¿Se ha planteado alguna vez que, a pesar de entrar en una talla pequeña, puede padecer obesidad? ¿Tener esta enfermedad es lo mismo que tener exceso de peso?Estas preguntas han empezado a tomar validez en los últimos años, a medida que se ha demostrado que no todo es lo que parece en torno a la obesidad.
Si salimos a la calle preguntamos lo que considera la gente qué es la obesidad, probablemente la mayor parte de las respuestas relacionarían esta enfermedad con un peso elevado. No sería descabellado pensarlo dado que esto es los que nos han contado los estudios realizados hasta el momento.
Sin embargo, la obesidad no siempre se correlaciona con un peso desmesurado. Es más, una persona con peso normal (veremos más adelante a lo que se denomina peso ‘normal’) e, incluso, un individuo delgado, puede considerarse obeso.
Como estas afirmaciones pueden parecer impactantes a simple vista, explicaremos cuáles son los índices que proponen las investigaciones más recientes para diagnosticar esta enfermedad.
El polémico Índice de Masa Corporal
En la década de los 90 del pasado siglo, la Organización Mundial de la Salud y un panel de expertos del Instituto Nacional de Salud norteamericano recomendaron el uso del Índice de Quetelet, también llamado Índice Masa Corporal (IMC), para definir diferentes niveles de obesidad.
Estos valores diagnósticos han perdurado con el paso del tiempo y, hasta ahora, se ha considerado al IMC como el método más universal para diagnosticar la obesidad. De hecho, algunas básculas electrónicas modernas tienen la capacidad de calcularlo según el resultado obtenido de dividir el peso de un individuo entre el cuadrado de su estatura.
El valor obtenido da una idea de la superficie corporal del sujeto medida en kg/m². Así, se considera que una persona presenta peso bajo cuando el IMC es menor a 18.5, tiene un peso normal si este se sitúa entre 18.5-24.9. El sobrepeso se considera cuando está entre 25-29.9 y por encima de 30 hablaríamos de obesidad.
Sin embargo, estudios científicos recientes están empezado a extraer evidencias para demostrar que el uso de este popular valor podría tener los días contados. Esto ha sucedido porque este medidor, denominado ahora “diagnóstico clásico de la obesidad”, presenta limitaciones de uso.
Por ejemplo, un sujeto musculado tras largas horas en el gimnasio puede presentar un valor alto de IMC y, sin embargo, no tener obesidad manifiesta.
Otro ejemplo se observa en mujeres gestantes, en personas que sufren retención de líquidos o en niños y adolescentes. También puede darse en sujetos de baja estatura, en individuos de edad avanzada e, incluso, entre las diferentes razas y etnias.
La grasa corporal, un valor clave
Tal vez debamos dejar claro qué se considera obesidad. La Sociedad Española de Obesidad la define como una enfermedad crónica caracterizada por un aumento de la masa grasa dentro de la composición corporal de un individuo.
Es decir, no se trata de evaluar el incremento del peso por encima de unos valores experimentalmente definidos, sino el contenido de masa grasa corporal.
Por término medio, se entiende que en el sexo masculino, la proporción de masa grasa normal se sitúa entre el 12% y 20%, mientras que en las mujeres se localiza entre el 20% y 30%. Cuando estos valores superan el 25% en los hombres y el 33% en las mujeres (independientemente del IMC), se considera que el individuo sufre obesidad.
A estas alturas deberíamos tener claro que la obesidad puede o no estar relacionada con un resultado elevado al subirse en una báscula. Pero lo verdaderamente cierto es que es la cantidad alta de grasa corporal la que marca la diferencia.
Por tanto, este dato debería ser el que realmente nos preocupara, dado que el exceso de grasa en nuestro cuerpo es un factor que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
En este sentido, para determinar la probabilidad de sufrir este tipo de enfermedades, también debemos fijarnos en el lugar en el que esta grasa se encuentra alojada en nuestro cuerpo.
Este es el motivo por el que han adquirido gran interés otras mediciones antropométricas que facilitarán la labor diagnóstica. Por ejemplo, el conocimiento del perímetro de la cintura, el índice cintura-cadera y el índice cintura-estatura ayudan a determinar de manera muy acertada el nivel de riesgo.
Obesidad sin exceso de peso
Ahora bien, volviendo al principio, ¿se podría considerar obesa a una persona con un peso normal? Como hemos visto, si atendiéramos solamente al IMC, no sería posible.
Pero si tenemos en cuenta otras investigaciones que no evalúan solamente el peso, sino también cómo se reparte en el cuerpo, sí habría posibilidad. Es decir, habría que identificar qué parte es masa magra y cuál grasa.
Por tanto, cualquier persona, sea cual sea su peso (y, por extensión, su IMC), podría padecer obesidad cuando la grasa excede las cantidades citadas. Se estima que hasta un 22 % de la población mundial podría ser obesa sin exceso de peso.
Estos datos indican que en la población existe un peligroso nivel de riesgo cardiometabólico escondido porque, basándonos en las viejas ideas extendidas, tendemos a pensar que, si nuestro peso es correcto, no debemos preocuparnos. Solo nos alarmamos cuando nos aprieta el famoso michelín.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
*Antonio Fernando Murillo, profesor de Nutrición en la Universidad de Almería.