Aunque no siempre se le ha dado importancia, hoy sabemos que los patrones alimentarios en general -y ciertos grupos de alimentos en particular- influencian de forma tanto beneficiosa como perjudicial determinadas enfermedades. De ellas, las más importantes serían la enfermedad cardiovascular y el cáncer. Estos grupos de patologías están detrás de las mayores causas de mortalidad en España.
Recientemente analizamos en EL ESPAÑOL cuál es la sustancia que más se habría relacionado con el riesgo de contraer hasta 11 tipos de cáncer diferentes. Hoy analizaremos el mismo metanálisis de estudios desde otra perspectiva.
El estudio, publicado en Nature el pasado julio, se centró en analizar tipos específicos de cáncer: colorrectal, mama, pulmón, cabeza y cuello, esófago, estómago, hígado, vesícula biliar, piel, riñón y vejiga. El trabajo apuntaba a que tan solo existen unas pocas asociaciones muy específicas en este aspecto.
Recordemos que los estudios determinaban que hasta un 20-25% de los casos de cáncer a nivel mundial tendrían relación con la dieta. Por tanto, uno de cada cuatro tipos de cáncer es evitable mediante un buen patrón alimentario.
Como bien recuerdan los autores del trabajo, si bien la dieta, la obesidad o la actividad física serían factores modificables en cuanto al riesgo de cáncer se refiere, las estimaciones llevadas a cabo por estudios previos podrían haber sido erróneas.
Esto se debe a que la mayoría de los estudios sobre nutrición son observacionales, y no detectan una clara causa-efecto, dando lugar a errores de medición en la exposición, confusiones o sesgos de publicación.
En este caso, el estudio trató de llevar a cabo una revisión de metaanálisis, buscando la mayor evidencia y solidez de datos posible. Además, no solo se centró en alimentos o sustancias que podrían llevar a sufrir alguno de los tumores mencionados, sino también en buscar alimentos protectores o al menos con una menor relación con el riesgo de cáncer.
El café, por ejemplo, se relacionaría de forma inversa con el riesgo de cáncer de hígado y cáncer de piel: tendría un efecto protector frente a estos dos tipos de cáncer. Por su parte, el consumo de frutas y verduras se habría relacionado de forma inversa con el riesgo de cáncer de faringe y cavidad oral, aunque la asociación protectora entre consumo de frutas de forma aislada (sin contar el consumo de verduras) como tal no sería protectora a nivel estadístico.
En este caso, cabe destacar que el estudio también detectó que las verduras encurtidas y los alimentos salados, por el contrario, aumentarían el riesgo de cáncer de estómago.
Los alimentos ricos en fibra soluble tendrían un efecto protector frente al cáncer de mama, mientras que los alimentos ricos en vitamina A, carotenos, ácido fólico y vitamina C se relacionarían con un menor riesgo de cáncer de pulmón.
Las frutas y verduras en general serían dos grupos alimentarios ricos en todos estos nutrientes, destacando la zanahoria, calabaza o mango por sus niveles de vitamina A, los pimientos y zanahorias por sus niveles de carotenos, o las legumbres, espinacas y brócoli por sus niveles de ácido fólico.
Respecto a la vitamina C, las frutas cítricas en general (naranjas, pomelos, kiwis), y verduras como los pimientos rojos o el brócoli también destacarían por su riqueza en este micronutriente.
Por otra parte, los productos lácteos y derivados, junto a los productos integrales, tendrían un efecto protector frente al cáncer colorrectal. Según los investigadores, el calcio por un lado, y la fibra dietética por otro, serían los nutrientes potencialmente anticancerígenos en este caso.
Fortalezas y limitaciones
Una vez más, es necesario recordar que a pesar de que hablamos de una revisión de metanálisis, los estudios usados son a su vez observacionales y muchos eran muy diferentes entre si, sin tener en cuenta ensayos clínicos controlados y aleatorizados.
Esto provoca dificultades para obtener una evidencia sólida en determinados casos de cáncer: el cáncer colorrectal, pulón y mama eran de los más estudiados y con mayor evidencia tras de sí, pero algunos como el cáncer de vesícula biliar habían sido poco estudiados en cuanto a dieta y nutrición se refiere.
Así mismo, no se han tenido en cuenta estudios novedosos: todos los trabajos revisados se publicaron hasta 2018, por lo que existen al menos 3 años de estudios recientes que no se han tenido en cuenta. Aún así, los investigadores sugieren que es poco probable que la evidencia obtenida cambie significativamente respecto a lo que ellos han detectado.