Pocas cosas hay más indivisibles que el filete con patatas, el tándem más clásico y kitsch de la gastronomía española está bastante alejado del concepto de plato saludable, no sólo por parte de la carne, cuyo consumo se recomienda que sea moderado, sino por las patatas. Alimento estrella en muchas gastronomías europeas y con una buena representación en la dieta mediterránea con la tortilla de patatas, los guisos como el cocido o los huevos rotos.
Según el último Informe sobre Consumo Alimentario en España, elaborado por el Ministerio de Agricultura, cada español consumió en 2020 unos 23 kilogramos de patatas, es decir, cinco kilos menos que lo que consumió en 2018. Pareciendo un alimento indispensable, expertos como Bárbara Sánchez, dietista y nutricionista que lleva más de ocho años trabajando para distintos clubes deportivos, no lo es tanto.
No supone un gran aporte de vitaminas
"La patata en sí no presenta ningún inconveniente, el problema es que está frita en aceite. Además, depende mucho de la calidad del mismo, no es lo mismo el aceite de oliva virgen extra que el de girasol", explica Sánchez. Es cierto que la patata tiene diversos nutrientes, por ejemplo, una patata de 100 gramos puede aportar hasta el 15% de la cantidad recomendada de vitamina C, relacionada con el correcto funcionamiento inmunológico y la formación de tejido conectivo en dientes y articulaciones, aunque como porcentaje tampoco supone una gran cantidad de aporte.
Al igual que ocurre con el potasio, llegando a suponer hasta un 33% de la cantidad diaria recomendada, esencial para el funcionamiento celular, recomendado para fortalecer los músculos; o la vitamina B6, suponiendo la patata el 21% de la ingesta recomendada para adultos entre 20 y 39 años.
El problema es que al ser sometida al calor cuando se cocina, pierde gran parte de la vitamina C que contiene. Para preservar su contenido, es recomendable cocinarlas al vapor o al horno (envueltas en papel de aluminio).
Cargada de almidón y con apenas fibra
Aunque se trata de un alimento especialmente rico en hidratos, que en su mayor parte están presentes en forma de almidón. En realidad, es uno de los vegetales con mayor contenido en almidón, lo que explica su aporte calórico, 88 kilocalorías por cada 100 gramos de producto, eso en crudo, fritas llegan a las 500 kilocalorías por cada 100 gramos. Mientras que su versión al vapor o asadas, rondaría las 90 kilocalorías.
Este componente, es un tipo de carbohidrato que se transforma en azúcares simples con rapidez, es decir, tienen un índice glucémico alto y en exceso, aumenta el riesgo de sobrepeso. En un artículo publicado por The New York Times, Eric Rimm, profesor de nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, EEUU, afirmó que las patatas fritas son bombas de almidón, señalando que media docena debería ser el límite de una ración de patatas fritas.
Por su parte, la Federación Española de la Nutrición (FEN), señala también que este alimento también aporta una pequeña proporción de glucosa, fructosa y sacarosa; mientras que apenas tiene fibra, aunque pudiera parecer lo contrario.
Problemas cardiovasculares y diabetes
A pesar de que pueda parecer lo mismo, el puré de patatas se realiza a partir de patatas asadas. Al machacar estos tubérculos, el almidón se rompe, dando lugar a azúcares más simples que hacen que el nivel de glucosa se dispare. El cuerpo, para compensarlo, libera insulina, una hormona que en niveles altos, puede provocar resistencia, aumentando el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, sobrepeso y enfermedades cardiovasculares. Estos efectos nocivos están directamente relacionados con la poca saciedad que tienen los alimentos con un alto índice glucémico, lo que provoca que la sensación de hambre aparezca antes y se consuma más comida a lo largo del día.
De hecho, Harvard las excluye del grupo de verduras, el Plato Saludable de esta institución, la pauta que ha de guiar nuestra alimentación, hace una mención especial sobre este las patatas, aclarando que no se trata de una verdura, por lo que no hay que consumirla como tal, ya que "las patatas no cuentan como un vegetal por su efecto negativo en el azúcar de la sangre", matizan.
Aumentan el riesgo de padecer cáncer
Las patatas fritas contienen acrilamida, un compuesto sobre el que recaen indicios de ser cancerígeno, según el Instituto Nacional del Cáncer. Esta sustancia se produce cuando los alimentos que contienen el aminoácido asparagina, como las patatas, se calientan a altas temperaturas. De hecho, algunos estudios con animales, han revelado que la exposición a este compuesto, incrementa el riesgo de varios tipos de cáncer, ya que en el cuerpo, esta sustancia se convierte en glicidamida, vinculada a diversas mutaciones y daños al ADN.