Las ostras son uno de los moluscos más codiciados en la cocina occidental, incluyendo España. Si bien es cierto que suelen protagonizar algún que otro brote de intoxicación alimentaria, este marítimo alimento también tiene cierta reputación en otros ámbitos: se considera un potente afrodisíaco natural.
Sin embargo, como suele suceder en estos casos, no solo debemos guiarnos por las falacias repetidas durante décadas. Debe existir alguna evidencia científica, más allá de las habladurías. Por desgracia, el poder sexual de las ostras podría estar más relacionado con el mito que existe a su alrededor que con su propia composición.
La historia de las ostras y su potencial sobre la líbido humana data de la época de los emperadores romanos. Se dice que estos primaban el consumo de ostras sobre cualquier otro posible afrodisíaco. Otros, sin embargo, sugieren que era el famoso Giacomo Casanova quien llegaba a consumir docenas de ostras cada mañana allá por el siglo XVIII. Y, hasta hoy, el mito de las ostras sigue activo en la cultura popular, sin evidencia científica alguna.
Un dudoso efecto
Gran parte del marketing asociado a las ostras se centraría en un mineral, el zinc. Las ostras en particular poseen más zinc que cualquier otro alimento, pudiendo llegar a encontrarse 74,1 mg de zinc por cada 100 gramos de ostras cocidas: el equivalente a un 673% de la ingesta recomendada de zinc diaria.
El zinc es un mineral esencial para la fertilidad y función sexual masculina, y existen estudios que sugerirían que la suplementación con zinc mejoraría la calidad del esperma; otros estudios, por su parte, sugerirían que el déficit de zinc daría lugar a una disminución de los niveles de testosterona, lo cual en consecuencia causaría anomalías en el esperma.
Es cierto que la testosterona es una importante hormona sexual, esencial para diversas funciones humanas, incluyendo la líbido. En los hombres, esta hormona se produce en los testículos, y es necesaria para la correcta producción del esperma; las mujeres también producen testosterona, aunque en menor cuantía, e influye en su deseo sexual.
Escasa evidencia
Por otro lado, también se ha descubierto que algunos tipos de moluscos marinos y de agua dulce, como almejas, mejillones, vieiras y ostras, son ricos en ácido D-aspártico, un aminoácido que ayuda a aumentar la liberación de una hormona cerebral que, a su vez, ayuda a la producción de testosterona.
Aún con todo, la evidencia científica disponible actualmente es escasa en cuanto a la relación entre estos alimentos, sus nutrientes, y un aumento del deseo sexual o un mejor desempeño sexual como tal. Si existe algún beneficio, es más probable que se deba a una dieta equilibrada en general y un buen estilo de vida, más allá de consumir toneladas de ostras anualmente.
De hecho, más allá de las ostras, tampoco hay demasiada evidencia alrededor de los alimentos afrodisíacos en general. Pero, aún así, no hay que olvidar el potencial de la mente humana en este aspecto: el efecto placebo sí ha demostrado ser capaz de estimular el deseo sexual, y dado que las ostras se han relacionado históricamente con la mejora de la líbido por su supuesto potencial afrodisíaco, no sería extraño notar esos supuestos efectos aunque no existan en realidad.