Otro alimento frecuente en la cocina española y que además es saludable. Se trata de una fuente de proteínas de muy buena calidad, bajo en calorías, que contiene casi todas las vitaminas, salvo la C, y minerales de gran interés como hierro, fósforo, selenio. Además, es uno de los alimentos de origen animal con mejor proporción de grasa. El 65% son insaturadas, osea, saludables. Pero hay que tener ojo a la hora de manejarlo para que no nos juegue una mala pasada.
Empezando por la conservación, lo ideal es guardar los huevos en la parte media o superior de la nevera. No en la puerta, sino en su envase. Un error garrafal es lavarlos, ya que la cáscara es porosa y se puede contaminar el interior. Dicho esto, para evitar una infección por Salmonella, una bacteria que transmiten los animales y que puede afectar a los huevos.
Las gallinas pueden ser portadoras de la bacteria y contaminar el interior de los huevos antes de que se forme la cáscara o que la cáscara se contamine a través de los excrementos de la gallina o en la zona donde se ponen los huevos, según explican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Por eso, hay que insistir en mantener una higiene adecuada después de manipular este alimento: lavarse las manos y limpiar los utensilios. También es esencial cocinarlos a temperatura suficiente, por encima de los 70 grados, ya que según apuntan desde el Instituto de Estudios del Huevo esta bacteria no resiste estas temperaturas habituales de cocinado.