Las isoflavonas forman parte de la constelación de términos derivados de la bioquímica que inevitablemente aparecen ligados a la información sobre nutrición. Se trata de compuestos fenólicos, antioxidantes de origen vegetal, con una estructura similar al estradiol, una hormona sexual femenina vinculada a la prevención del cáncer de mama, y también de próstata. Los beneficios de estas sustancias, sin embargo, van más allá.
Los productos derivados de la soja, en toda su enorme variedad, son la principal fuente alimentaria de isoflavonas. Se pueden encontrar también en algunas legumbres y frutos secos consumidos tradicionalmente en España, e incluso en flores.
Además de prevenir contra dos de los cánceres más frecuentes en hombres y mujeres, respectivamente, también contribuyen a mejorar la salud de los huesos y a regular trastornos hormonales como los derivados de la menopausia.
Según una revisión de estudios publicada en la revista Nutrients, aunque los presuntos beneficios para la salud cardiovascular de las isoflavonas son todavía ambiguos, la recomendación general es la de aumentar su consumo, ya que tienen efectos protectores sin provocar grandes inconvenientes.
Hay camino por recorrer, sin embargo: mientras que en Asia se consumen de 15 a 60 miligramos diarios de isoflavonas, en Occidente apenas ingerimos uno o dos al día. Los principales problemas que podrían derivarse del consumo de estos alimentos, aclaran, son síntomas gastrointestinales moderados.