Mantener el sistema inmune en la mejor de las condiciones posibles se ha vuelto una prioridad durante la pandemia de Covid-19, pero en realidad debería ser una práctica cotidiana en cualquier circunstancia. Nos hemos acostumbrado a pensar en términos concretos como la vitamina D, tan determinante en los casos más graves de la enfermedad, cuando deberíamos pensar en nuestro organismo desde un enfoque holístico. Un mecanismo complejo y preciso en el que intervienen órganos que ni sospechamos, y en el que lo que es bueno para uno lo es también para lo demás.
"Vivimos en un ambiente donde todo lo que nos rodea está poblado de microorganismos, de ahí que nuestro sistema inmunológico esté actuando siempre, en todo momento; es imparable", escribe Álvaro Vargas, periodista y técnico superior en dietética, en su último libro, Refuerza tus defensas [Grijalbo]. En la obra, el especialista traza un recorrido por los pormenores de nuestras defensas, de las múltiples células involucradas en la respuesta inmune a los hábitos de consumo y de vida que nos benefician o perjudican. Estos abarcan a la alimentación, pero también al ejercicio físico, el tabaquismo, el consumo de alcohol y el estrés.
La eficacia de la respuesta inmune, explica Vargas, dependerá del tipo de proceso infeccioso a combatir, pero también "de la fortaleza de esas defensas, de su capacidad de reacción y actuación". Quizás, influidos por el recuerdo de la serie Érase una vez... la vida, solo pensemos en las "patrullas" de glóbulos blancos interceptando gérmenes. O, en plena vacunación contra la pandemia, nos obsesionen los anticuerpos, especializados contra un patógeno concreto. Pero hay una docena de "tropas" diferentes en este "ejército", desde los linfocitos que 'recuerdan' pasadas infecciones, las células epiteliales que forman barreras en las mucosas, las citoquinas de la peligrosa "tormenta" de la Covid o las plaquetas que taponan las heridas.
Naturalmente, un despliegue de esta naturaleza involucra varios tipos de órganos repartidos por toda la anatomía. Algunos son de sobra conocidos, aunque su papel dentro del sistema inmunológico a menudo es olvidado o minusvalorado. En otros casos, son órganos especializados, alguno de los cuáles, según confiesa Vargas, "no recuerdo que lo estudiáramos en la escuela". Todos ellos se benefician de un patrón alimentario común, que es el que evita los alimentos inflamatorios, sus principales enemigos. Conocer sus funciones por separado, y qué comidas son las más adecuadas en cada caso, nos ayuda a tener una mejor perspectiva.
Médula ósea: está situada en el interior de los huesos, especialmente en el fémur, columna vertebral, costillas, cráneo y esternón. Hay dos tipos, la 'médula amarilla" que esencialmente es una reserva de grasa, y la 'médula roja', que genera el 100% de los glóbulos blancos así como las plaquetas. Es por tanto crucial para el sistema inmunológico aunque por su localización se tiende a confundir con la médula espinal, que pertenece a otro sistema, el nervioso. Se beneficia de alimentos ricos en B6, como las legumbres, grano entero, frutos secos, plátano y aguacate; el zinc, presente en los mismos y el chocolate negro; y la B12, en los de origen animal o como suplemento.
Timo: un curioso órgano en el que, según explica Vargas, "los glóbulos blancos que vienen de la médula aprenden a diferenciar lo propio de lo extraño", una "academia militar" de la que "solo el 10-15% de los leucocitos sobrevive". Situado sobre el corazón, pasa de ser "grande" en la infancia a un "pequeño cúmulo de grasa a partir de la adolescencia". Se beneficia, con todo, de las legumbres y de verduras como la cebolla, el ajo, la calabaza o la zanahoria.
Ganglios linfáticos: permiten el acantonamiento de glóbulos blancos en las principales vías de entrada de las infecciones y cerca de los órganos vitales, como la garganta, la clavícula, el publis o las axilas. No hay alimentos determinados descritos para optimizar su funcionamiento, pero se suele recomendar una buena hidratación bebiendo suficiente agua.
Bazo: muchos lo conocen por tratarse de un órgano sin el que se puede vivir, ya que el hígado puede compensar su falta, pero es un gran desconocido en cuanto a su funcionamiento. El 'bazo rojo' depura la sangre que lo atraviesa, mientras que el 'bazo blanco' almacena glóbulos blancos y otras células inmunes. Para ayudarle, se pueden tomar cereales integrales, vegetales de hoja verde y coles, aceite de oliva virgen extra y "limón".
Mucosas: no son órganos como tal, pero cumplen un papel clave al servir de frontera porosa entre el interior del organismo y el exterior. Por ese mismo motivo están más expuestas a los patógenos, y es ahí donde se concentran hasta el 70% de las células del sistema inmunológico, especialmente en el tracto gastrointestinal en el que habita la microbiota. Se cuidan con una abundante hidratación, semillas de lino y chía por sus mucílagos ricos en fibra, y con verduras ricas en carotenoides.
Piel: efectivamente, es la primera barrera contra las heridas pero también las infecciones, y se cuida con una ducha diaria de 5 a 7 minutos con un gel "poco invasivo" que no altere nuestro Ph, y un buen secado, especialmente en ingles, axilas y pies. Los alimentos con vitamina E son los que mejor le sientan, los frutos secos y semillas, el aceite de virgen extra y los que tienen antioxidantes naturales.
Inflamación silenciosa: no es un órgano, sino un proceso orgánico general causado por una mala alimentación y vinculada a problemas como las enfermedades cardiovasculares, la obesidad, el síndrome metabólico o las enfermedades neurodegenerativas. La forma de combartirla es a través de las grasas poliinsaturadas omega-3 en la dieta.