Con la Navidad a la vuelta de la esquina en España, y a pesar de la actual pandemia COVID, los pensamientos en comida navideña ya han empezado a rondar la mente de muchos: carnes, pescados y guarniciones serán los protagonistas de muchas cenas en esta atípica Navidad. Sin embargo, y aunque muchas de estas comidas puedan resultar agradables y tentadoras para la vista y el paladar, la "comida bonita" no siempre es la más saludable.
Sin embargo, los consumidores sí solemos percibirlo como tal, un error de concepto que la industria alimentaria lleva años explotando con la finalidad de promocionar sus productos, como bien concluye un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad Southern California y publicado en el Journal of Marketing: jugar con la percepción y el apetito puede llevar a la falsa de idea de que algunos alimentos son sanos, cuando no lo son.
Como recuerda Linda Hagen, autora principal del trabajo y profesora asistente de marketing en la Escuela de Negocios Marshall de la UC, los profesionales del marketing suelen diseñar los platos de comida para que se vean bonitos y apetecibles; y eso, a su vez, se asocia en la mente humana con naturaleza, alimentos naturales y comida sana. Al final, el ser humano se deja engañar por la bellza de la comida, sin percatarse de que no es saludable.
Las apariencias engañan
Se calcula que los consumidores llegan a ver casi 7.000 anuncios de comida y restaurantes al año, unos 19 al día, y casi 3 de cada 4 promueven el consumo de comida rápida. A menudo los anunciantes usan equipos de estilistas de alimentos y modificaciones digitales para que los comestibles sean irresistibles: hamburguesas perfectas, circunferencias de pizza imposibles, o nachos o patatas fritas muy coloridos. Todo con el objetivo de seducir a los comensales.
Por ello, Hagen y sus colegas examinaron cómo la estética clásica usada en las presentaciones de los alimentos provocan un sesgo de percepción: la simetría, los patrones, el orden y el equilibrio son señas de identidad de la belleza clásica porque imitan a la naturaleza; la comida se ve bonita cuando copia características de la naturaleza, tales como las formas de las telarañas, los panales de abeja, las estrellas de mar, las puestas de sol o las alas de mariposa. Además, en investigaciones anteriores ya se habría sugerido que ver imágenes deliciosas de alimentos activa la corteza gustativa del cerebro simulando el sabor placentero de la comida.
En este caso, el estudio ha ido más allá, determinando si la estética bonita tiene otros efectos menos obvios en la elección de alimentos, analizando si los alimentos atractivos realmente parecen más saludables para los consumidores y, por tanto, influyen en sus decisiones.
Así pues, en una serie de experimentos con 4.300 voluntarios, los investigadores pidieron a los participantes que examinaran fotos de alimentos y muestras reales de alimentos, y que posteriormente evaluasen dichas fotos o muestras como saludables o no saludables, y procesadas o no procesadas.
Y las fotos, también
En el primer estudio, se pidió a 800 personas que buscaran en Internet y eligieran muestras de comida bonita o fea. Los voluntarios volvieron con imágenes de helados, lasaña, tortillas y bocadillos, entre otras. A continuación, se les pidió que calificasen estas comidas como nutritivas y saludables o no: todos los voluntarios, tanto mujeres como hombres, indicaron que la comida seleccionada sí era saludable.
En un segundo estudio, otros 400 voluntarios analizaron dos representaciones de tostadas de aguacate: una imagen que mostraba medias lunas de aguacate en rojadas, y otra que mostraba la fruta como una masa verde gruesa untada sobre el pan. Y, de nuevo, se pidió a los participantes que calificaran las imágenes según si eran saludables, naturales y si eran sabrosas.
En este caso, los sujetos indicaron que la versión bonita de la tostada, donde el aguacate estaba cortado en rojadas, era más saludable y natural; sin embargo, se consideraban ambas versiones caras y sabrosas.
En otro estudio con un grupo de 800 participantes ocurrió algo similar. En este caso, se mostró a los participantes magdalenas, pan de almendras con plátanos y un plato de espaguetis con salsa marinara, pero con una advertencia: antes de ver las imágenes, los investigadores les avisaron de que las imágenes que iban a ver eran estéticamente defectuosas o hermosas, según el caso, a pesar de que las imágenes eran exactamente iguales. Sin embargo, el prejuicio surtió efecto: los sujetos que creían que la foto era "fea" consideraron que dicha comida era menos natural y menos nutritiva que la comida "bonita", aunque no había una diferencia real.
En un experimento más, Hagen y sus colegas instalaron un puesto de frutas y verduras. Les dió a los estudiantes un dólar y los llevó al puesto, donde les enseñó dos pimientos verdes: uno era estéticamente perfecto y el otro tenía una forma extraña. Cuando se les preguntó cuánto pagarían como máximo por comprar el pimiento "feo", los sujetos se manifestaron dispuestos a pagar hasta un 56% más por la fruta perfecta. Un ejempo más de cómo, a nivel perceptivo, la belleza se asocia con salubridad.
El sesgo de la belleza en los alimentos
Una y otra vez, los voluntarios participantes en los diversos experimentos asociaban belleza con salud. El aspecto agradable de los alimentos, fuesen del origen que fuesen, se asociaba con menos grasa y más beneficios para la salud, por pura estética, sin una percepción objetiva real de los mismos.
Por ello, Hagen y sus colegas sugieren que los anuncios de alimentos con aspecto agradable pueden tener más influencia en la población de lo que se creía. Y, de hecho, ese efecto es real y sobradamente conocido en las tiendas de comestibles, donde se suele considerar que las cosas naturales (alimentos orgánicos, remedios naturales) son más saludables que los alimentos procesados, aunque en realidad no siempre es así.
Dado que los anuncios de alimentos estéticamente modificados pueden inducir a errores a los consumidores, haciéndoles optar por opciones poco saludables, los autores sugieren que debería llevarse a cabo algún tipo de regulación en este ámbito, como por ejemplo alguna advertencia de que los productos han sido modificados a nivel estético para mejorar su apariencia.