Por nuestro trabajo o nuestras obligaciones familiares y personales, en España podemos comer cada día a una hora diferente y no llevar por tanto unos horarios regulares de comida. Algo que es un gran error.
Desayunar, comer y cenar cada día a la misma hora o bien llevar unos horarios más o menos estables de las tres principales comidas del día es fundamental, también, para mantener un buen estado de salud.
Por tanto, es esencial tener en cuenta no solo la alimentación o dieta que llevemos de forma regular o el ejercicio físico que hagamos a diario sino también la hora a la que desayunamos, comemos y cenamos. "Llevar horarios regulares, comer siempre a la misma hora y exigir a nuestro organismo llevar, por tanto, unas horas concretas de comida mejora el metabolismo, el rendimiento físico y mental", afirma a EL ESPAÑOL Cristina López de la Torre, médico endocrino y profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea.
Menos obesidad
De forma más específica, llevar y mantener unos horarios concretos en la alimentación "se ha asociado con menor riesgo de obesidad, síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares y una mejora en el estado de ánimo", añade la experta. Además, favorece en sí el funcionamiento de nuestro reloj biológico, tan importante para que podamos funcionar en todas nuestras tareas cotidianas y prácticas de nuestra vida.
Según explica López de la Torre, "todos los seres humanos tenemos en nuestro organismo, concretamente en el hipotálamo, un reloj biológico que regula los ritmos circadianos, los cuales ajustan y regularizan los cambios en las características físicas y mentales que ocurren en el transcurso de un día. Se podría denominar como una red jerárquica y especializada que dirige y mantiene los ritmos adecuados en las vías endocrinas y metabólicas necesarias para la homeostasis del organismo. El ritmo circadiano genera ritmos de 24 horas en procesos conductuales y fisiológicos y permite anticipar y adaptarse a los cambios ambientales diarios (ciclos diarios de luz y oscuridad) así como a la ingesta de alimentos".
Las guías de nutrición, dentro de sus directrices y consejos, además de exponer los alimentos que debemos ingerir con una mayor frecuencia, los que deberíamos reducir y de cómo debe ser el equilibrio y la variedad de nuestra dieta, también insisten ya, en la necesidad de mantener horarios regulares en las comidas.
Más glucosa
¿Pero qué pasaría si no hacemos caso a esto? Según López de la Torre, "los desajustes en los ritmos circadianos influyen y aumentan el riesgo de enfermedades metabólicas (diabetes mellitus 2, hipertensión arterial, etc., es decir, patologías relacionadas con el sobrepeso y la obesidad) y de enfermedades cardiovasculares. Estudios recientes asocian el cambio en los horarios de las comidas con un retraso en los ritmos de glucosa y una reducción de la concentración media de glucosa".
Por ejemplo, uno de los trabajos más recientes -y además español- que ha demostrado la importancia de los horarios en la alimentación ha sido publicado en 2019 por el Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición de la Universidad de Barcelona. El estudio demostró que la irregularidad en los horarios de las comidas durante los fines de semana (eating jet lag), podría estar relacionada con un aumento en el índice de masa corporal.
Por ello, no sólo es importante seguir horarios regulares de comida durante la semana sino también los fines de semana. Y a mayor desajuste, mayor impacto. Según este estudio, el mayor impacto sobre el índice de masa corporal se produciría cuando tenemos una diferencia de horarios de hasta más de tres horas". De modo que según los investigadores, no pasa nada por tener de margen una hora, "es decir, adelantar o atrasar una hora nuestros horarios de comida no está relacionado con la obesidad sino que son los grandes cambios.
Sin embargo, cuanto más regularidad llevemos, mejor; lógicamente no pasa nada porque un día o de forma ocasional comamos a una hora diferente o tengamos un mayor desajuste.
Lo importante es "es tener unos horarios más o menos similares para desayunar, almorzar y cenar y siempre en un margen determinado de tiempo. La regularidad en la alimentación hace que nuestro organismo funcione de manera correcta y que tengamos una sensación de bienestar completa", afirma López de la Torre.
De hecho, "los estudios nutricionales que abordan el efecto del horario de la alimentación con relación a la obesidad y el síndrome metabólico revelan la importancia de la regulación del ritmo circadiano como estrategia hacia el manejo terapéutico de enfermedades metabólicas y otras patologías".
Por último, si podemos elegir entre comer de forma regular más tarde o más temprano, mejor optar por lo segundo. Al menos, así lo ha comprobado un último estudio: "la ingesta tardía se asocia con factores de riesgo cardiometabólicos y una eficacia reducida para adelgazar". Según los investigadores, mejor comer antes de las tres de la tarde.