Aunque hace tan solo unas décadas se tendía a pensar que la obesidad no es más que la consecuencia de comer en exceso y moverse demasiado poco, la realidad es que durante los últimos años se ha corroborado que esta epidemia metabólica que asola el planeta no es tan sencilla: existen multitud de factores a tener en cuenta para poder explicar la tendencia a la obesidad.
De hecho, se sabe que existen factores económicos, sociales y ambientales, mucho más allá de comer mucho y ejercitarse poco. Así mismo, tampoco se deben olvidar los diversos factores hormonales y genéticos relacionados con la obesidad, dado que serían piezas clave en el complejo puzzle que forma esta patología.
Teniendo en cuenta todos estos aspectos, un nuevo trabajo llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York (Estados Unidos), y publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), sugeriría que los niveles de estrógenos podrían predecir la tendencia a la obesidad. Tanto en hombres como en mujeres.
Concretamente, en este trabajo la profesora de radiología y directora del Centro de Género, Hormonas y Salud de la Escuela de Medicina Renaissance de la Universidad de Stony Brook, Anat Biegon, autora principal del trabajo, investigó junto a sus colegas la posible relación entre los niveles de la enzima aromatasa y el índice de masa corporal (IMC).
Dicha enzima tiene la misión de catalizar la síntesis de estrógenos, es decir, a menores niveles de artomatasa, menores niveles de estrógenos y mayores niveles de índice de masa corporal, según este nuevo trabajo.
Obesidad y problemas de autocontrol
Para demostrar tal relación, Biegon y sus colegas usaron estudios de imagen cerebral centrados en la amígdala mediante tomografía por emisión de positrones o PET. Dicha técnica no tiene como objetivo analizar anatómicamente una zona determinada, sino más bien el metabolismo activo de la zona en cuestión. Es una técnica similar al TAC o tomografía computerizada, pero en el PET se usa radiación emitida desde dentro del organismo.
Durante el estudio se analizaron los estudios PET cerebrales de 43 hombres y mujeres con una edad promedio de 40 años, y con pesos en diferentes rangos, desde pesos saludables hasta la obesidad. En el trabajo se buscaba, de forma concreta, obtener imágenes de la aromatasa cerebral, siendo esta una medida indirecta de los estrógenos cerebrales y su relación con la obesidad y otros problemas de autorregulación.
Se sabe que los estrógenos influyen en el peso corporal y en las respuestas conductuales a los estímulos basados en el apetito, motivo por el cual el estudio PET se centró en la aromatasa cerebral.
Y es que, según sus resultados, sí existiría una relación significativa entre los niveles de aromatasa cerebral y el IMC: a menor nivel de aromatasa (y por tanto de estrógenos cerebrales), mayor sería el nivel de IMC entre los individuos estudiados.
Este sería el primer estudio que demostraría tal correlación, siendo también a su vez el primer estudio que relacionaría los niveles de aromatasa con los problemas conductuales: a menor nivel de aromatasa, menor autocontrol individual. Además, el marcador serviría para medir el riesgo de obesidad y de problemas de autocontrol tanto en hombres como en mujeres.
Por el momento, como puntualiza la Dra. Biegon, tan solo se han estudiado los niveles de aromatasa en la amigdala. Sin embargo, en el futuro, tienen previsto examinar otras regiones cerebrales donde los estrógenos también tendrían un papel regulador en el apetito y el uso de energía. Podría estudiarse, como ejemplo, los niveles de aromatasa cerebral y su relación con los atracones; o bien intentar predecir el mantenimiento del peso frente a una recuperación del mismo tras una cirugía bariátrica. Las posibilidades son muy diversas.