Un equipo de investigadores del CIBER de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), adscritos a la Universidad de Navarra bajo la coordinación de Miguel A. Martínez-González, acaba de demostrar que el sistema usado para NutriScore funciona en España, tal como está previsto para su implantación, pues cuanto peor era la puntuación nutricional (menor calidad nutricional) más aumentaba el riesgo de mortalidad prematura.
Estos hallazgos, que han sido publicados en la revista Clinical Nutrition, contribuyen a respaldar la implantación de NutriScore en los países euromediterráneos.
La catedrática de la Universidad de Navarra y supervisora del trabajo, Maira Bes Rastrollo, concluye que "estos resultados coinciden con estudios de otros países y apoyan el establecimiento del NutriScore en España". "Además, es importante acompañar esta medida de otras estrategias educativas y políticas alimentarias amplias que favorezcan un mayor consumo de materias primas y alimentos mínimamente procesados, según el patrón alimentario mediterráneo tradicional", añade.
Los investigadores calcularon en cada voluntario la puntuación NutriScore para cada alimento y bebida agrupados en 136 categorías. A partir de esta información calcularon un índice global de calidad nutricional según NutriScore en cada uno de los 20.503 participantes de la cohorte SUN.
Una peor puntuación de este índice, que reflejaba un consumo global de alimentos de peor calidad nutricional, se asoció con un incremento relativo del riesgo de mortalidad prematura del 82% (con unos márgenes de confianza entre el 34% y el 147%) y una fuerte tendencia dosis-respuesta, es decir cuanta peor calidad nutricional, mayor mortalidad prematura. Específicamente, se multiplicaba por más de 2 el riesgo de mortalidad prematura por cáncer.
NutriScore asigna puntos en función de la composición nutricional por 100 gramos o 100 mililitros de cada producto y tiene en cuenta el contenido tanto de elementos menos saludables (calorías, azúcar, grasas saturadas y sodio) así como los más favorables (fibra, proteínas y el porcentaje de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y aceites de oliva u otros similares en composición).
La puntuación final se clasifica en cinco categorías para mostrar una graduación de cinco colores y letras en el etiquetado frontal. La mejor calidad nutricional se marca con la letra A y en color verde oscuro, mientras que la peor aparece con la letra D y en rojo.
De esta manera, el etiquetado frontal pretende ayudar a los consumidores a tomar decisiones responsables de compra más saludables al proporcionar información nutricional clara, sencilla y rápida de un solo vistazo.
"A pesar de su respaldo científico, no es un sistema perfecto. Es necesario realizar mejoras, entre las que se incluye una mejor distinción de los diferentes tipos de grasas, sobre todo por el importante papel protector del aceite de oliva en la dieta mediterránea tradicional. Así, en nuestro estudio encontramos que otorgarle al aceite de oliva la mejor calificación posible (A) era lo que presentaba mejores resultados", apostilla la primera autora del trabajo, Clara Gómez-Donoso.