La sandía es uno de esos alimentos que hay que tener siempre a mano cuando empiezan a subir las temperaturas en España. Se trata de una fruta que además de refrescante es saciante, saludable y ayuda a mantener un peso adecuado, por lo que es un aliado estupendo para las comidas del verano. Se puede integrar en el desayuno, en ensaladas, como postre, en la merieda o incluso en la cena, y es que no hay momento del día en el que este alimento no encaje.
Hay que decir que, aunque se consuma a diario esta fruta en los meses de verano, no hay que olvidar que una dieta sana y equilibrada es aquella que aporta todos los nutrientes que el cuerpo necesita, por lo que habrá que incluir una variedad de alimentos nutritivos. Dicho esto, ¿qué aporta la sandía al organismo?
En primer lugar hay que recordar que la sandia es una de las frutas del verano por excelencia, cuya temporada óptima de consumo va de junio a septiembre. No obstante, la producción en invernaderos hace posible comprar sandias en el súper en cualquier momento del año. Pero al elegir las frutas de temporada, estas tendrán un mejor sabor, conservarán de todas su propiedades, su producción será más ecológica y además serán más baras.
Ahora sí. La sandia es un alimento muy refrescante dado su alto contenido en agua, un 95% de su composición. De hecho, es la fruta que contiene mayor cantidad. Así, su capacidad hidratante es una de sus características destacables. Tomar sandia es una forma alternativa de consumir agua en el verano, una época en la que es importante evitar la deshidratación, sobre todo en menores y personas mayores.
De su elavado porcentaje de agua deriva otra de sus cualidades: que tiene un muy bajo contenido energético. En concreto, aporta 21 kilocalorías por cada 100 gramos de sandia, o sea, que también es una de las frutas con menos calorías.
En este punto hay que recordar que el plato para Comer Saludable de la Universidad de Harvard aconseja que las verduras y frutas ocupen el 50% de cada plato, o sea, que las comamos a diario y en cada comida que hagamos, por lo que la sandía puede ser una buena opción para cumplir con esta recomendación.
Sobre su valor nutricional, es una fruta con pocos nutrientes, aunque aporta cantidades apreciables de algunas vitaminas y minerales. Según apuntan desde la Fundación Española de Nutrición, hay que destacar su contenido en carotenoides sin actividad provitamínica (luteína y licopeno), entre los que despunta el licopeno, ya que se encuentra en una cantidad elevada. Se trata de un poderoso antioxidante que ayuda a proteger a las células del estrés oxidativo. También es el responsable del color rojo de las sandias o de los tomates.
Siempre refrigerada
Junto con la sandia, otras frutas que hay que aprovechar a comer en los meses de verano: albaricoques, melones, melocotones, frambuesas, moras y fresas. Sobre las frutas de gran tamaño, como las sandias y los melones, hay que tener una precaución a la hora de hacer la compra: evitar aquellas que estén cortadas por mitades y no estén bajo refrigeración
Como explicó a EL ESPAÑOL en una entrevista Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, al cortar a la mitad la sandía o el melón se rompe la protección natural de la fruta, que es la piel. De esta forma, los microorganismos que haya en la piel o en el ambiente pueden entrar en contacto con la parte comestible de la fruta. A esto se suma que se dejan a temperatura ambiente, algo que es ideal para que los microorganismos crezcan. "Con esto, ya se dan las condiciones para que podamos tener un problema por una intoxicación alimentaria", apuntaba Robles.
Por lo que se trata de una mala práctica que es mejor evitar. "Si se expusiera al menos a temperaturas de refrigeración, tendríamos una barrera de frío. Pero es que muchas veces no es así", sentenció esta experta en Tecnología de Alimentos. Por tanto, sandía sí pero bien refrigerada.