Si bien en España aún hay quien no sabe diferenciar entre vegetariano y vegano ni los diversos tipos de flexitarianos, vegetarianos y veganos que existen, como explicamos en su día en EL ESPAÑOL, cada vez son más las personas que se interesan por este tipo de patrón alimentario.
Sin embargo, aunque aumentar los vegetales y reducir la carne en la dieta está demostrando beneficios en la salud en general, los extremos pueden ser perjudiciales. Un ejemplo sería la dieta frugívora, un tipo de veganismo extremo que puede ser perjudicial, como bien ha explicado recientemente el profesor de biología y ciencias biomédicas James Brown, de la Universidad de Aston, en The Conversation.
Nadie puede negar que las dietas basadas en plantas se han vuelto cada vez más populares, tanto por salud como por ética. Y la dieta frugívora no deja de ser un ejemplo de estas dietas, aunque llevada al extremo.
Las dietas basadas en plantas son beneficiosas para la salud y el medio ambiente, e incluso son útiles para perder peso. Sin embargo, cuando este tipo de dietas implican restricciones excesivas, el resultado puede ser contraproducente, como explica Brown. Además, este tipo de dieta tiene escasa evidencia que respalde sus potenciales beneficios como dieta basada en plantas.
En este tipo de patrón alimentario la base es el consumo de frutas y verduras crudas: solo se consumen partes de plantas que pueden recolectarse, sin dañar a la planta como tal. Esencialmente, frutos y semillas.
Sin embargo, como recuerda Brown, no existe una definición definitiva para explicar la dieta frugívora. Aún así, existe una "regla" comúnmente citada que indica que entre el 55% y el 75% de la dieta debería basarse en fruta cruda. Así pues, existe cierta variabilidad, pues algunos frugívoros consumen granos, otros comen frutos secos, aceites, etcétera.
Un ejemplo de dieta frugívora lo llevó a cabo Steve Jobs, cofundador de Apple, quien completaba su dieta con frutos secos, semillas y granos. Otros adeptos a esta dieta usan otra regla, conocida como 80-10-10: 80% de las calorías dependientes de frutas y verduras frescas, 10% proteínas y 10% grasas.
Esta última regla, según explica Brown, se basa en la creencia errónea de que los humanos no somos omnívoros sino "frugívoros", es decir, animales que prefieren comer fruta cruda. En este caso, los defensores de la dieta sostienen que nuestro sistema digestivo esta diseñado fisiológicamente para diferir frutas y verduras crudas. Si bien pudo ser así en algún momento de la historia, hoy en día se sabe que el cuerpo humano ha evolucionado y se ha adaptado a muchos otros alimentos.
Así mismo, los que siguen la dieta frugívora sostienen que comer frutas y verduras crudas tiene beneficios, como curar el cáncer, mejorar el hinchazón abdominal e incluso el olor corporal. Sin embargo, no existen evidencias sólidas que respalden dichos beneficios.
Perjuicios de la dieta frugívora
Aunque el consumo de frutas y verduras pueda sonar saludable, existen muchos problemas asociados al mismo cuando se lleva al extremo: se excluyen multitud de grupos de alimentos esenciales y nutrientes que no es posible encontrar en frutas y verduras.
La mayoría de frutas se consideran saludables y con elevada densidad nutricional, pero un consumo único y específico de este grupo alimentario, desechando el resto, trae consecuencias: déficit de proteínas, hierro, calcio, vitaminas B (incluída la vitamina B12), vitamina D, zinc y ácidos grasos omega-3.
Cuando se sufre algún déficit de estros nutrientes, incluso por separado, da lugar a diversas y graves consecuencias para la salud: raquitismo y osteomalacia, anemia, problemas óseos, musculares, articulares y dérmicos, entre otros. Y, a largo plazo, el desenlace puede ser fatal. La fruta no contiene todos los nutrientes que necesita el organismo humano a día de hoy.
Por otro lado, Brown recuerda que consumir solo fruta también implica una exposición excesiva a la fructosa. Este azúcar simple, cuando se encuentra en la fruta, no suele ser perjudicial al ser procesado dentro de todo el contexto del alimento. No es comparable a la fructosa añadida a los refrescos, por ejemplo.
Sin embargo, un consumo excesivo y mantenido de la misma, aunque sea en forma de fruta, sí podría llegar a ser problemático, como explica Brown: la fructosa puede llegar a provocar acumulación de grasa en el hígado y alterar la tolerancia de la insulina.
A día de hoy existe controversia sobre si la fructosa de la fruta es comparable al jarabe de fructosa, o a la añadida de forma artificial en los refrescos. En ratas sí se ha demostrado que hay similitudes entre ambos tipos, pero se desconoce si sucedería lo mismo en el organismo humano.
De hecho, recientemente se publicó un artículo al respecto en la revista Nature que sostiene que el consumo de fructosa en exceso podría aumentar la absorción de grasas a nivel intestinal, dando lugar al aumento de peso asociado a dichos excesos. El estudio se llevó a cabo en ratones, pero sugiere que el problema no sería el medio para consumir fructosa (en forma de fruta o refrescos), sino el consumo excesivo. El problema no es la fructosa, sino los excesos.
Finalmente, Brown también comenta otros problemas asociados a la dieta frugívora, más allá de los perjuicios físicos como tal. En este caso, recuerda que a menudo se suele asociar un trastorno alimentario conocido como ortorexia nerviosa, una obsesión patológica por consumir alimentos "puros": comer comida real está bien, pero obsesionarse con dicho consumo no es sano.
Brown también habla de casos de muerte o enfermedad por llevar a cabo una dieta frugívora estricta. Por suerte, comenta, son casos aislados. Aún así, recuerda, dada la poca evidencia de beneficios secundarios a una dieta tan restrictiva, y los conocidos y ya comentados perjuicios, la dieta frugívora no sería recomendable.
Incorporar más frutas y verduras a la dieta es saludable, y muy aconsejable. Pero basar una dieta única y exclusivamente en un grupo alimentario específico no lo es.