La piel es un órgano fascinante: el más extenso del ser humano, el más expuesto a las condiciones ambientales y una frontera natural para la absorbción de compuestos y el rechazo de otros. Nos protege contra agentes biológicos -los microbios potencialmente patógenos-, químicos -corrosivos, irritantes o alérgenos- y físicos -luz solar, calor, ect... Al mismo tiempo, cumple funciones fundamentales orgánicas, metabólicas y nerviosas.
Por esos motivos, la piel está en un constante proceso de renovación cuya eficiencia se va deteriorando con la edad. Aparecen las arrugas, la falta de elasticidad, la decoloración y la sequedad. Pero este envejecimiento no es meramente cronológico: los factores ambientales y, sobre todo, el estrés oxidativo al que la someteremos mediante nuestros hábitos de vida y nuestra dieta determinarán la velocidad a la que se producirá el deterioro, y con qué intensidad.
Una revisión de estudios por parte de investigadores del Instituto de Ciencias Médicas de la Universidad Jan Kochanowski (Polonia) ha indagado en profundidad, más allá de los alimentos y las cremas que se recomiendan habitualmente, sobré qué compuestos bioactivos tienen un verdadero impacto a la hora de mantener la piel en condiciones óptimas. Sus conclusiones, publicadas en la revista Nutrients, se articulan en torno a cinco grupos de nutrientes.