Estamos de acuerdo. La fibra dietética es un nutriente indispensable para nuestro organismo. Este tipo de carbohidrato no absorbible que podemos encontrar en frutas, verduras, frutos secos, y otro tipo de alimentos es un aliado indispensable a la hora de prevenir un buen puñado de enfermedades no transmisibles como la diabetes tipo 2, el cáncer de colon, o la obesidad. Además, favorece la saciedad y la salud intestinal, normaliza las deposiciones y su consumo está relacionado con un menor riesgo de mortalidad.
La industria alimentaria lo sabe y ha ido incorporando la fibra a sus productos para dotarlos de un halo salutífero que poco o nada tiene que ver con la realidad. Por ejemplo, unos cereales de desayuno hasta arriba de azúcar no serán nunca un alimento saludable por el hecho de incorporar fibra, al igual que tampoco lo serán unas galletas, o unas magdalenas. Lo importante para que un alimento sea saludable no es un nutriente o un ingrediente en concreto, sino el conjunto.
Con los yogures ha ocurrido lo mismo. En los últimos tiempos han proliferado algunas variedades que incorporan fibra o cereales. El objetivo de las marcas es que el consumidor perciba que está ante un producto más saludable que el clásico yogur natural o el yogur griego. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los yogures ricos en fibra o con cereales -la mayoría de los yogures, en general- contienen un exceso de azúcar.
Distintos estudios han demostrado que el azúcar que incorporan estos lácteos está tirando por tierra la fama de sanos que se habían granjeado durante décadas. En septiembre de 2018, un estudio publicado en la revista BMJ Open daba la voz de alarma al constatar que un producto que siempre se había considerado como sano y recomendable, estaba favoreciendo la obesidad y el sobrepeso al superar los niveles recomendado.
Este mismo año, otro estudio publicado en la revista Nutrients aminoró un poco la mala noticia al constatar que el contenido de azúcar en los yogures se había reducido considerablemente entre 2016 y 2019. Sin embargo, el estudio, en el que se analizaron 893 yogures distintos de supermercados del Reino Unido demostró que aún siguen siendo muy pocos los yogures que tienen un contenido en azúcar por debajo de los cinco gramos por cada 100 gramos.
En el caso de los yogures con fibra, ocurre exactamente lo mismo. Si observamos la etiqueta, podemos comprobar que este yogur desnatado con fibra contiene 6,6 gramos de azúcares. De la misma forma, esta otra variedad de yogur desnatado con muesli y fibra eleva su contenido en azúcares hasta los 7,2 gramos. En cambio, el contenido en fibra no supera los 1,5 gramos en ninguno de los dos productos. ¿Merece entonces la pena si tenemos en cuenta que 100 gramos de lentejas contienen 7,7 gramos de fibra o 100 gramos de arándanos contienen 6,7 gramos?
Tal y como explica la farmacéutica y dietista-nutricionista Marián García (Boticaria García) en su libro El jamón de York no existe, conviene huir de este tipo de reclamos que incorporan algunas marcas de yogur y fijarse muy bien tanto en la lista de ingredientes, en la que deberíamos encontrar leche y fermentos lácticos principalmente, como en la composición nutricional, que debe seguir la regla del 3-4-4. "Esto significa que aproximadamente contiene un 3% de grasa, 4% de azúcares y 3% de proteínas", escribe la especialista. De hecho esta es la composición nutricional de los yogures naturales sin azúcar añadido, la variedad más saludable del mercado.