Mientras que nuestros abuelos comían legumbres varias veces por semana, parece que las últimas generaciones en España las habíamos olvidado. Son uno de los tipos de alimentos más saludables y los expertos aconsejan que, por lo menos, las comamos tres veces por semana. Uno de los grandes beneficios que aportan las legumbres es que reducen la presión arterial y los niveles de colesterol en sangre.
Tomar legumbres a menudo puede ayudar a reducir nuestro consumo total de carne debido a que son una buena fuente de proteínas vegetales. Eso sí, la mayoría de ellas deben ser complementadas con cereales para que el aporte de aminoácidos esenciales sea completo. Un buen ejemplo de ello son las lentejas y el arroz que, cuando se comen, o bien juntas, o bien en comidas diferentes en el mismo día, se obtienen todos los aminoácidos.
Los platos de legumbres a menudo recuerdan a la comida que hacían nuestros abuelos y, por tanto, puede llevarnos a pensar que requieren mucho trabajo o un nivel alto de cocina. En realidad, esto no es así. Las legumbres que se venden conservadas en recipientes de vidrio o, incluso, congeladas son tan saludables como las que debemos cocer nosotros mismos. Estas opciones facilitan, en gran medida, su elaboración.
Legumbres a remojo
De todas formas, realizar el proceso completo de la preparación de un plato de legumbres no es complicado. Cuando compramos legumbres en el supermercado lo primero que podemos observar es que son demasiado duras como para poder comerlas. Por esta razón, el primer paso en el cocinado es ponerlas a remojo durante unas horas, aunque hay gente que evita este paso. Ahora bien, tardarán más tiempo en cocer si no se hidratan antes.
Si has elegido hidratar las legumbres antes de cocinarlas, es conveniente añadir a ese líquido algo de sal. Según Arthur Le Caisne, autor del libro ¿Por qué los espaguetis a la boloñesa no existen? (Larousse, 2020) este ingrediente mejora el resultado final de las legumbres. Cuando ponemos a remojo las legumbres, el almidón que contienen se hincha y es posible que su piel llegue a agrietarse.
Al cocerlas en este estado el resultado puede no ser el esperado. En cambio, si ponemos las legumbres a remojo en agua con sal, estos vegetales absorberán hasta un tercio menos de agua y, en consecuencia, su piel no presentará grietas y el resultado final será mejor. Aunque hidratar las legumbres es un paso bien conocido por todos aquellos que las cocinan, este último puede ser desconocido.
El momento del bicarbonato
Le Caisne no termina aquí con las recomendaciones desconocidas a la hora de cocinar un plato de legumbres. Una vez hemos terminado de hidratar las legumbres y las hemos lavado y escurrido, es el momento de ponerlas a cocer. Para ello, hay que volver a sumergirlas en agua, pero ¡ojo! porque a este líquido también deberíamos echarle otra sal: el bicarbonato.
Este ingrediente puede marcar la diferencia entre unas legumbres que no están en su punto a unas perfectamente cocidas. Pero, ¿por qué razón sucede esto? Le Caisne explica que si el agua en el que cocemos las legumbres es caliza, el calcio que contiene puede evitar que las legumbres se ablanden. "Si se añade una pizca de bicarbonato, la caliza se precipita y desaparece, y la cocción es más rápida y mejor".
Preparar unas lentejas, una fabada o unos garbanzos con legumbres secas es más fácil de lo que pensamos. Cuando hayamos decidido comer uno de estos platos, debemos recordar que hay que ponerlos a remojo unas horas antes, preferiblemente, en agua con sal. Después, cuando vayamos a cocerlas debemos poner un poco de bicarbonato y, de esta manera, obtendremos un suculento plato de legumbres al punto con múltiples beneficios para nuestra salud.