El mundillo de las marcas blancas es un universo insondable que desata verdaderas pasiones entre los consumidores. De hecho, si se dan una vuelta por internet, encontrarán cuentas de Instagram dedicadas a informar sobre las novedades que incorporan algunos supermercados españoles, grupos de Facebook con decenas de miles de usuarios en los que se habla de los nuevos productos de Mercadona, o foros como el mismísimo Forocoches, donde los forococheros no dejan de recomendar productos a buen precio para seguir una dieta sana y ponerse "rocoso".
Uno de los últimos productos de marca blanca al que el conocidísimo foro ha dedicado loas y alabanzas ha sido a la skyrella de Lidl, una suerte de mozzarella baja en grasas y rica en proteínas, que incluye cultivos microbianos como los del skyr, esa suerte de yogur griego procedente de Islandia que se elabora con cuajo y además es rico en probióticos. "La mozzarella fresca de Skyr es bien rocosa. Casi 30 gramos de proteína en esa bolita de 0,99 euros", decía hace unos días un usuario.
Pero, ¿de qué tipo de producto realmente estamos hablando? Si acudimos de la skyrella podemos ver que, al igual que la mozzarella tradicional, nos encontramos ante un queso fresco. Esto es: "el que está dispuesto para el consumo al finalizar el proceso de fabricación", según el Real Decreto 1113/2006, la norma de calidad que regula los quesos y quesos fundidos en España. Según esta ley, en nuestro país sólo pueden etiquetarse como quesos aquellos productos elaborados a partir de leche, cuajo, fermentos lácticos y sal.
La norma también permite que este lácteo se fabrique a partir de nata o suero de mantequilla y que contenga otros ingredientes como colorantes, cultivos microbianos, levaduras y especias. Así, la skyrella de Lidl básicamente es un queso fresco con las características de la mozzarella (bajo en grasa) pero, en lugar de con leche de búfala, se elabora con leche de vaca, e incluye cultivos microbianos propios del skyr, que favorecen nuestra salud intestinal.
Asimismo, los valores nutricionales de este producto se asemejan más al del popular yogur islandés que al de la mozzarella. La skyrella tiene, según se puede leer en su etiquetado, 2,6 gramos de grasas, 1,5 gramos de hidratos de carbono y -al loro- 22,5 gramos de proteínas. Además, su contenido calórico asciende a las 119 kilocalorías. Un skyr suele tener alrededor de 0,5 gramos de grasa, cuatro gramos de hidratos de carbono y hasta 11 gramos de proteínas, una cantidad bastante importante para un lácteo si tenemos en cuenta que la carne roja contiene alrededor de 25 gramos de proteínas en 100 gramos.
En realidad, el contenido graso de los lácteos no es realmente importante si lo que nos interesa es la salud general. Otra cosa es que se tenga que cumplir un objetivo como deportista y se necesite llevar una dieta con un bajo aporte de lípidos. "La presencia de grasa no tiene por qué ser perjudicial", reconocía el dietista-nutricionista Daniel Ursúa, autor del blog Nutrihabits, en otro artículo de EL ESPAÑOL sobre el skyr.
Así lo apuntan algunos estudios científicos en los últimos años. En 2018, un trabajo publicado en la revista The Lancet y realizado sobre más de 130.000 sujetos de 21 países distintos concluyó que aquellas personas que consumían lácteos enteros tenían unas tasas de enfermedad cardiovascular y mortalidad menores que los que tomaban desnatados.
Sea como fuere, lo cierto es que se trata de un producto con un perfil saludable que podemos incorporar a nuestra dieta sin problemas, pero sin asociar este producto con propiedades milagrosa alguna, tal y como defendía Ursúa al hablar del skyr: “Son [productos] saludables y beneficiosos para nuestra microbiota, pero no suplen la necesidad de llevar un estilo saludable”. Bon appétit.