Aunque no está totalmente claro si el consumo de ciertos alimentos puede aumentar de forma directa el riesgo de sufrir determinadas enfermedades, con excepción de los alimentos ultraprocesados, no son pocos los estudios que continúan intentado vislumbrar dichas relaciones.
Un ejemplo sería la leche, cuyo consumo se ha relacionado en estudios previos con un posible riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple, la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson; sin embargo, se desconoce la relación causal como tal.
Ahora, un nuevo trabajo publicado en la revista Nutrients, a cargo de un grupo de investigadores de la facultad de Medicina de la Universidad de Nanjing (China), la Universidad de Soochow en Changzhou (China) y el Instituto de Medicina Ambiental del Instituto Karolinska (Suecia), ha vuelto a intentar buscar algún tipo de relación entre la leche y estas enfermedades, incluyendo datos genéticos.
Como bien destaca el nuevo trabajo, las causas de las enfermedades neurodegenerativas aún no se conocen totalmente, aunque sí se sabe que determinados factores dietéticos juegan cierto papel en su desarrollo, tanto como factores de riesgo como posibles factores protectores.
La leche en particular ha recibido especial interes en este aspecto, llegando a sugerirse que su ingesta reduciría el riesgo de sufrir esclerosis múltiple y enfermedad de Alzheimer, pero podría aumentar el riesgo de sufrir enfermedad de Parkinson. La posible asociación entre consumo de leche y esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es desconocida.
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Dado que los estudios observacionales pecan de posibles sesgos, sin objetivar asociación causal como tal, el nuevo trabajo ha usado un diseño de aleatorización mendeliana, es decir, el estudio de variantes genéticas cuya exposición a determinados factores de riesgo (la leche, en este caso) sería más determinante y evitaría posibles sesgos. En este caso se evaluó la asociación causal entre la ingesta de leche con enfermedades neurodegenerativas adoptando la variante genética cercana al gen de la lactasa, concretamente rs4988235.
En total se obtuvieron datos de 14.802 casos y 26.703 controles de estudio sobre esclerosis múltiple a través del Consorcio Internacional de Genética de la Esclerosis Múltiple; otros 21.982 casos y 41.944 controles de enfermedad de Alzheimer gracias a los datos del Proyecto Internacional de Genómica del Alzheimer y otros 3.060 casos y 41.944 controles del consorcio FinnGen y, finalmente, un total de 6476 casos y 302.042 controles del Estudio basado en la web de la enfermedad de Parkinson, junto a 13.708 casos y 95.282 controles de PDGene. Todos los datos estudiados procedían de población europea.
Según los resultados del estudio, a mayor ingesta de leche, menor riesgo de sufrir esclerosis múltiple y enfermedad de Alzheimer, pero mayor riesgo de sufrir enfermedad de Parkinson; unos resultados en consonancia con los estudios observacionales precios.
La hipótesis que barajan los investigadores es que el consumo de leche tendría un efecto protector frente a la esclerosis múltiple y la enfermedad de Alzheimer gracias a su riqueza en vitamina D y calcio: la vitamina D regula el metabolismo tanto del calcio como del fósfato, y en estudios previos se ha objetivado que los niveles bajos de vitamina D se relacionan con un mayor riesgo de Esclerosis Múltiple. En otros trabajos, los niveles bajos de vitamina D también se habrían asociado con un mayor riesgo de sufrir enfermedad de Alzheimer.
Por su parte, los investigadores recuerdan que el calcio es esencial para mantener el correcto funcionamiento celular, y su mala regulación se habría relacionado a su vez con un mayor riesgo tanto de Esclerosis Múltiple como de enfermedad de Alzheimer.
Por su parte, respecto a la ingesta de leche y riesgo de sufrir enfermedad de Parkinson, los investigadores destacan que los resultados son consistentes con trabajos previos: a mayor ingesta láctica, mayor riesgo de sufrir enfermedad de Parkinson. En estudios previos se habría sugerido que la relación causal se explicaría porque la leche disminuye los niveles de ácido úrico en sangre, y el urato parece tener un efecto protector contra el Parkinson.
Finalmente, como limitaciones del estudio, los autores destacan el hecho de que las posibles relaciones no lineales entre ingesta de leche y riesgo de enfermedades neurodegenerativas no pudieron evaluarse correctamente en este estudio; además, no se han podido evaluar los mecanismos de acción reales que explicarían el potencial de riesgo o protección de la leche, ni tampoco si dicho riesgo o protección también lo producirían otros productos derivados lácticos.
Además, tampoco se ha podido investigar si la ingesta de leche afecta al riesgo de enfermedades neurodegenerativas de forma indirecta: por ejemplo, un mayor consumo de leche podría desplazar el consumo de otros alimentos que, a su vez, podrían tener una relación de riesgo o protección frente a las enfermedades neurodegenerativas.
Como siempre, los investigadores destacan la necesidad de continuar investigando al respecto, sobre todo para aclarar los posibles mecanismos de acción que puedan explicar estas relaciones.