El precio del cordero se suele disparar durante las Navidades en España porque muchas familias piensan en este pequeño animal para las comidas especiales de estos días. Sin embargo, no es la mejor carne para nuestra salud. Aunque por su color claro podamos inferir que se trata de carne blanca, en realidad el cordero es considerada como una carne roja y, además, esta es especialmente grasienta.
Según este artículo de EL ESPAÑOL, la carne de cordero es, después de la del pato, la que más grasas contiene de todas. Lo malo es que las grasas que contienen las carnes rojas no son saludables porque la mayoría de ellas son saturadas y, por tanto, contribuyen a aumentar nuestros niveles de colesterol malo —también conocido como lipoproteínas de baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés)— en nuestra sangre.
Los altos niveles de colesterol en sangre, o hipercolesterolemia, son uno de los factores de riesgo más conocidos y que más preocupan de las enfermedades cardiovasculares. Por eso, el cordero es una carne que debemos reservar especialmente para ocasiones contadas como, en este caso, la Navidad. De todas formas, se puede sustituir con facilidad por un plato principal a base de pescado que aporta grasas cardiosaludables.
Grasa repartida
Precisamente, la alta cantidad de grasa del cordero es lo que hace que su carne sea tan jugosa, aunque también influye el hecho de que es un animal joven, como explica esta página de la Fundación Española de Nutrición (FEN). De todas formas, el porcentaje de grasa en la carne de cordero varía dependiendo de la parte que vayamos a consumir, pero también se encuentran diferencias entre los animales de distintas edades.
Mientras que la paletilla de cordero suele tener unos 19 gramos de grasa por cada 100 de peso, las chuletas o las patas tienen 13 gramos en la misma cantidad, según ha explicado la tecnóloga de alimentos Beatriz Robles en Saber Vivir. La FEN también explica que el cordero lechal —aquel que ha sido sacrificado entre los 30 y 40 días de vida— tiene una menor cantidad de grasa que los ejemplares más mayores.
Concretamente, la carne del cordero lechal tiene unos 18 gramos de grasa por cada 100 gramos. Ahora bien, tal y como recuerda este organismo y Robles, el 50% de esa grasa es saturada independientemente de dónde se encuentre. Por esta razón, la carne de cordero se considera como un alimento de consumo esporádico en la población general. Las personas que tienen el colesterol alto deberían evitar este alimento.
Consumo esporádico
Todos los cortes de cordero son considerados como carne roja, aunque puedan tener un tono más bien rosado. Esta es otra razón por la que hay que moderar su consumo. En el año 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un informe basado en la evidencia de multitud de estudios que asociaban el consumo abusivo de carne roja y procesada con algunos tipos de cáncer como los colorrectales.
Los organismos de salud recomiendan que limitemos el consumo de carne roja a una ración a la semana si no queremos evitarla por completo. Además, la carne roja se relaciona con la obesidad y las enfermedades metabólicas por su perfil de grasas poco saludable. De todas formas, si el cordero es toda una institución en nuestras Navidades no tenemos por qué dejar de tomarlo este año.
Podemos reducir la ración y evitar tomar más productos de carne roja durante la semana. Además, al tener tanta grasa, la digestión de esta carne puede ser más pesada y se recomienda acompañarla con vegetales como, por ejemplo, una ensalada verde en vez de poner de guarnición patatas. Para darle más sabor, algunas personas pintan el cordero con grasa de cochinillo, evitar este paso reduce drásticamente la cantidad de grasa que consumimos de este plato.