Hace años que nutricionistas, epidemiólogos y especialistas en Medicina y Preventiva y Salud Pública llevan pidiendo un etiquetado con el que el consumidor pueda distinguir con facilidad si un alimento es sano o no. Acudir al supermercado se ha convertido en una suerte de gincana en la que intentamos averiguar si un producto en cuyo envase se estampan los términos "natural", "bajo en grasas", "artesano" o "light" es realmente beneficioso (o neutro) para nuestra salud. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, estos reclamos acaban engañando al consumidor.
El Gobierno pretende intentar acabar con las artimañas marketinianas de la industria con Nutriscore, un semáforo nutricional que el Ejecutivo quiere implantar durante el primer cuatrimestre de 2021. La propuesta fue presentada el pasado mes de junio por Alberto Garzón, ministro de Consumo, durante una comparecencia en el Senado. De esta forma, España pasará a formar parte del grupo, junto a Francia y Alemania, que lidera una posición favorable en Europa para establecer un sistema vinculante y accesible para todas las personas. El objetivo no es otro que prevenir un buen puñado de enfermedades no transmisibles vinculadas a la mala alimentación e intentar combatir las altas tasas de obesidad y sobrepeso que hay en nuestro país.
Nutriscore es un sistema de clasificación aparentemente sencillo. Actúa como una suerte de semáforo nutricional en el que, a través de un código de colores, que oscila entre el verde y el rojo, y unas letras, que van de la A a la E, el consumidor podrá saber, en teoría, si se encuentra ante un alimento procesado saludable o poco recomendable. Este semáforo valora tanto los aportes nutricionales positivos relacionados con el aporte en frutas y verduras, fibra y/o proteínas, como los negativos, vinculados a la cantidad de azúcar de un producto, la sal, las calorías o las grasas saturadas.
Así, cuando acudamos a la estantería de los yogures o de los cereales, podremos saber qué variedad de todas las que se ofrecen es la más saludable, facilitando la elección del consumidor en base a la composición del producto. Bastaría con echar un vistazo al semáforo que se encontrará visible en el envase para saberlo. Durante su comparecencia en el Senado, Garzón explicó que Nutriscore es el sistema que cuenta con un mayor apoyo por parte de los científicos y especialistas en nutrición. Así, pese a que "ninguno de los sistemas de etiquetado existentes es perfecto, Nutriscore es el que mayor consenso genera".
Lo cierto es que la medida lleva siendo reclamada por organizaciones de consumidores de nuestro país desde hace algún tiempo. "En OCU defendemos este sistema al servicio del consumidor", dice la Organización de Consumidores y Usuarios. "No lo hacemos de forma incondicional ni lo hacemos solos: junto a otras organizaciones de consumidores europeas, en 2019, lanzamos una iniciativa ciudadana para pedir a la Comisión Europea que Nutriscore fuera obligatorio en los alimentos procesados que se venden en Europa", añade.
Lo cierto es que el desarrollo de esta nueva medida no ha estado exenta de polémica durante todo este tiempo. El motivo no es otro que las múltiples disonancias que este sistema ha sufrido a la hora de calificar productos. Las primeras voces contra Nutriscore se alzaron allá por 2018, cuando algunos especialistas alertaron de que, por ejemplo, se calificaba con una D al aceite de oliva virgen extra mientras que la Coca Cola Zero presumía de una A. El barómetro se hacía sobre 100 gramos de producto, y consideraba que el aceite era todo grasa, aunque fuera saludable. En cambio, no tenía nada que objetar sobre 100 gramos de refresco, aunque su valor nutricional sea nulo. Desde entonces, el sistema ha ido perfeccionándose, pero sigue teniendo lagunas. De hecho, hace unos meses volvía a saltar la polémica después de que algunos expertos alertasen de que el semáforo calificaba como saludables unos cereales para niños que tenían un 25% de azúcar.
El epidemiólogo francés Serge Hercber, creador de Nutriscore, salía al paso de las críticas. "Los cereales de desayuno de los que habla son una de las lagunas que hemos identificado", reconocía Hercber. "Esta clase de correcciones no afectan a los principios en los que se basa el algoritmo validado detrás de Nutriscore [...] Funciona perfectamente para decenas de miles de comidas. ¡Probablemente para el 98% de los alimentos! Los violentos y a veces insultantes ataques que recibimos en las redes sociales son injustos y no ayudan a la salud pública", dijo a través de su cuenta de Twitter.
Por el momento, la aplicación de este sistema de etiquetado frontal será voluntario para las empresas que decidan establecerlo, a falta de que la normativa europea decida sobre su obligatoriedad. El Ministerio de Consumo anunció que la implantación irá acompañada de campañas de información y formación a los consumidores, y servirá además como criterio para desarrollar políticas de publicidad y fiscalidad para mejorar la calidad nutricional de los alimentos. El objetivo final no es otro que intentar mejorar la salud pública de los españoles y evitar que la alimentación sea, cada vez en menor medida, un factor que perjudique nuestra salud.