la línea y la señal se hará visible. El anticuerpo actúa como haciendo de puente de unión entre la proteína que hay en la línea impresa en la membrana y la proteína que recubre la bolita de látex. Por eso se produce una banda negra".
Pero antes que eso, lo primero es desarrollar y producir una proteína del virus, esa parte específica donde el sistema inmune se une con el patógeno. Para ello, se parte de un gen del Sars CoV-2 y se incrusta en una bacteria, para que sea expresado por la misma y se pueda obtener esa proteína, que será la clave tanto del test ELISA como del rápido.
Esta proteína se purifica y sirve de base para el diseño de los dos tipos de test; a ella se unirán los anticuerpos de la sangre si los hay. En el caso del test rápido, la proteína se usa a dos niveles: recubriendo unas nanoparticulas (bolitas microscópicas) de látex coloreado en este caso negro, y también se usa para imprimir una línea de proteína en la tira de nitrocelulosa.
El pinchazo no duele absolutamente nada, y eso que a nosotras nos sacan más sangre de lo habitual. También usarán sangre capilar para hacernos el ELISA, que habitualmente se hace con sangre venosa.
Aunque el proceso de lectura tarda diez minutos, la investigadora anticipa a menos de cinco del pinchazo el resultado: "Nada, esto tiene toda la pinta de ser negativo". Cuando finalmente se cumple el plazo, lo vemos claro: en la tira no hay ninguna raya negra.
El test ELISA
Vamos ahora a otra parte de las instalaciones, donde veremos cómo es el proceso con la técnica ELISA, mucho más compleja y laboriosa y que tarda alrededor de dos horas en ofrecer los resultados a quienes hacen la prueba -si alguien se hace el test en un laboratorio, tardarán algo más en dar los resultados-.
La clave del kit de la ELISA es, a primera vista, una estructura de plástico -placa- con 96 huequecitos, que se llaman pocillos. Ahí se pondrá el plasma sanguíneo y cambiará de color si tiene anticuerpos frente al Covid-19.
Pero eso que parece plástico y que, como el test rápido, podría ser cualquier cosa sin importancia, tiene también mucha química detrás. Normalmente, la lectura de placas se hace en un laboratorio externo -los clientes de Ingenasa-, pero en esta ocasión nos lo harán allí mismo para poder ver todo el proceso.
"El pocillo está tapizado con la proteína y cuando añades el suero si tiene anticuerpos van a reconocer a la proteína y se van a pegar. Lo lavas con lo que se llama "solución de lavado" de manera que si hay anticuerpos estos permanecerán pegados, pero elimina todo material no unido específicamente, sobretodo el resto de los anticuerpos de la muestra que no reconocen a esta proteína", comienza Barreiro la explicación.
"Luego añades un reactivo que se llama "conjugado" y que es la misma proteína N del Sars CoV-2, pero marcada con una enzima que es la peroxidasa. Cuando la añadimos, los anticuerpos (pegados ya a la proteína que tapiza el pocillo), la vuelven a reconocer, y se queda todo adherido como un sandwich, incluyendo ese enzima (la peroxidasa) que iba marcando a la proteína del conjugado. Y tras lavar una vez mas para eliminar todo lo que no se haya unido específicamente, añadimos el ultimo reactivo, que en contacto con la enzima produce una reacción que provoca un cambio de color. Eso significa que tiene inmunidad, aunque la respuesta inmune es compleja y tiene desde la parte celular hasta la respuesta de anticuerpos", explica Barreiro.
En los test ELISA (del ingles, Enzyme Linked Immunosorbent Assay) la muestra que se utiliza es el plasma o el suero de la sangre y para obtenerlo, en mi caso, metieron mi muestra de sangre en una centrífuga. "En esa máquina lo que se hace es que pones el tubo con tu sangre, y eso se mueve a 12.000 revoluciones por minuto, de tal forma que las células de tu sangre se van al fondo y lo que te queda arriba es el suero. Este se recoge y se pasa a otro tubo ya limpio y sin células. Te quedas sólo con lo líquido", añade la directora de Ingenasa, también vicepresidenta de la Asociación Española de Empresas Biotecnológicas (ASEBIO).
Después comienza la parte más larga del proceso. Tras meter ese plasma en el pocillo, se incuba con diluyente. "Media hora después, hay que lavar la placa para eliminar todo el material que no se haya unido, todo el diluyente y el resto del plasma que no se haya unido se elimina. Se lava con un lavador automático o con una pipeta, repitiéndose el proceso tres veces. Después añadiríamos el conjugado, que se ve de un color cercano al morado. Se incubaría otra media hora, volveríamos a lavar y añadiríamos el sustrato de la reacción, y así todas las muestras que sean positivas van a desarrollar un color azul. Finalmente la intensidad de ese color se leer en un equipo (lector de densidades ópticas) , y con ese resultado se calcula un ratio, teniendo en cuenta el resultado de una muestra control que también se incluye en el kit. Este ratio es una magnitud numérica que llamamos S/P y cuanto más alto sea éste, más anticuerpos hay", detalla Barreiro.
Somos testigos de todo el proceso. Al final, hay algo que nos ha quedado claro: nuestros pocillos tienen que quedar transparentes y no morados. Si no sucede así, habrán ocurridos dos cosas: la primera, que sí habremos estado en contacto con el coronavirus y, la segunda, que el test rápido no coincidirá con el lento. Éste fue el resultado.
Antes de dejar la sede de Ingenasa y poco después de confirmar que somos carne de segunda ola del Sars CoV-2, le pregunto a la directora de Ingenasa a quién recomendaría hacerse la prueba y qué hay que hacer con los distintos resultados.
Ella, a pesar de la recomendación negativa de Sanidad, sí sugiere hacerla a las empresas, sobre todo a aquellas que han implantado el teletrabajo y vuelven ahora a acoger a sus empleados. Lo hace por dos razones, cree que los trabajadores han de saber el grado de inmunidad que hay entre el personal y cree que se tiene que publicar la estadística. "Tienes la radiografía".
A nivel individual, cree que alguien que sepa manejar datos con confidencialidad debería estar informado del estado serológico de cada empleado. "A mi modo de ver lo ideal sería repetir ese estudio cada 15 días, porque vas a saber si alguien ha seroconvertido. En ese caso, ese reponsable tendría que dirigirse a este trabajador y decirle: "Ojo, porque o estás pasando la infección o lo has pasado, ahora mismo te vas a hacer una PCR y me cuentas el resultado y hacemos la búsqueda de con quién has estado estos 15 días, para que se repita el proceso con ellos".
Las pruebas rápidas que hacen en Ingenasa no distinguen entre anticuerpos G y M. "Nuestra aproximación es de doble reconocimiento, como lo está siendo la de Roche y la de Abbott, que sólo cuenta los IgG; lo hacemos así porque los estudios han demostrado que las IgM no son tan específicas", añade.
¿Y si uno da positivo en el test de anticuerpos? ¿Debe no volver a la empresa? "A alguien que da positivo tanto en el ELISA como en el rápido yo le preguntaría si es consciente de haber pasado la enfermedad; si no lo es, le repetiría el test a la semana y le dejaría ir a la oficina con mascarilla y con el compromiso de repetirse la prueba; si la persona sí es consciente de haber estado enferma, ya sí daría por supuesto que ha tenido infección y la ha superado, siempre que se encuentre bien", continúa.
Barreiro también recomienda la realización de pruebas a familias con un miembro de algún grupo de riesgo. "Por ejemplo, si tienen una abuela y el resto está entrando y saliendo, será bueno saber en qué situación se encuentran. No es para que bajes la guardia, es para saber lo que hay", concluye.
Eso sí, hacerse estos test no está incluido en las prestaciones del Sistema Nacional de Salud. Es algo que se entiende debido precisamente a la diversidad de pruebas en el mercado y la falta de consistencia de los resultados.
La sanidad pública se ha de centrar ahora en detectar los nuevos casos de Covid -19, aunque estudios como el Nacional de Seroprevalencia se seguirán haciendo tanto a nivel estatal como autonómico y poco a poco servirán para hacer una radiografía del verdadero impacto del Covid-19. Ojalá sea la única necesaria.