El hígado es uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo y el más desconocido para muchos. Por lo general, todos sabemos algunas cosas sobre él, como que el alcohol no le sienta demasiado bien, y que algunas enfermedades le afectan directamente, como el hígado graso, hemocromatosis, hepatitis C o enfermedad de Wilson. Pero poco más.
Para introducir el tema, hay que señalar que el hígado es responsable de una serie de funciones bioquímicas y metabólicas que son esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Almacena nutrientes proporcionados por la digestión como glucógeno, hierro y vitaminas; participa en el metabolismo de carbohidratos y grasas; procesa productos de desecho en la sangre como alcohol, drogas y medicamentos para desintoxicar el cuerpo; y sintetiza bilis y muchas proteínas.
Así pues, no hay duda de que por nuestro bien tenemos cuidar de este órgano situado debajo del diafragma, cuyo tamaño es similar al de una balón de de rugby. Y la alimentación juega un importante papel en ello. De esta forma, hay algunos que son muy buenos, pero otros, en cambio, muy poco aconsejables. A continuación, te explicamos cuáles son aquellos, más allá del alcohol, que es mejor evitar.
Alimentos grasos
Aquí podemos encontrar una gran variedad de productos. En especial la conocida como “comida basura”, con una gran cantidad de grasas saturadas, como patatas fritas y hamburguesas.
Su inclusión en esta lista no se debe solo a sus propias características, sino que, además, suelen ir acompañados de todo tipo de salsas, por lo general, muy poco saludables.
Su consumo puede provocar inflamación en el hígado, pero también causar cicatrices en el hígado, que no es otra cosa que lo que comúnmente se conoce como cirrosis.
Carbohidratos y azúcar
Si bien los carbohidratos son fundamentales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, es conveniente seguir algunas indicaciones. Alimentos como pan, arroz, harina de trigo y maíz, entre otros, no son los mejores amigos del hígado.
Todo el pan blanco y los carbohidratos deberían ser, al menos, tomados con moderación. También algunos granos enteros. Cuando el cuerpo consume demasiados, los niveles de insulina se disparan, lo que puede crear algunos problemas.
Según un estudio realizado por la Universidad de Duke en EEUU, la energía proveniente de los hidratos de carbono no consumida se acumula en forma de grasa en el cuerpo. Una parte termina en el interior del hígado causando una esteatosis hepática o lo que popularmente conocemos como hígado graso.
Sal
El sodio es uno de los principales señalados cuando se habla de hábitos de alimentación poco saludables. Este mineral se encuentra en la sal y su consumo excesivo puede causar fibrosis, que es la primera etapa de la cirrosis.
La mejor forma de minimizar el consumo de sal es evitar los alimentos procesados, como los precocinados y ultracongelados. Especial mención debemos hacer aquí a los típicos aperitivos envasados, como las patatas fritas, en los que la sal es el protagonista absoluto.
Mantequilla y carne roja
Como la mayoría de los productos y subproductos animales, los lácteos son poco amigables para el hígado, en especial para quienes ya sufren algún problema hepático. La mantequilla no solo es un producto lácteo, sino que también contiene altos niveles de grasas saturadas.
Por su parte, la carne roja, incluida la carne de res y los embutidos, tiene un alto contenido de grasas saturadas que puede afectar el hígado. Algunos estudios señalan que las personas que consumen una gran cantidad de carne roja y procesada tenían un 50 por ciento más de posibilidades de desarrollar la enfermedad del hígado graso no alcohólico.
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