Uno de los alimentos que no pueden faltar entre los productos básicos de despensa son las palomitas. Nos gusta tanto comerlas en el cine, que cuando vemos una película en casa también tenemos que tener un paquete en casa para preparar. Aunque en España las hemos asociado a una alimentación menos saludable, no todas las palomitas son iguales. Ahora bien, la mayoría de las veces elegimos las peores.
Estas son las que vienen preparadas para hacerse en el microondas: básicamente, porque les añaden una gran cantidad de grasas poco saludables y demasiada sal. Como resultado, nuestras palomitas favoritas del supermercado son un producto muy energético —aportan más de 400 kilocalorías por cada 100 gramos— y cuyo consumo habitual puede relacionarse con algunos factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
De todas formas, no tenemos por qué eliminar las palomitas de nuestra dieta si queremos llevar una vida saludable. Existen unas palomitas que sí son saludables, siempre y cuando no nos atiborremos con ellas: tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, las mejores palomitas son las que podemos hacer nosotros en casa comprando en el súper maíz y calentándolo en una sartén con aceite de oliva virgen extra.
Palomitas procesadas
Existen muchos tipos de palomitas procesadas que podemos comprar en el supermercado —saladas y también dulces; o, incluso, con sabor a kétchup—, pero unas de nuestras favoritas son las que dicen tener mantequilla. Si bien esta grasa no es, precisamente, una de las más saludables, se trata de un reclamo desde el punto de vista gastronómico. Eso sí, muchas de ellas son un engaño porque no contienen absolutamente nada de mantequilla.
Si nos fijamos bien, estas palomitas dicen tener sabor mantequilla, pero no contener este ingrediente. De hecho, cuando consultamos el etiquetado encontramos que la única fuente de grasa que contienen, en muchos casos, es el aceite de palma. Además, el porcentaje de grasas que contienen estas palomitas suele rondar el 20%, un contenido alto si tenemos en cuenta que no se trata de grasas de la mejor calidad.
Al comparar dos palomitas de la misma marca —unas con sal y otras con sabor a mantequilla— pueden observarse diferencias sorprendentes. Lo más normal sería observar que las palomitas con mantequilla son más calóricas que las que no llevan esta grasa. Sin embargo, esto no es así: las de sal tienen 483 kilocalorías por 100 gramos y las de mantequilla, 473 en la misma cantidad.
La 'mantequilla'
Esto se debe a que el contenido de grasas de ambas también es diferente: las palomitas saladas tienen un 23% de grasas y las de mantequilla, un 21%. Ahora bien, la grasa que se emplea en los dos tipos es la misma, el famoso aceite de palma. ¿Cuál es, entonces, la gran diferencia entre ambos productos? Pues que las palomitas de mantequilla contienen dos ingredientes más que las otras: un aroma y un colorante.
La periodista especializada en alimentación y salud, Laura Caorsi, lo explicaba de esta manera en su Twitter hace unos días: "La mantequilla de la que presumen es sólo aroma. Esto se ve en el lateral del envase, no en la parte frontal". Por esta razón, Caorsi invita a que hagamos más a menudo el esfuerzo de revisar las etiquetas de los productos alimentarios que, normalmente, nos dejamos olvidadas.
Este no es el único engaño que puede encontrarse en el supermercado. Otro caso que es muy habitual, y que se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, son las patatas fritas de sabores. En este sentido, puede resultar sorprendente que las patatas de jamón serrano sean aptas para vegetarianos, pero es cierto. No llevan ningún tipo de carne, sólo un saborizante que imita el sabor de este embutido tan popular en España.