No es la primera vez que el dióxido de titanio se convierte en noticia. Se trata de un compuesto químico que se utiliza como aditivo alimentario —el E-171— desde el año 2009 en Europa como colorante blanco y que se encuentra entre los ingredientes de las mayonesas que consumimos habitualmente, en las chucherías y en otros alimentos. Desde entonces, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) lo ha estudiado en varias ocasiones y siempre lo ha defendido tras concluir que no había pruebas de que en las cantidades autorizadas las micropartículas de este producto pudieran ser dañinas. Hasta ahora.
La EFSA ha señalado este jueves que el uso del dióxido de titanio como aditivo alimentario ya no se considera seguro, tras actualizar su evaluación a petición de la Comisión Europea. Francia decidió prohibir este componente en el año 2019, alegando que su seguridad no estaba probada y que, por tanto, esta era una razón suficiente para evitar su utilización. En aquel momento, y después de haber hecho dos investigaciones en 2016 y en 2018, la EFSA consideró la decisión de Francia como "precipitada".
Dos años después de la decisión de los franceses, la EFSA recula y justifica la prohibición de este ingrediente: "Un elemento fundamental para llegar a esa conclusión es que no se podía descartar la genotoxicidad (capacidad de dañar el ADN) tras el consumo de partículas de dióxido de carbono. Después de su ingestión, la absorción de partículas de dióxido de titanio es baja, pero pueden acumularse en el organismo", ha señalado el presidente de la Comisión Técnica de Aditivos y Aromas Alimentarios de la EFSA, Maged Younes.
Años de inseguridad
Dicha sustancia contiene como máximo el 50% de las partículas de menos de cien nanómetros a las que pueden estar expuestos los consumidores, según un comunicado de la agencia europea. La nueva evaluación revisa el resultado la investigación que publicó la EFSA en 2016, que destacaba la necesidad de realizar más investigaciones para subsanar la falta de datos.
Desde ese año se han publicado miles de estudios que recogen nuevos datos sobre las nanopartículas y, aunque las pruebas de los efectos tóxicos generales no son completamente concluyentes, la EFSA no ha podido establecer un nivel seguro para la ingesta diaria del aditivo alimentario.
Tras ser informados de sus conclusiones, los responsables de la Comisión Europea y de los países de la Unión Europea estudiarán las medidas adecuadas para garantizar la protección de los consumidores. En Francia, el uso alimentario del E-171 fue finalmente suspendido en enero de 2020, en aplicación del principio de precaución sobre la base de un estudio del Instituto Nacional de la Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente (Inrae) de 2017.
Otro informe posterior de ese centro demostró que las nanopartículas del dióxido de titanio pueden atravesar la placenta de la madre durante el embarazo y llegar al feto, lo que plantea posibles consecuencias para su desarrollo.
El mencionado aditivo, que se utiliza sobre todo por sus cualidades de colorante blanco y para dar opacidad, puede estar presente en caramelos, productos de chocolate, galletas, chicles, salsas y helados, así como en pinturas y materiales de construcción.
Por su parte, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) espera que la reciente reevaluación del dióxido de titanio (E-171) como aditivo "no seguro" por parte de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) se traduzca en la definitiva prohibición de esta sustancia como aditivo alimentario. OCU, junto con otras organizaciones de consumidores europeas, lleva años solicitando su eliminación de la lista de aditivos autorizados. De hecho, Francia ya prohibió su uso en enero de 2020.