La popularidad de los llamados 'superalimentos' -'alimentos funcionales' sería una denominación más acertada- nos lleva a pensar en productos exóticos como las bayas de Goji, el bimi o el kale. Sin embargo, algunos alimentos tradicionales de la dieta Mediterránea merecen la misma consideración que los más vanguardistas a la hora de aportar beneficios. Más todavía cuando forman parte de un patrón nutricional que lleva reduciendo tanto el riesgo de cáncer, como el de problemas metabólicos y cardiovasculares durante generaciones, además de combatir el sobrepeso.
El humilde ajo es uno de estos ingredientes típicos de la cocina 'de abuela' que encierran virtudes saludables insospechadas en muchos casos. Estrechamente relacionado con la cebolla, el cebollín, o el puerro, el Allium sativum rico en manganeso, vitamina B6, vitamina C, selenio y fibra. En menor medida, también aporta calcio, cobre, potasio, fósforo, hierro y vitamina B1. Estos efectos funcionales ya se notarían con solo un diente al día, como explicábamos en el EL ESPAÑOL, lo que equivale a unos 3 gramos.
Sin embargo, consumirlo de esta manera no resulta apetecible para todo el mundo. Para facilitar la tarea, la cadena de supermercados Mercadona ha ido lanzando en sus lineales una nueva gama de conservas saludables. Se trata de los brotes de ajos verdes, que han ido provocando un 'boom' a medida que se iban poniendo a la venta en las distintas tiendas del país.
Se trata de un producto hipocalórico (22 kcal por cada 100 gramos) y sin apenas grasas, pues presenta menos de 0,5 por cada 100g. Es, además, lo que se considera como un 'conserva saludable', como explica Consumidor Global, ya que se emplea el agua y un acidulante en lugar de otras sustancias como el aceite, más calórico. A lo que habría que prestar atención es al contenido en sal, que es de un gramo por cada 100. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no tomar más de 5 gramos de este aderezo cada día.
La capacidad del ajo para contribuir al fortalecimiento del sistema inmunológico se ha exagerado, con falsos mitos que le atribuyen incluso efectos protectores contra la Covid-19. Sin embargo, su consumo habitual sí que puede ayudar a mejorar nuestras defensas. La razón hay que buscarla en el gran aporte de nutrientes que hemos mencionado previamente -vitamina C, yodo, fósforo y vitamina B6- que beneficia la inmunidad natural, tal y como recoge la Fundación Española de Nutrición.
El ajo es también un antiinflamatorio, que ayuda a inhibir la actividad de ciertas proteínas inflamatorias. En un estudio aleatorizado, controlado y doble ciego de 70 mujeres con artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune inflamatoria, el grupo que tomó 1.000 miligramos de suplementos de ajo por día durante ocho semanas tuvo marcadores inflamatorios más bajos, menos dolor y fatiga, y menos articulaciones sensibles.
Su efecto sobre la hipertensión es todavía más interesante. Las investigaciones indican que puede tener un impacto positivo en las arterias y la presión arterial. Los investigadores creen que los glóbulos rojos convierten el azufre del ajo en sulfuro de hidrógeno que expande nuestros vasos sanguíneos, lo que facilita la regulación de la presión arterial.
Los brotes de ajos verdes pueden consumirse crudos, en rodajas finas o como un ingrediente en una ensalada de verduras. Su sabor es algo más suave que el de los ajos y puede resultar más agradable al paladar. También se le pueden añadir fuentes de proteínas saludables, como en una de las recetas más populares, el revuelto de huevos y gambas con ajos verdes.
Sea como fuere, los expertos recomiendan su consumo habitual por la cantidad de beneficios y nutrientes que aportan al organismo. Sin embargo, tampoco conviene abusar del ajo y sus familiares porque puede llegar a generar ardor gástrico en personas con el estómago sensible, o algunos otros efectos desagradables como el mal aliento.