El interés por la Nutrición está más vivo que nunca en España. Si echamos un vistazo a las redes sociales, la prensa y, por supuesto, a la televisión, encontraremos un buen número de espacios dedicados a mejorar nuestra alimentación. Precisamente, de la pequeña pantalla provienen los autores del nuevo libro Comer bien es fácil si sabes cómo (Planeta, 2021), un libro con mucha ciencia sobre los alimentos y cómo nos afectan, pero explicada de manera sencilla, divertida y, sobre todo, gráfica.
Luis Alberto Zamora es dietista-nutricionista y miembro fundador de la Sociedad Científica Española de Dietética y Nutrición. Alberto Herrera, periodista y una cara conocida en la televisión de España que ha pasado por las principales cadenas nacionales. Juntos llevan más de un lustro en el programa Más vale tarde, que conduce Mamen Mendizábal en La Sexta, hablando sobre hábitos alimenticios con esta popular presentadora.
¿Qué podemos encontrar en este libro que no hayamos visto antes en otras publicaciones en papel y en redes sociales? Una herramienta para empezar a detectar por nosotros mismos los alimentos que nuestro cuerpo necesita y los que no. Pero lo que no vamos a encontrar son prohibiciones y órdenes sobre lo que comemos porque, según los autores, sólo consiguen hacernos sentir culpables y, lo peor de todo, es que hacen que dejemos de disfrutar de los buenos alimentos.
Lleváis unos años trabajando juntos en Más vale tarde hablando sobre Nutrición y os habéis convertido en dos caras conocidas en este tipo de divulgación. ¿Cómo surgió la idea de continuar este trabajo en un libro?
Alberto Herrera: No puede decirse que este libro haya sido una idea precipitada, llevábamos cinco años y pico haciendo una sección de nutrición en Más vale tarde y recibíamos muchos libros en redacción. Sin embargo, no encontrábamos ninguno con un estilo como el nuestro en televisión: muy directo, con gráficos, juegos de palabras... Mamen Mendizábal es quien nos ha animado a escribir el libro y, si te lo dice una periodista como ella, no te queda otra que recoger el guante y hacerlo lo mejor posible.
Luis Alberto Zamora: Ha sido un proceso muy bonito y muy fácil: llevamos mucho tiempo trabajando, nos conocemos tanto profesional como personalmente, sabemos cómo nos gusta trabajar y qué queríamos ofrecer. Con la de libros que ya existen sobre nutrición nos pusimos dos objetivos: el primero, dar herramientas al lector para poder enfrentarse solo a los engaños sobre alimentación y, el segundo, hacerlo lo más accesible posible porque la nutrición es para todos, no sólo para expertos. Estamos viendo que este libro gusta, incluso, a los niños porque es muy visual, parece un libro de EGB.
¿Cómo ha sido trabajar en equipo en un año tan raro como el 2020 y lo que llevamos de 2021?
A. H.: Ha sido muy sencillo. Creo que formamos un buen equipo, Luis sabe un montón de nutrición y está continuamente actualizándose y ha entendido que cuando le he cambiado algo siempre ha sido por el bien del mensaje, nunca se lo ha tomado como algo personal. Yo también le escucho y respeto mucho su opinión. El libro fue una vía de escape en una etapa dura como es el confinamiento, estábamos muy entretenidos con los capítulos.
L. A. Z.: Ha sido un proceso, si me lo permites, un poco ñoño porque hemos recordado los grandes éxitos de nuestra sección. Me gusta trabajar con Alberto porque es muy inquieto, muy perfeccionista y le gusta mucho su profesión. Él entendió que si reducimos mucho el mensaje en nutrición puede llevar a malos entendidos. En esa lucha entre la manera de contar y el rigor científico encontramos muchos recursos. Hemos hecho sencillo el mensaje porque entendemos que puede estresar al lector y no podemos perder el placer por la comida.
Muchas veces se dice que en Nutrición hemos retrocedido, que nuestros abuelos lo hacían muy bien y nosotros, no. ¿Hemos exagerado? Los abuelos han vivido siempre con un azucarero sobre la mesa, comían pan blanco, carnes procesadas...
L. A. Z.: Es verdad que nuestros abuelos tenían cosas que mejorar en cuanto a su nutrición, pero su estilo de vida era diferente. Es cierto que tenían el azucarero sobre la mesa, pero es que ese azúcar no es un problema: el que ponemos en el café o el que tomamos un día en un bollo casero. El problema del azúcar es el que tomamos sin darnos cuenta con productos que nuestros abuelos raramente tomaban, como el pan de molde o los cereales de desayuno. Lo que más tomaban era producto fresco y, en concreto, legumbres y verduras. La carne en la España empobrecida se tomaba muy poco y ahora parece que el día que no has comido carne es que no has comido, y si tomaban chorizo lo racionaban porque sólo lo obtenían de una matanza a la siguiente.
A. H.: Los abuelos también se movían más y nosotros pasamos todo el día sentados en el trabajo. Si nos moviéramos más podríamos tomar más pan sin problema. Nuestros abuelos nos ganaban tanto en alimentación como en movilidad. Nosotros hemos crecido viendo series y películas en las que los protagonistas comían alimentos poco saludables como tortitas, refrescos… Al final, hemos normalizado el consumo de comida basura y vemos extraño que alguien se coma entre horas un pimiento.
L. A. Z.: Nos hemos empoderado a través de la comida basura. Por ejemplo, ahora se ha puesto de moda lo del afterwork que consiste en beber alcohol, y la cantidad recomendada de estas bebidas es cero. Pensamos que no tener tiempo para comer nos otorga valor y deberíamos defender la dieta mediterránea de España, que somos de los pocos países en Europa que paran a comer y socializar.
Habéis dedicado un capítulo entero al pan. ¿Es el consumo de este alimento la asignatura pendiente de los españoles en Nutrición?
A. H.: Más bien, el consumo de buen pan. Yo era una persona que siempre he intentado comer bien, pero cometía fallos y no me daba cuenta. Por ejemplo, yo me comía una barra entera de pan y, encima, de pan malo, hasta que Luis me enseñó cómo afecta al cuerpo. Al final, lo convertía en el componente principal de las comidas, cuando con dos o tres dedos es suficiente. Como yo, hay muchas personas y, por eso, dimos tanta importancia al pan en este libro.
L. A. Z.: Hemos comido muy mal pan. De hecho, cuando nos queríamos cuidar hace tiempo nos pasábamos a un pan integral que no lo era en realidad. Llevaba un puñado de salvado y era más moreno, pero no era saludable. Cuando vino el confinamiento se acabó la levadura, nos dio a todos por ser panaderos y reposteros y, por eso, pensamos que sería importante hablar sobre el pan.
¿Creéis que es fácil encontrar un buen pan hoy en día?
L. A. Z.: A día de hoy, es más fácil. Ahora cuando un pan dice que es integral 100% es porque todas las harinas que utiliza son integrales de verdad, de grano completo. A pesar de ello, también surgen dudas: hay panes que se anuncian como 100% integrales y luego en la etiqueta dicen que tienen un 60% de harina integral, de todo ello hablamos en el libro.
A. H.: Con el libro queremos dar herramientas para que podamos identificar los alimentos que más nutrientes tiene para la salud. Igual te puede llevar un par de mañanas en el supermercado dar con los productos ideales. Total, ahora que no podemos ir a muchos sitios, estaría bien ir a investigar qué productos son los ideales. Yo ya sé qué pan tengo que echar a la cesta, con el libro pretendemos que el lector se haga preguntas y busque el mejor alimento que mejor vaya con él.
En el libro decís que los bocadillos deberían ser ocasionales. ¿Cómo se traga esto en un país tan aficionado a los bocadillos como el nuestro?
L. A. Z.: Pues dando información. Un error que hemos cometido durante estos años en Nutrición es que hemos estado dando órdenes, pero no nos decían el por qué. No podemos cenar o merendar todos los días bocadillos porque suponen mucho pan y, normalmente, no lo descontamos del que comemos en el resto de comidas. Hemos hablado, concretamente, del bocadillo de tortilla de patata —que en mi instituto se vendía a diario— y no es recomendable tomarlo habitualmente: al fin y al cabo son carbohidratos con carbohidratos. Hay que reservarlo para momentos puntuales. Si haces un bocadillo, el hidrato ya está en el pan, ya sabes que dentro tienes que meterle verdura y una proteína.
A. H.: En España somos muy de sí o no. El bocadillo no es tóxico, pero hay gente que todos los días se come un sándwich: cuando vamos a la playa o en los recreos. Pero cuando vamos con amigos un día no hay problema con tomarse un bocadillo de manera ocasional.
En los últimos años hemos oído muchas cosas malas de la patata y muchos hemos acabado apartándola. En vuestro libro, sin embargo, la consideráis parte de una dieta sana. ¿Cuál es la clave para que su consumo sea saludable?
L. A. Z.: Pues tratándola de manera sana (ríe). La patata no es una verdura, es un alimento con muchos hidratos de carbono y no se parece demasiado a una escarola, por ejemplo. No puedes decir que tomas mucha verdura si te hinchas a patatas. Otro asunto es cómo la tomamos. Las patatas fritas están muy relacionadas con las enfermedades cardiovasculares, pero la culpa es de la fritura. Normalmente, lo malo de la patata es cómo la cocinamos.
De todas formas, no pretendemos adecuar nuestro ritmo de vida a nuestra nutrición, sino al contrario. Yo creo que la gente se está cansando de ciertos prescriptores de salud que te hacen sentir culpable porque un día no vayas al gimnasio o no comas todo saludable. Alberto y yo hemos compartido un tiramisú, no lo hacemos todos los días, pero de vez en cuando lo disfrutamos sin sentirnos culpables.
La quinoa, el aguacate y todos estos alimentos recién llegados ¿han venido para cubrir un nicho en nuestra alimentación o son puro márketing?
A. H.: Al final hay una corriente de personas que quieren cuidarse y eso lo detectamos los medios de comunicación, pero también la industria alimentaria. No son malos, pero sí que son pícaros, ellos quieren vender y es lícito. Esto lo hacen estimulando al consumidor y lo consiguen inventando algo nuevo. Todos los años se buscan cosas exóticas, un poco más caras, pero que te prometen que te van a dejar como un chaval de 15 años, cuando hay cosas que tomaban nuestros abuelos que son igual de saludables.
L. A. Z.: Sí, son productos del márketing. Más que superalimentos, son superengaños. Nos estamos dejando un dineral para estar más saludables. Por ejemplo, la quinoa es un pseudo cereal que es rico en proteínas, pero la lenteja es tres veces más barata y tiene tres veces más proteínas. Podemos tomar aguacate si queremos, pero es caro, desertiza España y, si tiene ácido oléico, más tiene nuestro aceite de oliva que, además, es un cultivo de secano. O el famoso kale que es la berza de toda la vida.
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