El investigador y catedrático de Medicina Nicolás Olea ha lanzado una reivindicación para invertir en salud y en una alimentación basada en productos ecológicos y de cercanía por su "sostenibilidad" y porque "a la larga se ganará en salud" y, especialmente, porque "portan menos pesticidas que los alimentos convencionales".
Así lo ha asegurado el experto, en declaraciones a Europa Press, quien además es uno de los autores del Libro Blanco de la Alimentación Sostenible, editado por la Fundación Daniel y Nina Carasso y la Fundación Alternativas. El doctor ha recalcado que una alimentación basada en alimentos ecológicos disminuye "enormemente" los riesgos de enfermedades, tales como el cáncer de mama o el linfoma, entre otros muchos tipos de cáncer.
"Ya existen algunas publicaciones que certifican que el uso de pesticidas y compuestos químicos en los alimentos favorecen la aparición de enfermedades. Las primeras publicaciones francesas son de 68.000 individuos adheridos al consumo ecológico, donde se ve una disminución clara del riesgo de cáncer de mama postmenopáusico y de todas las clases de linfoma. Debemos luchar porque este mensaje llegue a toda la sociedad", ha aseverado.
Al respecto, el doctor ha recordado que se prevé que en 2022 en España se diagnostiquen 33.000 casos de cáncer de mama, por lo que ha reiterado que, con una buena alimentación, los casos serían inferiores. "Si se encuentran causas y razones y medios para disminuir esa cifra, ¿por qué no nos lo dicen? Que dejen de decirnos que han comprado la mejor máquina. Lo mejor del cáncer es no tenerlo", ha reafirmado.
En la actualidad, según Nicolás Olea, los compuestos químicos más utilizados en España en la producción alimentaria son los fungicidas, que han desplazado a los insecticidas. "Somos los grandes campeones de Europa en uso de compuestos químicos en la producción agrícola, con cerca de 80 millones de kilos. Es cierto que se han prohibido algunos compuestos, como el Clorpirifós, pero cerca de un 40 por ciento son fungicidas", ha explicado.
Estos fungicidas, según sus palabras, son tóxicos ya que tienen actividad hormonal, son disruptores endocrinos y algunos de los insecticidas que se han ido prohibiendo en estos meses tienen toxicidad y por eso se han prohibido. "Tengo que decir que también hay buenas noticia porque esa toxicidad, unas veces de carácter hormonal (disruptores endocrinos) y otras veces tóxicos para la reproducción, casi ya no hay", ha asegurado.
Además, se ha comprobado que el uso de este tipo de compuestos, al tener actividad hormonal, modifican los niveles de hormonas tiroideas o de hormonas sexuales y eso tiene consecuencias, por ejemplo en calidad seminal, en fertilidad, en problemas tiroideos, en déficit de atención e hiperactividad o en algunos casos en cáncer de mamá.
Proyecto INMA
Por otro lado, Nicolás Olea ha hecho referencia al Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), que se trata de una red de investigación de grupos españoles que financia el Instituto de Salud Carlos III y que tiene como objetivo el estudio del papel de los contaminantes ambientales más importantes en el aire, agua y en la dieta durante el embarazo e inicio de la vida, y sus efectos en el crecimiento y desarrollo infantil.
El estudio observacional de cohortes sigue mujeres embarazadas desde el primer trimestre hasta el parto y a sus hijos desde el nacimiento hasta la adolescencia. En total, son 3.600 niños los que se ha estudiado durante los últimos 20 años que corresponden a población de Asturias, Guipúzcoa, Sabadell, Menorca, Valencia y Granada.
Cada dos años, los investigadores reciben pelo y orina de los participantes y a través de la muestra de orina y de la extracción de sangre miden los pesticidas. "Lo que nos extraña enormemente es la altísima frecuencia de pesticidas que hay en la orina de personas jóvenes", ha lamentado.
En este contexto, ha revelado que, en las últimas publicaciones de hace escasamente un mes, se ha observado la presencia de organofosforados, piretroides y carbonatos en la orina, alcanzado entre un 60-80 por ciento de cantidad. "Es muy sorprendente esas cantidades de personas que aún no están expuestas a compuestas químicos del mundo laboral, por lo que todo procede de los alimentos", ha asegurado.
Por ello, ha denunciado la postura de las instituciones responsables europeas que no consideran relevante el efecto combinado de múltiples compuestos y alegan que las cantidad de exposición a estas sustancias son bajas. "El sistema es una pantomima. Lo único que quieren es transmitir una falsa sensación de seguridad. Los límites los tienen que establecer en función de cuántos componentes hay en un plato de comida porque 20 niveles bajos hacen un nivel alto", ha insistido.
Un aspecto sobre el que ha trabajado el proyecto INMA es sobre la placenta de estos menores, lo que les ha permitido confirmar que, ya durante el embarazo, el feto adquiere contaminantes y esta idea reafirma que el efecto combinado de sustancias tóxicas se asocia con el riesgo de enfermedad.
"Había de todo, tanto de contaminantes antiguos como de los nuevos, el cóctel de sustancias se asociaba con el riesgo de enfermedad. Por ejemplo, vimos un mayor riesgo de criptorquidia, y esto se lo transmitimos a autoridades sanitarias españolas e hicieron gala de la política pelillos a la mar", ha confesado.
El papel de España como país exportador
España es el gran productor ecológico de Europa, tal y como ha desvelado Olea, y la UE realiza controles rigurosos de los alimentos, al igual que España, por orden de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que mide los residuos del mercado, por lo que las exportaciones suelen estar muy controladas.
No obstante, el doctor ha lamentado la postura nacional en cuanto a los análisis estatales, puesto que se hacen seis análisis de media por cada 100.000 habitantes mientras que en Europa, el siguiente país que menos análisis realiza alcanza los 18 controles. En España, ha agregado Olea, se ha identificado que un 33 por ciento de los alimentos (vegetales, fruta o verduras) tiene algún residuo, "algo que está muy bien en comparación con Europa" y además menos del tres por ciento tiene algún residuo por encima de los límites legales.
"A partir del 2017, la UE año tras año ha ido prohibiendo determinados productos químicos, que eran tóxicos para los seres humanos y que producen problemas neurológicos, problemas de conducta, diabetes u obesidad", ha detallado.
Sin embargo, ha criticado que, a pesar de las advertencias de profesionales como Nicolás Olea, las instituciones han hecho caso omiso, por lo que pide que adquieran las responsabilidades que han conllevado esas políticas. Asimismo, ha cargado contra aquellos profesionales de la agricultura que rechazan las prohibiciones europeas.
"Yo muchas veces les digo 'si algún día pudieras sumar al precio de la agricultura convencional, el coste en salud de lo que estás provocando, te darás cuenta que lo ecológico es barato'", ha relatado.
Libro blanco de la alimentación sostenible
El Libro Blanco de la Alimentación Sostenible en España cuenta con la participación de cincuenta investigadores y profesionales del tercer sector, que han debatido durante meses sobre cómo debería ser la alimentación a partir del 2030.
En este punto, el doctor ha reafirmado su apuesta por los alimentos ecológicos y de cercanía, ya que tendrán una huella de carbono mucho menor y, a su vez, ha incidido en comer los productos de temporada. "Se debe pagar el precio justo por la comida, que debe ser fresca, de temporada y sostenible", ha subrayado.
Estas son algunas de las ideas que se plasman en cada uno de los 13 capítulos temáticos que componen el tomo, a través de una serie de propuestas con el propósito de conciliar el sistema alimentario con las necesidades del planeta.