El inenarrable mundillo de los lácteos es un universo en el que es fácil perder la perspectiva. Ocurre porque, tanto en España como en el resto de países del mundo, la industria alimentaria se ha aprovechado del halo salutífero que siempre han tenido (impulsado por mitos como el de los tres vasos de leche al día) y ha elevado sus bondades, como dijo Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá. Ha ocurrido tradicionalmente con la leche, pero ocurre también desde hace años con los yogures.
El yogur es un alimento cuyo consumo ha sido asociado con múltiples beneficios para la salud. Distintas investigaciones han demostra que reduce el riesgo de padecer diabetes tipo 2, síndrome metabólico, y que contribuye sobremanera a tener una buena salud digestiva. Estos beneficios tienen que ver con la presencia de dos bacterias imprescindibles para que un yogur pueda llamarse yogur, según la norma de calidad española: Streptococcus Thremophilus y Lactobacillus Bulgaricus. En el caso de tener otros probióticos, estaríamos hablando de otro tipo de lácteos y no de yogur: las leches fermentadas.
Durante todo este tiempo, la virtud de este alimento que más ha calado en el imaginario colectivo es el que asocia su consumo con un menor sobrepeso. Algunas investigaciones apuntan que el yogur podría ser un gran aliado en la lucha contra un problema que afecta a una parte muy importante de la población española. Así se ha observado en algunos importantes trabajos realizados en nuestro país como el estudio SUN, dirigido por Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra.
"En el estudio SUN y en el Predimed hemos analizado en profundidad las propiedades del yogur, pues consideramos también que es el más saludable de entre los productos lácteos", escribe Martínez-González en su libro Salud a ciencia cierta (2018). "Se ha observado recientemente que el consumo de yogur se asocia a un menor riesgo de obesidad central (abdominal)". Sin embargo, para que el yogur sea un aliado efectivo en la pérdida de peso ha de cumplir dos requisitos imprescindibles que a menudo pasan desapercibidos.
El primero es que el yogur sea natural y no contenga azúcar añadido. Desde hace algún tiempo los nutricionistas vienen denunciando que la mayoría tiene un exceso de azúcar que acaba pervirtiendo su perfil nutricional. Así lo demostró hace un par de años un estudio publicado en la revista BMJ Open, que analizó más de 900 variedades distintas y concluyó que sólo un 9% tenía un contenido aceptable en azúcar. De la misma forma, otro estudio publicado en la revista Nutrients este mismo año confirmaba que, pese a haberse reducido el contenido en algunas variedades de yogur, el 85% de los que nos venden en las grandes superficies supera la cantidad recomendada para un producto como éste (no más de un 4% del total).
El segundo requisito, que es tan importante como el primero, tiene que ver con nuestra dieta en general. Para que el yogur contribuya a prevenir la ganancia de peso no debe sustituir nunca a la fruta como postre habitual. "La ganancia de peso disminuye en las dietas que incluyen yogur. Parece que este alimento tiene un efecto protector frente al sobrepeso y la obesidad", subraya Martínez-González en Salud a ciencia cierta.
Esto podría explicarse en base a lo que han apuntado otros trabajos científicos: la gente que come yogur es gente que, por lo general, se cuida más. Según un trabajo realizado por la Unidad de Nutrición Humana de la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona sobre más de 6.500 hombres y mujeres, los sujetos que toman más yogur son aquellas también que siguen una dieta más saludable. Es decir, comían más frutas, verduras y hortalizas, productos integrales, frutos secos, y consumían menos alcohol y productos elaborados a base de harinas refinadas.
¿Y qué ocurre con los probióticos? ¿No influyen estas bacterias en la pérdida de peso? Según Martínez-González, la influencia de estos bichitos no termina de estar del todo clara pese a lo que muchas marcas se han empeñado en publicitar. "Se ha visto que los probióticos que contiene [el yogur] pueden ser bastante beneficiosos para la flora intestinal, aunque no la cambian totalmente. Se requeriría un consumo muy continuado y las investigaciones son aún muy prematuras", escribe el epidemiólogo. "Lo que está claro es que este efecto beneficioso se pierde si se utiliza el yogur para sustituir a la fruta. [...] Hay que consumir ambas cosas: fruta habitualmente y yogur también. Aunque puestos a elegir, la fruta siempre será mejor como postre y para merendar", remacha.