Cuenta Alfredo Corell (Madrid, 1963) que la Inmunología siempre ha sido una especialidad pobre, casi ignorada y maltratada en comparación con otras ramas de la ciencia. Sin embargo, el día que desde la junta directiva de la Sociedad Española de Inmunología decidieron ponerse a disposición de los medios para explicar el coronavirus Sars-Cov-2, allá por los meses de marzo y abril, la cosa empezó a cambiar. "Estaba preparado para entrar en un programa en directo y en algunas intervenciones me había quedado con malas sensaciones, había utilizado mucha jerga pero sentía que la gente a la que se lo estaba contando no se había enterado", recuerda desde el otro lado del teléfono.
Fue entonces, en ese preciso instante y casi de improviso, cuando decidió coger un Minion que tenía en su habitación, una botella y una pinza para explicar ante cientos de miles de espectadores cómo funcionaban los anticuerpos neutralizantes. Aquello fue un éxito. Ése día le llegaron un montón de mensajes felicitándolo por lo bien que se había entendido en televisión algo en apariencia tan complejo. Después, peticiones de distintos programas de televisión. Y Corell, catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, empezó a utilizar metáforas cada vez más visuales. "Tenemos en casa un ajedrez de Star Wars con 48 piezas. Es una saga que tiene buenos y malos, y robots, y fui buscando metáforas equivalentes a cada uno de los personajes", rememora.
Desde entonces, sus apariciones en televisión se cuentan por decenas. Este profesor, que fue nombrado en 2018 'Mejor Docente Universitario de España en 2018', ha conseguido que cada noche, cuando irrumpe en La Sexta Noche con un cargamento de chinchetas, pinzas y bolas de corcho para explicar cómo reacciona nuestro sistema inmune frente al coronavirus, por ejemplo, millones de espectadores se queden embobados ante las pantallas. Le ocurre al que suscribe estas líneas. Lo suyo por la enseñanza es vocacional. Lo que no pensaba es que, a sus 58 años, un científico y divulgador como él fuera a convertirse casi en una de las caras más conocidas y amables de la televisión en una época tempestuosa como ésta. "En realidad, todo empezó con un Minion", dice.
Como catedrático de Inmunología, ¿ha ocurrido algo en nuestro cuerpo para que hayamos acabado inmunizados ante las cifras de muertos que se publican cada día en los medios?
Creo que hemos llegado a un grado de indolencia en el que asumimos esto con total normalidad cuando es un dato crudísimo. Ha habido días en que eran como dos o tres aviones. Yo recuerdo que, cuando había un accidente de un avión, se decretaba luto nacional, se paraba el país por una tragedia de 300 muertos. Hemos llegado a integrarlo [el número de muertos] de tal forma que la gente deja de escuchar la cifra y lo asumimos como algo muy natural.
¿A qué se debe?
No quiero echar la culpa a un sector concreto, pero creo que por parte de los medios de comunicación no ha habido un manejo de la información adecuado. Creo que a veces los titulares ganan. Y el hecho de tener un titular llamativo y de impacto ha provocado que el grueso de la noticia se diluya y no se transmita de modo correcto. Esto ha llevado, por un lado, a cierto nivel de indolencia en una parte de la población, y luego a otras personas que lo niegan, que son los negacionistas, los que no pueden soportarlo y piensan que los estamos engañando. No sé muy bien por qué se llega a esto, pero es terrible.
¿En España nos hemos tomado en serio la amenaza que supone un virus como éste?
Hemos pasado por fases. En España se entendió más la gravedad de lo que estaba pasando cuando estuvimos encerrados por el hecho de decir: "Me ha cambiado la vida de hoy para mañana, ahora no tengo que salir de casa para nada". Hubo muchísimos muertos en aquella época a los que no se les pudo velar, no se les pudo enterrar. Creo que eso no se comunicó bien. Yo habría enseñado todo esto más, para que no se quedara sólo en un número, y sí se viera la tragedia personal.
Se criticó a algunos medios por mostrar a una persona fallecida en el interior de una habitación, o por enseñar la morgue del Palacio de Hielo. ¿Habría que haber mostrado más la tragedia?
Sí. Sin ninguna duda. Esto es muy subjetivo, pero las campañas de tráfico que son crudas han sido mucho más efectivas que las que han sido amables. En España tenemos muy mala educación sanitaria en la ciudadanía, y tenemos un grado de desconfianza en los políticos exagerado. Si combinas las dos cosas, es un cóctel molotov. Al Gobierno se le dio tregua dos semanas por parte del resto de fuerzas políticas. Tal y como llegó esta pandemia, la gestionase quien la gestionase, lo habría hecho mal. Porque nadie tenía un libro de ruta, no sabíamos cómo llevar una pandemia de estas características. Lo hubiera hecho quien lo hubiera hecho, habría ido mal.
A nivel social, tuvimos unas semanas con el aplauso sanitario a las 20 de la tarde, que es falso. La misma gente que aplaudía a los sanitarios ahora mismo está denunciándoles. Y luego empezaron a llegar las caceroladas de las 21, que a mí particularmente me hacían un daño en el ánimo tremendo. Veo países como Alemania y me dan envidia porque la sociedad está mejor formada y no pone en duda todas y cada una de las decisiones de su gobierno.
¿No entiende las críticas furibundas que ha recibido el Gobierno con respecto a la gestión?
Yo creo que han hecho cosas mal, segurísimo, pero en los primeros meses no merecían eso.
La figura de Fernando Simón emergió como la de un ‘supermédico pop’ que se ponía frente a la opinión pública para explicar lo que era la pandemia y ahora parece una suerte de ‘puching ball’ sobre el que se vierten todo tipo de críticas. ¿Se le ha tratado de forma injusta?
Ha sido una figura que ha evolucionado. Alguien que está expuesto a ese nivel, sobre todo los primeros meses, que estaba todos los días dando información pormenorizada, es difícil que no meta la pata o que no tenga algún motivo por el que se le critique o se le censure. Tengo un sabor agridulce, porque yo le disculpo todos los errores habidos y por haber en esos primeros meses. Aunque sea un experto, tiene un papel técnico, da una información y se puede equivocar. Pero sí que ha habido un momento en el que él mismo ha comunicado otro tipo de cosas en las que no se debería haber metido. A mí me defraudó profundamente cuando le sacaron aquella conversación sobre las enfermeras. Para mí ese momento en el que se quiebra mi respeto. Yo le he respetado al máximo aunque se equivocara, porque todos tenemos derecho a equivocarnos, pero cuando ya da esos giros personales, porque eso ya no es profesional, sino que era personal, quebró esa confianza de "haga lo que haga le voy a creer".
Cuando ya conoces un poco más cómo funcionan las cosas y ves que la cepa británica se va a imponer, porque con poco que sepas de virología sabes que se va a imponer, y él dice que no, que aquí va a ser irrelevante, pues llega un momento en que esas cosas no se pueden tolerar. A nivel profesional entiendo que alguien que tiene ese nivel de exposición se equivoque por narices, pero cuando ya se ha quebrado la confianza por otras cuestiones que no son tan profesionales, tan técnicas, me parece que igual está un poco quemado y habría que haberle reciclado o sustituido de la primera línea por una temporada.
Como profesor, ¿se atrevería a ponerle nota a su gestión al frente del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad?
¿Nota? No, no me pidas eso. [Ríe] Sí que le habría puesto un aprobado a su gestión, sin nota, porque, insisto, no creo que la matrícula la haya sacado nadie en el mundo salvo Taiwán. Un aprobado sí que le habría puesto porque me parece que afrontó con un tono y una cintura muy amplia los primeros momentos, pero llega un momento en el que él mismo se ha quemado y tenía que haberse sabido retirar. Él mismo tenía que haberse quitado de la primera línea porque si no te puedes tomar vacaciones, vives bajo una presión muy importante, llega un momento en que tu cabeza…
¿Y a la gestión de la pandemia que ha hecho Isabel Díaz Ayuso?
No sé si contestarte a esto. [Ríe]
¿Qué sentimientos le provocan los políticos que anteponen los intereses económicos a la salud pública?
Ésta ha sido una disyuntiva que no debería haber entrado en juego. Por un lado, está clarísimo que lo primero es la salud, pero también hay una cuestión muy clara y es que si no hay economía, no vale de mucho la salud. Y al revés: si no tenemos salud, no vamos a hacer ningún gasto económico. Creo que tenía que haberse jugado con las dos cosas de modo simultáneo. Pero Ayuso, y voy a ser muy amable, ha sido muy efectista. El hospital Zendal le ha venido muy bien, estos grandes efectos, pero no han sido soluciones reales de gran calado. Podría haber invertido todo eso en más personal, más capacitación para los medios que tiene en su propia comunidad, donde hay muchos hospitales de gran nivel que han estado bajo mínimos. Ella ha buscado más un gran efecto que a veces era vacuo.
El hospital Zendal se abre como una nave. Ahora creo que ha mejorado un poquito. Era una nave con comida basura, sin personal, sin capacitación… Con independencia de que su política haya ido en contra del Gobierno, Madrid ha sido durante mucho tiempo el espacio con unos cierres más laxos. En el fondo agradeces poder quedarte a cenar en un restaurante cuando yo aquí en Valladolid no puedo, pero no sé si le ha servido para controlar la pandemia realmente.
Durante todo este tiempo, cuando llegaba a casa y ponía las noticias, ¿qué es lo que más le avergonzaba?
Me he hecho muy intolerante a la guerra política. Me parecía lamentable, por ejemplo, que los políticos se echasen cosas en cara por el tema de las vacunas. Igual que tampoco tolero las fiestas ilegales que se han ido descubriendo. Ésas son dos de las cosas que más me enfadan y descolocan. Y luego tengo de modo permanente un enfado conmigo mismo por no saber contrarrestar el crecimiento de los movimientos negacionistas, es otra cosa que me duele muchísimo y que en el fondo indica que estamos fallando en algún apartado de la comunicación e incluso de la legislación. Que haya gente de la calle que dude de que la vacuna pueda ser más o menos buena casi que lo puedes entender, pero cuando ves que estos movimientos los lideran personas que trabajan en el sector médico o científico, ahí es cuando dices: "Algo estoy haciendo mal porque esta gente trabaja de modo impune".
El otro día subiste un vídeo criticando a la gente que se quejaba porque se le iba a administrar la vacuna de AstraZeneca.
Más que criticar fue una reflexión en voz alta. Desde que se han empezado a poner las vacunas ha crecido el número de dudas que recibo a través de las redes sociales, de compañeros del sector sanitario incluso. Me empezaron a llegar muchísimas dudas cuando llegó la vacuna de AstraZeneca a España, sobre todo del sector educativo. Muchas de ellas ya no eran dudas, era un "no nos quieren porque nos están poniendo lo peor", y "vaya cuidado que tiene el Gobierno de los docentes del país". Y me calenté. Busqué los países que no tenían vacuna, vi que había 130, y grabé el video. Hay quien no se entera de que estamos en un sitio privilegiado en un momento privilegiado.
Criticaba también la falta de solidaridad con los países del tercer mundo. Pero, para que nos entiendan los lectores, ¿por qué España debería pagar las vacunas de Etiopía, por ejemplo? ¿Supone un peligro para la salud global?
Se está planteando el porcentaje de vacunación a nivel local y eso no vale para nada. Valdría si vas a cerrar con un muro y no te vas a mover. Si no vas a entrar ni vas a salir, ni vas a dejar que entre nada ni nadie. Los virus viajan, no entienden de fronteras ni de límites, por lo que plantearnos que España llegue a un 70% y que los países de Iberoamérica, con los que tenemos unas relaciones tremendas, no estén vacunados es absurdo. ¿Qué hacemos? ¿No dejamos que nadie vaya para allá para que no puedan traer de vuelta el virus? ¿Y qué pasa con todo el norte de África? ¿Qué hacemos?
Solemos pensar que una vez que seamos vacunados ya no podremos contagiarnos y estaremos salvados.
Entendemos eso equivocadamente. Si tenemos al mundo a medio inmunizar, lo que podemos estar provocando es una presión sobre el virus para que cambie, se produzcan variantes nuevas y se salten las defensas que ya tenemos. Puede que, si seguimos con un ritmo de vacunación lento y no llegamos a todos los rincones, en equis meses o años no esté nadie vacunado porque tengamos una variante circulando nueva y haya que empezar con otra campaña de vacunación. En cambio, si vamos a una estrategia de vacunación de modo global, con la que se vacune a todo el mundo en el mínimo tiempo posible, podemos minimizar estas situaciones, no eliminarlas completamente, pero sí minimizarlas. Cuando se habla de un 70% de inmunidad de rebaño necesaria, no es la inmunidad de España, no es la de Europa siquiera, es la inmunidad del mundo.
¿Hasta qué punto deben preocuparnos las nuevas variantes del virus?
En España hubo una variante con los temporeros, luego hubo otra variante que llamamos "variante española" porque tuvimos este verano tan "relaxing cup of café con leche" que la llevamos a todo el mundo y se hizo predominante en Europa. Eso lleva existiendo desde el primer minuto. Algunas de estas variantes no nos han preocupado porque no han cambiado las pautas principales de funcionamiento. Pero claro, la británica se transmite más rápido. Parece que no es más letal, que no es más grave la enfermedad, pero sí se transmite más rápido, por lo que tenemos a más gente enferma y provoca que la situación sea más grave. En una situación como la actual, que no tenemos controlada la transmisión y donde hay una incidencia acumulada todavía muy alta, que aparezca una variante de estas características descoloca el control de la pandemia un poco más. Hay que estar muy vigilantes.
¿Podremos alcanzar la inmunidad de grupo en el verano tal y como vienen repitiendo los políticos?
Creo que es un poco arriesgado hablar del verano. Hasta el momento no hemos tenido un número de dosis suficiente para vacunar. Es posible que a partir de marzo tengamos un suministro mucho mayor y esa limitación se venza. A medida que vayan llegando las vacunas y sea mucho más fácil su distribución podremos tener una mejor estrategia de administración. Y luego hay que esperar que las autoridades de todas las comunidades estén diseñando planes de vacunación masiva. Hasta ahora están vacunando equipos muy concretos, pero tienen que empezar a vacunar los enfermeros y enfermeras de atención primaria, y claro, en los centros de salud no se daría abasto. Espero que se estén buscando sistemas en grandes superficies, con todas las seguridades, porque claro, también hay que estar preparado para alguna reacción adversa.
Entiendo que eso de vacunar a la gente en centros comerciales es un tanto arriesgado.
Totalmente. Tienes que tener todos los equipamientos y fármacos necesarios para actuar ante una reacción adversa, igual que tienes que tener a profesionales sanitarios. Inglaterra entrenó a voluntarios y me parece muy bien, pero esos voluntarios estaban supervisados. Si eso se hace, se entrena voluntarios, habrá que supervisarlos. ¿Tendremos dosis? Sí. ¿Serán más fáciles de distribuir? Sí. Pero el personal lo tenemos muy justito, vamos a vivir de la voluntariedad. Hace falta una estrategia para esa vacunación masiva y aún así llegar al verano con un 70% me parece muy utópico. Creo que no es una cuestión tanto de España como de Europa, que se ha empeñado en dar esta cifra como un mantra. Entiendo que hay que recuperar la actividad económica cuanto antes, pero con la mayor seguridad posible. No puede ser que abras verano en España y no sea un destino seguro porque no va a venir la gente.
¿Cuál es el mayor enigma que nos queda por resolver sobre este virus?
Hay dos cosas importantes. Una es cuánto va a durar la inmunidad que se genera tanto con la infección como con la vacunación. De momento tenemos buenos datos y hemos vivido un año en el que todo el mundo ha puesto en duda los conocimientos. Yo mismo como inmunólogo tengo que reconocer que algunas veces he dudado de mis conocimientos al pensar que el virus podría comportarse de una manera excepcional, y no es verdad, el sistema inmunitario responde muy bien a este virus. De hecho, el 85% de las personas que tiene la infección o no se enteran y son asintomáticos, o tienen una infección muy leve. Y los últimos datos publicados apuntan a que las defensas duran entre 8 y 10 meses después de la vacunación. Los datos de vacunación apuntan a que la inmunidad que da la vacuna dura entre cuatro y cinco meses, que son los que llevamos con las vacunas. La duda es cuánto tiempo va a durar esto: si va a durar dos años, si va a durar 10, si habrá que vacunar cada cierto tiempo o una vacuna es ya para toda la vida.
Y la otra cuestión que espero que se resuelva es que aparezcan vacunas que no solo me protejan a mí, sino que también bloqueen la transmisión, y de momento las que tenemos no han asegurado la segunda cuestión, que es muy, muy relevante para detener los contagios. También espero que en los próximos meses tengamos fármacos para tratar la enfermedad mucho mejor de los que se han ido utilizando hasta el momento. Faltan fármacos de más eficacia.
¿Vamos a poder erradicar el virus?
Eso es imposible. Para poder erradicar una enfermedad tienen que cumplirse dos condiciones básicas que no se cumplen con este virus: que todas las personas que se contagien la padezcan, porque así tienes controlado cualquier brote, y esto no pasa con la Covid-19: hay muchas personas que se contagian y tienen un curso asintomático, con lo cual eso no lo puedes controlar y esa persona te puede infectar a muchas. Ése es un parámetro que ya se nos escapa. Y el otro es el que tiene que ver con los animales. La viruela no tenía otro reservorio, pero aquí ya sabemos que como mínimo los hurones y los visones y todo este tipo de mustélidos los pueden tener, y no sólo lo pueden tener sino que pueden cambiar dentro de ellos y volvérselo a pasar al hombre. Hay varias especies que lo pueden tener y aunque lo controláramos y lo elimináramos del hombre, no podríamos impedir que alguno de estos animales lo tuviera y pasados tres o cuatro años se lo volvieran a contagiar a alguien. Son dos criterios de erradicación que aquí no se cumplen. Por lo tanto, vamos a tener que vivir con ello y probablemente la mejor situación posible sea que se incorporara a uno de los virus más de los resfriados y de los catarros estacionales.