"Y ahora un digestivo, ¿no?". La frase se repite estos días en todos los rincones de España. Tras un festival pantagruélico en el que el aperitivo son unos langostinos, unos trocitos de pulpo y unas almejas al vapor; tras los canapés de foie con huevos de esturión, las rebanadas de pan con salmón y tomate, la ensaladilla rusa, el chuletón de ternera, la piña, el tiramisú y las nueces… Tras todo esto, siempre hay alguien que lanza al aire la pregunta: "¿Tienes crema de orujo? Es para rebajar la comida".
Lo cierto es que no hay ningún estudio científico que apunte que esta bebida (ni tampoco el licor de hierbas) ayudan a hacer la digestión, más aún después de haber engullido las cervezas y el vino que suele acompañar a este tipo de comidas. Es cierto que el alcohol, en pequeñas cantidades y siempre y cuando no se haya realizado una comida copiosa, tiene un efecto vasodilatador. Sin embargo, las bebidas de alta gradación no sólo no benefician la motilidad gástrica, sino que dificultan el proceso de absorción y digestión de los alimentos.
"El alcohol tiene un efecto a nivel neuronal que hace que procesemos la información y reaccionemos mucho más lentamente de lo habitual", explicaba hace algún tiempo a este mismo periódico Miguel Herrero, científico del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC. "A nivel digestivo, además, también irrita nuestro estómago y ralentiza los músculos que se encargan de hacer la digestión, pudiendo llegar una gastritis en los casos más graves", añadía.
En realidad, si lo pensamos un momento, es lógico que un licor de hierbas, que tiene 30 grados, o una crema de orujo, cuya gradación ronda los 20 grados, no favorezca en nada la digestión puesto que el consumo de alcohol, además, está relacionado con la acidez de estómago. Esta sensación se produce en nuestro organismo porque se cuelan desde el estómago hasta nuestro esófago algunos de los ácidos que posibilitan la digestión de los alimentos.
"Normalmente, cuando tragas, una banda de músculos que rodea la parte inferior de tu esófago (esfínter esofágico inferior) se relaja para permitir el paso de los alimentos y los líquidos hacia tu estómago. Luego, el músculo se vuelve a contraer", explican desde la Clínica Mayo. En cambio, cuando este esfínter se relaja de una forma no habitual es cuando se produce el ardor, una sensación muy desagradable que puede verse agravada si estamos inclinados o recostados. Los cítricos, las comidas picantes, el chocolate, la menta, las bebidas carbonatadas y el alcohol, por supuesto, suelen ser los responsables de la acidez de estómago.
Cabe recordar además que el alcohol que el consumo de alcohol está relacionado con un buen puñado de enfermedades no transmisibles. Así, según datos de la OMS, cada año se producen tres millones de muertes relacionadas con el consumo de este tóxico, es el factor causal de más de 200 enfermedades y trastornos, entre ellos distintos tipos de cánceres. "Ya, pero es que no pasa nada por tomarse un chupito de hierbas una vez al año". Es cierto, nadie se muere por ello. El problema aparece cuando esa excepción se convierte en algo habitual que amparamos bajo el controvertido término de "consumo moderado".
Nadie sabe con exactitud qué es realmente el consumo moderado de alcohol: ¿una copa de vino al día? ¿un chupito de orujo cada semana después de una comida con los amigos? ¿un botellín de cerveza para almorzar? La evidencia científica apunta que el consumo moderado de alcohol también es perjudicial y causa cáncer. "Beber poco aumenta el riesgo de cáncer de boca y faringe, esófago y mama", advertía ya en 2012 un estudio publicado en la revista Annals of oncology. Después de éste han llegado otros muchos trabajos científicos que también han confirmado este extremo.
Así, lo más recomendable para combatir la hinchazón después de una comida copiosa es realizar actividad física de forma moderada. Una buena caminata favorecerá la movilidad de los músculos del intestino, el tránsito intestinal y hará que desciendan los niveles de azúcar en sangre. De la misma forma, aunque la evidencia es limitada, el té o la manzanilla pueden tener algún efecto sobre el malestar gástrico, aunque, por supuesto, no curarán una gastroenteritis. El alcohol, muchísimo menos.