El yogur ha sido el rey de los postres desde hace décadas, pero el consumidor se ha vuelto cada vez más avezado. Así, hemos aprendido que 'desnatado' no equivale automáticamente a 'más saludable', ya que fácilmente pueden contener un exceso de azúcares añadidos con los que el fabricante mejora la palatabilidad perdida al retirar la grasa. Por otro lado, muy a menudo los productos que afirman contener fruta no pasan de incorporar colorantes y saborizantes, pero ningún beneficio real.
Esto es un problema, porque la alimentación predominante en España, la denominada 'Dieta Occidental', tiende a exceder la ingesta idónea de calorías, grasas y azúcares, y deja poco espacio para la indispensable fibra alimentaria. Este nutriente, elemental para la salud de nuestra microbiota intestinal y, por ende, para mantener el bienestar general, se encuentra en frutas, verduras o legumbres, precisamente los alimentos tradicionales que menos están representados en nuestra mesa a día de hoy.
Cualquier oportunidad de ingerir fibra alimentaria real, por tanto, es bienvenida. Y los yogures, unos lácteos idóneos para las mezclas, se prestan a ello. Pero no vale de cualquier manera: las jaleas y mermeladas pueden disparar el contenido de azúcar del producto final, mientras que otros aditivos supuestamente bioactivos y beneficiosos para la flora intestinal no han terminado de demostar que sean realmente superiores a los ingredientes probióticos tradicionales.
En medio de esta proliferación de colores, sabores y opciones en la sección de yogures, los supermercados Mercadona incorporan a su popular gama de yogures el 'griego con limón y jengibre' marca Hacendado. Los amantes de ese cremoso lácteo saben que goza de un estátus especial: aunque está 'marcado' por su elevado contenido en grasas saturadas, estos lípidos han demostrado tener el efecto opuesto al que provocan las más temidas, las de la carne. Así, las grasas saturadas cárnicas elevarían el riesgo cardiovascular pero las lácteas no, e incluso podrían reducirlo.
En cualquier caso, para quien quisiera reducir el aporte calórico, la gama de yogures griegos cubre todas las opciones, desde el 'natural' que los nutricionistas celebran como una perfecta base para una alimentación saludable, al 'ligero natural' que precisamente recorta estas grasas polémicas para algunos, a coste de perder algunas ventajas como el efecto saciante de su cremosidad. En el extremo opuesto está el 'griego sabor straciatella', que debería considerarse más bien como un dulce para ocasiones especiales.
¿En qué situación queda el nuevo producto? Dado que el yogur griego es naturalmente calórico, hay poca diferencia en lo que se refiere al aporte energético. El natural sin azúcar aporta 128 kcal por cada 100 gramos y el de limón y jengibre, 145. La diferencia está en el azúcar: al natural aportaría 3,9 gramos por cada 100, mientras que en el nuevo formato se eleva a 13,4 gramos en la misma cantidad, más todavía que el 'griego azucarado'.
Si recordamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el consumo a 25 gramos diarios, la necesidad de vigilar el azúcar es evidente. Sin embargo, el preparado de limón y jengibre que supone el 15% del producto aporta 5 gramos de fibra alimentaria por cada 100. Es una cantidad aún mayor de la que obtendríamos con los 'yogures con trozos de fruta', en donde encontramos solo un gramo en la misma proporción, y explica por qué el nuevo producto logra un 'B', el segundo puesto, en el semáforo nutricional Nutriscore, que valora muy positivamente la fibra.
Esto no significa, sin embargo, que el 'griego con limón y jengibre' sea un sustituto diario adecuado a la fruta entera: lo ideal, nos dicen los expertos, sería mezclar el griego natural con trozos frescos cortados y otras fuentes de fibra, como los cereales 100% integrales. Sin embargo, en caso de querer darnos un capricho, el griego con limón y jengibre será una buena opción siempre y cuando controlemos nuestra ingesta diaria de azúcar.