El tomate frito es, probablemente, la salsa más popular de España y parte del extranjero. Esta receta centenaria es desde hace mucho tiempo el complemento perfecto para que unos macarrones mediocres den un salto de calidad, o para que una pizza margarita, la más sencilla y básica de todas las pizzas, se torne una delicatessen que pareciera elaborada por el mismísimo Pino Prestanizzi. Bien es cierto que las diferencias entre un tomate frito casero y uno de bote pueden llegar a ser sonrojantes. Sin embargo, no menos cierto es que en los supermercados también podemos encontrar opciones más que aceptables.
Por esta razón, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) acaba de publicar un análisis de 113 tipos de tomate de bote que podemos encontrar en los establecimientos de nuestro país a través de las tres categorías diferentes que hay: tomate triturado, salsa de tomate y tomate frito. Así, según el trabajo realizado por los especialistas de la OCU, el mejor tomate frito del supermercado es el Sofrito Casero de la marca Gallina Blanca, que obtiene la máxima puntuación y se elabora con aceite de oliva virgen extra.
¿Cómo ha llegado la OCU a esta conclusión? Según explica la organización, para realizar el análisis nutricional de las distintas variedades de tomate envasado se han fijado principalmente en el contenido de cuatro nutrientes "cuyo consumo es aconsejable vigilar": grasas, grasas saturadas, azúcares y sal. De esta forma, el tomate frito de la marca Gallina Blanca es el que presenta una proporción más adecuada de estos nutrientes, con un contenido medio de grasas, un contenido bajo de grasas saturadas, y medio de azúcar.
En realidad, tal y como ya explicamos en EL ESPAÑOL, el tomate frito del supermercado no es realmente tomate frito. "El tomate frito realmente no está frito como tal. Es una denominación que lleva utilizándose desde hace mucho y está validada por la legislación, pero técnicamente el tomate no está sometido a un proceso de fritura", explicaba a este medio Mario Sánchez, tecnólogo de los alimentos y autor del blog de divulgación Sefifood. "En este caso, el tomate se pela, trocea, etcétera, y se va cociendo poco a poco (a bastante menos temperatura que en la fritura) mientras se mezcla con el aceite en grandes depósitos", apostillaba el especialista.
La norma que regula esta variedad de tomate envasado en España es el Real Decreto 858/1984. En ella se estipula cuál es el porcentaje mínimo o máximo de algunos ingredientes habituales. "Por ejemplo, el tomate debe suponer más de un 25% y encontramos de un 26 a un 92% en los 79 envases revisados de tomate frito", apunta la OCU. Asimismo, la consistencia del tomate frito también suele ser más espesa que la del triturado ya que en la elaboración de los primeros suelen utilizarse espesantes como el almidón.
El azúcar es otro de los componentes habituales que podemos encontrar en el tomate envasado. Actualmente, la ley no obliga a indicar qué porcentaje es añadido y cuál se encuentra de forma natural en el producto, por lo que es difícil conocer la cantidad. Lo que los especialistas recomiendan es fijarse muy bien en la lista de ingredientes y ver en qué posición aparece. En el caso del Sofrito Casero de Gallina Blanca, se encuentra por detrás del aceite de oliva virgen extra, cuyo porcentaje es del 5%. "En torno al 5% se pueden considerar aceptable, ya que más de la mitad de esa cifra procede del propio tomate", señala la OCU.
Eso sí, lo que conviene tener claro es que reclamos como "casero" o "natural", que habitualmente utilizan las marcas para darle a sus productos un halo más salutífero, no indican que estemos ante un producto mejor. La legislación no recoge estos términos, por lo que no estaremos ante un producto mejor. "Se ha encontrado un número significativo de productos que utilizan algunos reclamos como artesanal, tradicional, casero, de la abuela, cuando ninguna de estas calificaciones está regulada y cada fabricante las utiliza de manera discrecional", subraya la OCU.
Así, los especialistas recomiendan fijarse una vez más en la etiqueta del producto. Todo buen tomate frito que se precie deberá tener a esta hortaliza como principal protagonista, seguida del aceite de oliva virgen extra, la sal, el azúcar y, si acaso, un poquito de ajo. Nada más (y nada menos).