Las dietas bajas en carne y ricas en alimentos de origen vegetal, como las dietas basadas en plantas, han ido ganando adeptos durante el paso de los años. Otras, en las que se deja de lado la carne y sus derivados pero sí se consume pescado, como es el caso de los pescetarianos, tampoco son desconocidas a día de hoy.
Ambas comparten algunas características, como el bajo o nulo consumo de carne compensada por una mayor ingesta de vegetales. Pero, además, también compartirían un nuevo potencial añadido, según un nuevo estudio publicado en la revista BMJ Nutrition Prevention & Health: reducir el riesgo de sufrir complicaciones por Covid-19.
En anteriores ocasiones, varios estudios habrían sugerido que la dieta tendría un importante papel en la gravedad y la duración de los síntomas secundarios a la infección por Covid-19, pero hasta ahora habría poca evidencia para confirmar o desdeñar dicha teoría.
Así pues, los investigadores responsables del actuar estudio analizaron las respuestas a una encuesta realizada a 2884 profesiones de la medicina y la enfermería de España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Estados Unidos que trabajaron en primera línea de exposición al SARS-CoV-2, el coronavirus responsable de la pandemia.
La encuesta online se realizó entre julio y septiembre de 2020, y su cometido fue obtener información detallada sobre los patrones dietéticos de los participantes. En total había 47 preguntas sobre la frecuencia alimentaria de los profesionales durante el año anterior. Así mismo, también se analizó la gravedad de sus potenciales infecciones. También se tuvieron en cuenta otros datos, como antecedentes personales, historial médico, toma de fármacos y estilo de vida en general.
Los diferentes tipos de dietas se dividieron en varios grupos: vegetales (más altas en verdura, legumbres y frutos secos, y bajas en carne de ave, carne roja y carne procesada), pescetarianos (similar a la vegetal, pero más ricas en pescado y marisco) y dietas bajas en hidratos y altas en proteína.
De todos los profesionales encuestados, 568 se contagiaron por COVID-19, mientras que los otros 2316 no sufrieron la infección. De los 568 contagios, 138 sufrieron una infección moderada o grave, mientras que los otros 430 sufrieron una infección leve.
Tras tener en cuenta variables como la edad, el origen étnico, la especialidad médica y el estilo de vida (tabaquismo, actividad física), se llegó a la conclusión de que aquellos que consumían una dieta basada en plantas tenían hasta un 73% menos de probabilidad de sufrir una infección por Covid-19 moderada o grave; por su parte, aquellos que seguían una dieta pescetariana tenían hasta un 59% menos de riesgo de enfermedad moderada o grave.
En la otra cara de la moneda, los que consumían una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas tenían casi 4 veces más probabilidades de sufrir una infección moderada o grave que los que serían una dieta basada en plantas.
Las limitaciones del estudio
Entre las limitaciones de la investigación destaca el hecho de tratarse de un estudio observacional, por lo que no puede establecerse una clara causa-efecto, sino solo una correlación. Así mismo, las encuestas se basaban en el recuerdo individual de cada participante, y no en variaciones objetivas. A todo ello habría que añadir que ciertos patrones dietéticos pueden variar según el país.
Por otra parte, en el estudio había más hombres que mujeres, por lo que los hallazgos podrían no ser aplicables a estas últimas. Aún así, los investigadores destacan el hecho de que las dietas basadas en plantas son ricas en nutrientes, como los fitoquímicos (polifenoles, carotenoides), vitaminas y minerales, algo esencial para mantener el funcionamiento óptimo del sistema inmune.
El pescado, por su parte, es rico en vitamina D y ácidos grasos omega-3, los cuales poseen propiedades antiinflamatorias. La conclusión por tanto sería que una dieta de alta calidad es importante para generar una respuesta inmune adecuada, tanto frente a la Covid-19 como frente a cualquier otro tipo de infección. Aún así, serán necesarios más estudios para evidenciar una relación causal entre dieta, estado nutricional y pronóstico.